LA BELLEZA DE LOS LIBROS

Leyendo esas tonterías...

En fecha tan lejana como 1961 leí, por primera vez en mi vida, textos de Borges: los cuentos de Ficciones. En aquel momento, fascinado, experimenté la sensación de estar frente a una clase única de mágica literatura, una literatura que no tenía semejantes y que, por ende, era incomparable, en la acepción absoluta del término. Y esa misma sensación me sigue acompañando hasta el día de hoy, en que sus obras continúan solicitando mis relecturas.

Pero aquí sólo deseo relatar una anécdota…

Exactamente el lunes 2 de diciembre de 1968, en camino a mi lúgubre empleo administrativo de entonces, yo cruzaba la plazoleta que, a la altura de Belgrano, divide la avenida Nueve de Julio. Mi fortuna quiso que, de la estación Moreno del subte, emergiera ¡el mismísimo e idolatrado Jorge Luis Borges!: el de Funes y el de Daneri, el de la infinita biblioteca y el de los teólogos rivales, y el de…, y el de…, y el de…

Atacado por intenso temblor de brazos y piernas, víctima de súbita taquicardia y tal vez al borde del infarto terminal, corrí hacia Borges, lo saludé con tanta torpeza como timidez, y lo cierto es que no sé qué le dije, aunque sí recuerdo que, en realidad, no sabía qué decirle.

Él, sin duda, sintió piedad hacia mí y me preguntó cómo me llamaba y dónde vivía. Tal indulgencia me permitió decirle que mi casa quedaba en Costa Rica y Bonpland, es decir en la antiguamente llamada Quinta Bollini. 

“La manzana pareja que persiste en mi barrio” queda del otro lado de las vías del ferrocarril, pero Borges conocía con precisión ambos Palermos y me dijo que, según recordaba, por la calle Soler habían corrido los tranvías 4 y 38.

Entonces, más sereno y en extremo infantil, quise demostrarle que yo era muy lector de su obra, razón por la cual guardaba –y sigo guardando– en mi memoria muchas páginas suyas. Y, para probarlo, le recité –como si él no las conociera mejor que yo– las primeras estrofas de su poema “El tango”.
Borges –resignado– escuchó, sonrió y me dirigió el más dulce de los reproches: 

–¡Caramba! ¡Qué ganas de perder el tiempo leyendo esas tonterías!

* Fernando Sorrentino es autor, entre otros títulos, del libro de entrevistas Siete conversaciones con Jorge Luis Borges.