Malvinas: Educación y valores (Entrega Nº 8)­

La Ilíada, La Eneida... y "La Malviniada"­

POR MATÍAS RODAS Y ESTEBAN TRIES­

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­La Ilíada y La Eneida funcionaron para Grecia y Roma como mitos de origen de fabulosos imperios asentados en un pasado heroico de grandes proezas consumadas por sus héroes; proezas recordadas y alabadas de generación en generación por medio de canciones, himnos y fiestas. Así, los héroes míticos estaban presentes en la Historia y la memoria de la cultura grecolatina. El ejemplo del accionar de sus héroes, llevó a la grandeza de los imperios más asombrosos de la historia universal, al punto de marcar el camino para la mayoría de las futuras civilizaciones.­

Gracias a estos mitos de origen, Grecia y Roma consiguieron unir a diversos pueblos que conformaron sus grandes imperios, pueblos que a priori eran sumamente distintos por su origen, geografía, etnia, lengua, religión, modos de vida, etc. Del mismo modo, las civilizaciones posteriores también encontraron en los mitos de origen la forma de lograr la difícil unificación de sus pueblos.­

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EL CASO ARGENTINO­

El caso de Argentina es curioso: pese a carecer de grandes problemas por diferencias étnico-religiosas, la unificación nacional resultó una empresa por demás titánica: los primeros meses revolucionarios de 1810 fueron testigos de la lucha encarnizada entre morenistas y saavedristas, pronto reemplazada por el enfrentamiento entre Buenos Aires y las provincias del Interior, y la lucha entre unitarios y federales. Rosistas versus antirrosistas. Civilización o barbarie. Católicos y laicos; liberales contra nacionalistas. Yrigoyenistas y anti-yrigoyenistas, peronismo y antiperonismo, el campo frente a la industria; y así hasta el infinito.­

En algo más de 200 años de historia, los argentinos seguimos encontrando cada vez más motivos de división, cumpliéndose el vaticinio de Martín Fierro: nos devoran los de afuera.­

Sin embargo, un buen día, las divisiones dejaron lugar a una sólida unión, todo el país tirando del carro hacia un mismo lado: la Guerra de Malvinas. Aquel 2 de abril de 1982, Plaza de Mayo dejó de ser el trofeo de un partido político para ser, junto a todas las plazas del país, el escenario donde se hermanaron los argentinos en un mismo grito: "¡Las Malvinas son argentinas!". Ya desde la recuperación de las Islas algo había cambiado en el proceder argentino: la "Operación Virgen del Rosario" fue coordinada, planificada y ejecutada con una precisión como pocas veces se había visto en estas latitudes.­

Luego, la inoperancia del generalato de escritorio llevó a que la coordinación y planificación fuera olvidada, y que la guerra no fuera vista como una posibilidad real hasta que estuvo consumada. Nuevamente las divisiones, celos y egos hicieron su aparición, imposibilitando una estrategia que reuniera al Ejército, la Aviación y la Marina. No obstante todas las desinteligencias, descoordinaciones, y ausencia de plan táctico o estratégico, la guerra fue llevada adelante por quienes participaron del conflicto con una bravura, ingenio y arrojo impensados para propios y ajenos; al punto de que Inglaterra,­ apoyada por la OTAN, se viera en más de un impensable aprieto.­

Por ello, Julian Thompson, comandante de una de las principales compañías de comandos británica, afirmó que para ellos, la guerra "No fue un paseo"; en tanto que el comandante de la flota británica John Woodward, ante el inusitado daño recibido por el accionar de aviadores argentinos en vuelo rasante, escribió en su diario de los primeros días de junio de 1982: "Si los argies nos soplan en la nuca, nos mandan al fondo".­

Las desventajas armamentísticas y tecnológicas argentinas fueron compensadas con el valor de los soldados, oficiales y suboficiales, hermanados en el cumplimiento de un objetivo común: la defensa de la Patria

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EQUIPO SIN FISURAS­

Aquí es interesante una analogía: una flecha dirigida hacia un blanco. Si bien es la punta afilada de la flecha la que impacta cumpliendo el objetivo, la punta suelta no podría hacerlo: necesita de otras partes, como la vaina, las plumas, la cuerda tensada, el arco en sí mismo, y la persona que ejecuta el lanzamiento; en suma, un equipo compacto. De la misma manera, Argentina funcionó como un equipo sin fisuras ante la gesta de Malvinas: soldados peleando en el frente de batalla, radaristas, mecánicos, ingenieros, civiles, soldados movilizados, camilleros, enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas, el pueblo desde el continente donando sus pocas pertenencias materiales, alumnos de escuelas enviando cartas. Luego de muchos años, los argentinos éramos unidos. Duró poco. La (in) conducción de los generales de escritorio llevó a la derrota militar; pero la guerra dejó varias enseñanzas. ­

