Con Perdón de la Palabra

Piratas del Caribe


Frente a Puerto Príncipe, capital de Haití, donde estaba fondeado, el buque argentino Tosna Star fue asaltado por piratas que portaban machetes, facas y lanzas. El capitán, presa de pánico, se encerró en su camarote. A los tripulantes se los despojó de todo lo que tenían encima.

Realmente lo siento por los tripulantes argentinos y hasta por el capitán, pese a su actuación poco decorosa.

Pero ¡qué quieren que les diga! he disfrutado con esta actuación de piratas en el Caribe, que parece la actualización de los viejos relatos leídos en mi infancia, de Emilio Salgari o de Karl May. Lo cual no permite suponer que apruebe lo actuado por los mismos.

Piratas, Bucaneros, Hermanos de la Costa, Filibusteros. Todas ellas son denominaciones de estos personajes. Pero no Corsarios. Y se equivocó Salgari cuando los denominó así, en sus libros El Corsario Rojo y El Corsario Verde.
Porque corsarios son los que navegan al amparo de una patente de corso emitida por un país beligerente para hacer presas enemigas.

Aquí Bouchard y Espora actuaron como corsarios. Y, en uno de sus abordajes, Bouchard capturó un buque español que navegaba desde Filipinas hacia Europa. Subastadas en Buenos Aires las mercaderías incautadas, se vendió entre ellas un tapiz a bajo precio, representando La Adoración de los Reyes Magos, que quedó en poder de las monjas clarisas. Pasado un tiempo se advirtió que estaba tejido sobre un diseño de Durero y que tenía muchísimo valor. Hoy adorna la sala capitular de la Curia.

Como datos curiosos cabe recordar que Bouchard llegó a lograr que California perteneciera por seis días a las Provincias Unidas del Río de la Plata y obtuvo del rey de Haway el primer reconocimiento de la independencia argentina.

Navegaron con patente de corso expedida por Su Majestad Británica los piratas Drake y Hawkins, dejando aquél huella de su paso por Punta Arenas, localidad que saqueó, inutilizando al retirarse los cañones que la defendían.

Para concluir estos apuntes navales, recordaré que, en diciembre de 1831, en represalia por la detención de tres pesqueros norteamericanos que operaban sin autorización en las Malvinas, el capitán yanqui Silas Duncan, comandante de la Lexington, arrasó Puerto Soledad, en una actuación digna de un filibustero.