Siete días de política

Un gobierno sin credibilidad ni reacción frente a la crisis

Fernández no resolvió ninguno de los problemas heredados, lo que lo debilitó. El dólar se les escapa y responde con un viaje por el túnel del tiempo para olvidar las amarguras del presente.

Hace un mes Alberto Fernández creó el llamado “supercepo”, porque las reservas se estaban evaporando. Era otra medida restrictiva que impedía a muchos compradores seguir comprando y aplicaba un impuesto del 35% a la adquisición de dólares para ahorro.

El día en que el equipo económico alumbró esta innovadora idea el dólar contado con liquidación (ccl) estaba a 130 pesos y el “blue” a 132. Un mes después el ccl está a 170, el “blue” cerca de los 180 y el BCRA perdió centenares de millones de sus reservas.

La brecha entre el oficial y el “blue” superó largamente el 100%, pero el ministro de Economía dice que “el dólar paralelo no representa la realidad argentina”. Mientras tanto en la realidad argentina se espera una devaluación y se frenan las importaciones y las ventas de productos con componentes importados, porque no se sabe el costo de reposición. Un desastre. Real.

Conclusión: la medida no fue sólo inefectiva, sino perniciosa porque solo consiguió empeorar la situación, y pinta de cuerpo entero una gestión que se ha caracterizado por errores garrafales en su corta existencia. Entre otros la cuarentena por coronavirus más larga del planeta, una caída histórica de la actividad económica, la emisión monetaria más salvaje que se recuerde, 3,5 millones de empleos perdidos, 40% de pobreza, política exterior zigzagueante, etcétera.

Semana a semana se han señalado en este espacio los eslabones de esa secuencia de desaciertos que son ignorados o justificados con argumentos extravagantes. Nunca admitidos o revisados. La capacidad de rectificación de Fernández es nula, de allí el pesimismo tanto del “círculo rojo” como de la mayor parte de las sociedad.

Nadie cree que la actual gestión sacará al país de la crisis. Nadie invertirá mientras el panorama no se despeje. Cuando el presidente jura que no se apoderará de los depósitos bancarios o no devaluará, todos esperan lo contrario. Por ese camino no sólo profundizará la corrida cambiaria: la convertirá en bancaria.

En general para la economía es bueno que no haya incertidumbre. Pero en este caso, no. La incertidumbre inicial fue reemplazada por la seguridad de que las futuras medidas de Fernández tendrán el sello de su vice, de la Cámpora o de los piqueteros devenidos en “organizaciones sociales”. Es decir, de un estatismo anacrónico, empobrecedor e inoperante, cuando no aquiescente con el delito como dejaron en evidencia las tomas de tierras o el incremento de la inseguridad, en especial en el conurbano. Allí la policía protesta frente a la quinta presidencial sin consecuencias disciplinarias, mientras los vecinos se tienen que defender a tiros de los delincuentes.

A lo que hay que agregar que el presidente no sólo consiguió sembrar el pesimismo; también logró que un gran porcentaje del padrón saliera a la calle a repudiar medidas como la suelta de presos, la fallida expropiación de Vicentín o los intentos de manipular la justicia.

El fenómeno es llamativo por dos causas. Empezó cuando Fernández llevaba muy pocos meses de gobierno y fue espontáneo. Fernández descalificó a los manifestantes pero terminó por imitarlos con una movilización progubernamental. Jugó, inconcebiblemente, a quién moviliza más en medio de una crisis arrasadora.

No reaccionó como jefe del Estado, ni como el “presidente del diálogo”, sino como jefe de facción. Ayer en su discurso de la CGT se comparó con Perón, se victimizó y prometió empezar a encarar la crisis, pero sin revelar cuándo.

En realidad, las movilizaciones opositoras lo debilitaron tanto o más que el dólar. Resaltaron sus errores, abrieron la puerta al regreso anticipado de Mauricio Macri (ver Visto y Oído), descolocaron a la dirigencia acuerdista (Vidal, Rodríguez Larreta, Monzó) y están empezando a generar dudas en el propio peronismo. Ayer Cristina Kirchner no participó del acto de la CGT.

El peronismo es una tribu política que se aparta rápido de los fracasos. La mayoría de los gobernadores lo siguió desde lejos.

La estrategia de Cristina Kirchner de acelerar sus planes judiciales también es una mala señal para Fernández. La vicepresidenta comprueba que lo que sirvió para ganar las elecciones no sirve a la hora de gobernar.

Más todavía, comprueba que lo que sirvió para ganar en 2019 puede resultar la receta perfecta para perder las de 2021 y 2023. Y puede pensarlo por experiencia propia, ya que en 2015 la derrota kirchnerista estuvo ligada a la combinación del cepo más la estanflación de los cuatro años anteriores. Fue la consecuencia directa de su fracaso económico. Esto último explica la revitalización inesperada de Macri: el kirchnerismo está reproduciendo involuntariamente las condiciones de su éxito electoral. También explica el debilitamiento de Fernández y del peronismo que ayer ingresó en el túnel del tiempo para olvidar por un rato las amarguras del presente.