LOS 30 AÑOS DEL BFN

El Ballet Folklórico es patrimonio de todos

Desde la Dirección, maestros y coreógrafos de diferentes escuelas buscaron enriquecer y proyectar el trabajo de la compañía oficial de danzas nativas. Margarita Fernández evoca su paso por el organismo.

Por Margarita Fernández *
Especial para La Prensa

No hay duda que el Ballet Folklórico Nacional (BFN) forma parte de nuestro patrimonio cultural, impulsado por dos artistas, verdaderos genios de la composición coreográfica, como lo fueron Norma Viola y don Santiago Ayala 'el Chúcaro'. El Maestro venía trabajando ya desde joven en la formación de grupos y compañías de danza. Una de ellas fue el Ballet Popular, que adquirió tal envergadura que sirvió de base para la creación del BFN, una compañía de avanzada, de un folklore estilizado de gran exquisitez. Esto, claro, sin perder la fuerza y la raigambre que caracteriza a nuestras danzas folklóricas.

En estos treinta años de labor, el BFN se ha convertido en un patrimonio de todas y todos los argentinos. Siendo parte de los Organismos Estables, es uno de los de mayor trayectoria en la órbita del Ministerio de Cultura. No sólo ha llegado a cada rincón del país sino que además deshilvanó fronteras y se adentró en el corazón de la gente en todos los lugares que visitó y donde dejó huella: Japón, Francia, España, Colombia, México. La calidad artística de sus integrantes es indiscutible, mujeres y hombres de una amplia formación en danza, pero también en otras áreas como la música, el teatro y la pintura. Todo eso nutre la escena en el momento en que el BFN pisa el escenario.

Siendo su coordinadora artística me tocó celebrar los veinte años de vida del Ballet. Como ahora, era un momento social muy difícil, la Argentina acababa a atravesar la pandemia de la gripe A y el escenario general del país era muy complejo. Tuvimos que hacer todos un gran esfuerzo para poder festejar. Pero recuerdo todo aquello con mucho cariño porque ofrecimos programaciones muy especiales, llenas de color, de fuerza y de entrega. Recorrimos escenarios enormes y pequeños, siempre acompañados de un público gigante.

Es que el Ballet Folklórico Nacional es mucho más que la sumatoria de las partes, es algo que llegó para quedarse. Poder celebrar ahora sus treinta años nos habla de continuidad, de una permanencia que no rehúye a los cambios, que se alimenta constantemente con el aporte de maestros, coreógrafos y bailarines que dan mucho de sí mismos, y que cuando se van de la Compañía se llevan mucho también, en el cuerpo y en el corazón. Es inevitable: uno entra al Ballet Folklórico Nacional y una parte de su corazón se queda allí para siempre.

Maestra y más

Llegué al Ballet como maestra, para dar clases durante cuatro meses. En aquel momento era coordinador el maestro Jorge Caballero. Al tiempo, él deja el cargo y Nydia Viola, que era la directora, fallece de manera repentina a causa de un derrame cerebral. Superado el duelo volví al aula pensando que sería para despedirme, y el delegado de los bailarines me propone convertirme en coordinadora artística de la Compañía. Junto con dos personas a las que considero mi mano derecha, Graciela Ferreyra y Oscar Rosales, y con Raúl Marego (actual coordinador), formamos un grupo que trabajó muchísimo para hacer frente a ese desafío. Yo no era maestra de folklore, había tenido esa materia en la escuela del teatro Colón y por tradición familiar era seguidora del Ballet Folklórico, pero no contaba con una formación de base. Recuerdo que se lo comenté a Gabriela Ayala, la hija del 'Chúcaro', y me respondió "no te preocupes, seguramente mi papá sabe lo que vos tenés que hacer. Si te toca ocupar ese lugar, será por algo''. Fue un espaldarazo enorme el que me dio, y asumí el reto con la responsabilidad de defender a capa y espada el repertorio de los Maestros y de los coreógrafos de las primera épocas del Ballet Nacional.

Nos abocamos a reponer aquellas coreografías y peleamos por la realización de un concurso para elegir al nuevo director, algo que llegó recién cuatro años más tarde. En todo ese tiempo el maestro Eduardo Rodríguez Arguibel actuó como director para la firma de papeles y puertas adentro era yo la persona encargada. Antes del concurso, el Ballet me pide que me postule para alguno de los cargos que se renovarían. Omar Fiordelmondo fue el primer candidato en presentar su carpeta y yo la última, tres minutos antes del cierre, y fuimos elegidos como director y subdirectora. Transité cuatro años de trabajo junto a él, en un tiempo en el que tampoco faltaron los problemas.

Quiero cada día de mi vida al Ballet Folklórico Nacional y lo defiendo a cada minuto. No sólo a los bailarines sino también al personal técnico: vestuario, luces y sonido; toda gente que ocupa un rol importantísimo en el funcionamiento de esta gran compañía. Porque no solo se encarga de un vestido o de una luz sino que son colaboradores escénicos permanentes en cada función. La entrega de todos ellos, y de los administrativos, de la stage manager (Micaela Segovia), que supo ser bailarina de fila y hoy ocupa otro rol; el esfuerzo de todos me conmueve verdaderamente.

* Directora de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. Ex subdirectora y coordinadora artística del Ballet Folklórico Nacional.