Por supuesto que la Guerra de Malvinas es importante por el enfrentamiento bélico en sí (a tal punto, que el mundo entero cambió su estrategia militar tierra-agua-aire luego de Malvinas), pero es más importante aún por los valores que dejó. ¿Una guerra deja valores? Aunque parezca increíble, sí. En primer lugar, la Patria como gran valor, esa Patria bastardeada no sólo por la clase política. También valores como el compañerismo y la unión (¡Cuántas historias malvinenses que ejemplifican estos valores!), la solidaridad, el pensar en el compañero que está a mi lado antes que en mí mismo, aún cuando mi propia situación sea extrema (herido de muerte, el teniente Estévez, en sus últimos suspiros, recomendó a un subordinado suyo que se colocara el casco de un caído para protegerse de las balas enemigas); actuar dándolo todo sin esperar nada a cambio, el compromiso con el cumplimiento de una misión sabiendo que cada uno es un pequeño engranaje dentro de la gran máquina que es nuestra Argentina.­

Desde hace varias décadas, nuestro país atraviesa una gran crisis, que si bien tiene claras referencias económicas, políticas y sociales, es ante todo una crisis cultural: nos quedamos sin valores y por lo tanto sin modelos de bien y mal.­

En realidad, eso nos quisieron hacer creer al pueblo, porque ciertamente existen esos valores y los representa la gesta de Malvinas: cada uno de los héroes que quedaron resguardando las Islas y aquellos que volvieron para seguir combatiendo día a día contra la desmalvinización. Son los héroes nacionales contemporáneos, héroes de carne y hueso, con nombre y apellido. Cientos de ellos no volvieron de la guerra, hubo quienes no resistieron la postguerra, y muchos otros siguen en todos los rincones del país, casi anónimos ante una sociedad que cada vez los reconoce más pero que aún dista mucho de darles su merecido reconocimiento.­

Cabe hacer una aclaración: ¿qué o quién es un héroe? No es la persona que no tiene miedo, sino aquella que actúa a pesar de sus miedos, más allá de su obligación y superando escollos insalvables para el común de las personas, concretando acciones sorprendentes e impensables. Claramente, quienes participaron en la Guerra de Malvinas, desde el lugar que lo hizo cada uno, son nuestros héroes nacionales contemporáneos, a la altura de San Martín y Belgrano: actuaron mucho más allá de su deber y realizaron proezas sin igual,­ provocándole tanto daño a Inglaterra como no lo había recibido desde la Segunda Guerra Mundial, pese a ser la tercera potencia militar de ese momento y estar ayudada por la OTAN y Chile.­

Si la Ilíada y la Eneida fueron los cantos que hicieron grandes, poderosas y unidas tanto a Grecia como a Roma, ¿por qué no aprovechar La Malviniada (término ideado por Nicolás Kasanzew) para encauzar a la Argentina en su destino de grandeza? La Malviniada tiene una ventaja respecto a aquéllas: no es una ficción literaria sino un hecho histórico del que no hay que pedirle a la musa, como en la Ilíada, que nos cuente las proezas de nuestros héroes, sino que aún tenemos a muchos de sus protagonistas para escuchar su historia, aprender a poner en práctica sus valores, y así enriquecernos como Nación.­

¿Argentina puede recuperar las Islas Malvinas? Por supuesto, aunque es difícil saber cuándo, pero sí es claro que será por la vía pacífica.­

Malvinas, con sus valores presentes en los héroes que participaron de la gesta, puede salvar a la Argentina. Sacarla de su letargo y darle los valores que hoy parecen haber desaparecido. Los gloriosos y anónimos soldados del Ejército de los Andes nunca tuvieron su debido reconocimiento. ¿Dejaremos que suceda lo mismo con los veteranos y caídos de la Guerra de Malvinas? Inglaterra y el mundo entero alaban el coraje, arrojo y proezas de los soldados argentinos, ¿los propios argentinos no?.­

Malvinas puede recuperar a Argentina.­