Los 30 años del BFN

La danza como reflejo de los pueblos

Con esta entrevista al actual subdirector a cargo, Mariano Luraschi, 'La Prensa' inicia una serie de publicaciones celebratorias al cumplirse tres décadas de la fundación del Ballet Folklórico Nacional.

El próximo jueves se cumplirán treinta años del debut del Ballet Folklórico Nacional (BFN). Aquella primera presentación tuvo lugar ante un teatro Colón atestado de gente, en medio de una gran expectativa. Al mando del elenco se encontraban Santiago Ayala 'el Chúcaro' y Norma Viola, tal vez los más grandes bailarines folklóricos que ha dado el país. La función inaugural marcó el corolario de un proceso administrativo que había comenzado en 1986 con la aprobación de una Ley Nacional que daba origen a la Compañía. Pero el camino hacia la concreción de un Ballet Folklórico Nacional había comenzado mucho antes, por tratarse de un sueño que el Maestro acunó durante casi cincuenta años.

Pasar a contar con una compañía oficial de baile folklórico fue un verdadero acontecimiento para la cultura nacional y, más aún, para la danza argentina. Lo confirma ahora Mariano Luraschi, que luego de quince años de trabajo como integrante, asumió en 2017 la subdirección del BFN y actualmente se encuentra al frente del elenco. "El Ballet Folklórico Nacional es una pieza fundamental dentro del engranaje gigante de la cultura. Pone en escena las realidades de los pueblos para que eso llegue a otros lugares. Y a la vez funciona como un juego de espejos: lleva al escenario lo que el pueblo hace, y al verlo, el pueblo conoce algo más de sí mismo. La función del Ballet es reflejar a sus protagonistas'', asegura a La Prensa.

-Da la impresión de que el consumo de danza folklórica es endogámico, eligen verla los mismos que la practican. ¿Cuesta mucho sumar nuevos públicos?

-Estamos tratando de convocarlos. Eso comenzó a suceder al incorporar coreografías de nuevos creadores. Hasta hace diez o quince años al BFN lo seguía un público numeroso pero especialmente gente mayor, que eran los que conocían la carrera del 'Chúcaro' y Norma Viola. Hoy hay bailarines folklóricos jóvenes que no los tienen a ellos como referentes directos pero sí al Ballet Nacional. E incluso hasta desconocen que algunas de las coreografías del Ballet son de autoría de los Maestros. De esta manera, el BFN funciona como un puente entre generaciones.

-¿Cuál es el destino de las obras más emblemáticas del 'Chúcaro' y Norma Viola?
-Son un patrimonio intangible, verdaderas joyas que debemos mantener lustradas. El Ballet tiene la responsabilidad de que esas obras sigan vibrando como lo han venido haciendo. A lo largo de estos treinta años siempre se mantuvieron tal como fueron concebidas, aun con algunas modificaciones porque hasta la propia Norma corregía detalles. Para este año había planeado tomar una obra que hace tiempo no se lleva a escena y versionarla, como sucede en el ballet clásico con piezas como 'El lago de los cisnes' o cualquier otra. Sin decir que se trata de la misma obra, sino de una reversión basada en la original. Pero no se pudo hacer.

Replanteo

-Llegó al cargo a partir de un proyecto gestado entre su Santa Fe natal y La Rioja, la tierra de adopción de Silvia Zerbini. ¿Cómo vivió el alejamiento de Zerbini de la conducción y del proyecto que los unía?

-En un primer momento, el año pasado, no me cayó la ficha. Recién este año me asenté en algunas cosas. Tuve que hacer un replanteo general de la situación, como cuando uno sufre la pérdida de alguien. Van apareciendo cuestiones que involucraban al otro, que ahora ya no está. La responsabilidad que sentía desde que asumí como subdirector, ahora se duplicó.

-¿Cuál considera que habrá sido su aporte cuando le toque dejar el cargo?

-Creo que mi sentido de la escucha y el deseo de plantear siempre cosas nuevas. Siento la obligación de abrir la puerta a las novedades, y muchas de ellas están dentro mismo de la Compañía. Hay muy buenos coreógrafos, excelentes maestros, gente con muy lindas miradas en el interior del Ballet. Entonces, así como a mí me tocó estar hoy en un cargo directivo, hay gente dentro de la Compañía que también merece la oportunidad. Tal vez mi aporte haya sido darle lugar a esa gente.

Cuentas pendientes

-Entre los objetivos iniciales que se plantearon Zerbini y usted figuran revalorizar al BFN, llevarlo a más lugares y sostener su esencia. ¿Qué balance hace después de dos años y medio de gestión?

-Aun estando yo dentro de la Compañía, hay muchas cosas que al momento de presentarse uno al concurso no las sabe. El proyecto inicial es lo que a uno lo hace entrar, pero después no todo es factible de realizar. ¿Por qué razón? Por políticas culturales del momento, por cuestiones económicas. Muchos aspectos se tienen que engranar para que las cosas se den. Puedo decir que estamos encaminados a revalorizar al Ballet, aunque no hemos podido llegar a todos los lugares adonde hubiésemos querido.

-Asumieron la conducción en 2017, después de un año de acefalía y con muchas cuestiones por resolver: demoras en el pago de salarios, malas condiciones edilicias, escasez de presupuesto. ¿Cuánto de eso se pudo resolver?

-El asunto salarial está al día; con el edificio, todavía estamos ahí (en la ex Biblioteca Nacional de la calle México) pero está encaminado el tema. Y si algún problema pequeño surge no es por mala voluntad, es por el desconocimiento de la actividad por parte de los funcionarios. Es necesario que los funcionarios entiendan cada vez más la particularidad del bailarín, algo que a menudo no sucede.

-Esto trae a colación otro tema recurrente entre las problemáticas del BFN, la jubilación del bailarín.

-Hoy los integrantes del Ballet Folklórico, tanto como los de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, no tienen una jubilación acorde a su actividad. Sería buenísimo que salga porque eso dinamizaría el ingreso y egreso de artistas de los elencos. No es que el bailarín pide que se lo jubile antes. Es menos el tiempo en actividad pero habiendo realizado el doble de aportes. El aporte es el mismo que hace cualquier otro trabajador, pero en la mitad del tiempo. En las provincias en las que ya existe este régimen (Córdoba, Buenos Aires) se lo llama 20/40, veinte años de aporte al doble del monto, y a partir de los cuarenta años la posibilidad (no la obligación) de jubilarse. Para nosotros es algo fundamental.