El día que retiraron a Gatti

El baúl de los recuerdos. La fecha inaugural de la temporada 1988/89 quedó en la historia por la inesperada de derrota de Boca a manos de Deportivo Armenio. Un gol de Sergio Silvano Maciel le puso punto final a la prolongada carrera del Loco, un arquero inolvidable.

El pase largo de Walter Oudoukian salió hacia el corazón del área de Boca. Como tantas otras veces en 26 años, Hugo Orlando Gatti fue a buscar la pelota.  Casi como un líbero. De hecho, lo era. Lo había sido hasta ese momento. A veces le salía mal. La mayoría, no. Dejar la zona de confort y arriesgarse era parte de su esencia. No podía definírselo como un arquero común y corriente. El destino no le tenía reservada una buena tarde. El Loco, ese apodo que lo definía a la perfección, falló en el cálculo y perdió ante la incursión ofensiva de Sergio Silvano Maciel. El delantero, con la valla desguarnecida, hizo posible la inesperada victoria del Deportivo Armenio en la Bombonera. El equipo de Osvaldo Chiche Sosa iniciaba de un modo impensado el certamen correspondiente a la temporada 1988/89. En cambio, para Gatti ese 11 de septiembre del ´88 todo terminó.

José Omar Pastoriza, el técnico de Boca y antiguo compañero del guardavalla de 44 años en la Selección que participó del Mundial de Inglaterra en 1966, no le perdonó el error. De un día para el otro, el Pato le puso punto final a la carrera de un hombre que atesoraba una trayectoria iniciada en 1962. Sabía el entrenador que los xeneizes no tenían margen de error. Habían cumplido un muy deslucida campaña en el torneo anterior –fueron 12º- y tenían la obligación de mejorar.  La meta, como siempre, era pelear el campeonato y sepultar una sequía que ya duraba siete años. Después del título conquistado en el Metropolitano de 1981 con Gatti en el arco y con Diego Maradona y Miguel Brindisi como estandartes, Boca sólo sabía de frustraciones.

El DT había apostado fuerte con los refuerzos. Entendía que no disponía de demasiadas posibilidades. Era ganar o ganar. De lo contrario, sus días en la Ribera estarían contados. El club incorporó a Carlos Fernando Navarro Montoya, un arquero surgido de Vélez que respondía a un estilo muy similar al de Gatti; a Juan Ernesto Simón (Racing de Estrasburgo), un zaguero de clase internacional; un mediocampista de enorme jerarquía como Claudio Marangoni (Independiente) y un delantero de gran nivel como Walter Perazzo (San Lorenzo). Carlos Tapia había regresado de su excursión por el Brest francés. También habían llegado el defensor Pablo Erbín (River) y Alejandro Barberón, un viejo conocido de Pastoriza en Independiente.

Deportivo Armenio tenía metas mucho más modestas. Afrontaba su segunda temporada en Primera División luego de una espectacular campaña en el primer Nacional B de la historia, en 1986/87. Venía de un más que digno 13º puesto a sólo un punto de Boca en su debut en la máxima categoría del fútbol argentino. Chiche Sosa había tomado las riendas del equipo y sumó al plantel a Silvano Espíndola, un mediocampista ofensiva que había sido compañero de Maradona en Argentinos, a un pibe que asomaba como una gran promesa como Lorenzo Frutos (San Lorenzo) y al uruguayo Italo Ortiz, aguerrido volante que había jugado en Racing.

Antes de la equivocación de Gatti y el acierto goleador de la Fiera Maciel, Boca había arrinconado a Armenio contra su arco. Jorge Ricardo Sarmiento se estaba convirtiendo en la figura de la cancha. Con un físico grandote y pesado en apariencia, se convertía en un obstáculo infranqueable para los delanteros auriazules. Sus continuas intervenciones constituían una confirmación evidente del dominio de Boca. Pero los locales no acertaban.

Y de pronto salió el pelotazo de Oudoukian. Gatti hizo lo que tantas otras veces le había salido bien. Maciel le ganó la pelota y lo dejó en ridículo. Con el 1-0 en contra, el equipo del Pato siguió buscando. Una y otra vez chocó con Sarmiento. Los defensores Ricardo Gándaras, Miguel Gardarian y Daniel Kuchen también hacían su parte. Los dirigidos por Sosa no podían aspirar  a más que aguantar y rogar que el tiempo acelerara su paso. Cada minuto se hacía interminable.

Los atacantes xeneizes no acertaban una. Alfredo Graciani, Perazzo y la Porota Barberón perdían casi siempre con sus marcadores y cuando lograban espacios para definir surgía esa muralla que respondía al apellido de Sarmiento.  Apagado Tapia, Marangoni llevaba al equipo hacia adelante con la férrea colaboración de Fabián Carrizo.  Los centros de los marcadores de punta Luis Abramovich y Enrique Hrabina eran rechazados por la retaguardia de Armenio con llamativa facilidad. La impotencia de Boca era tan grande como el fracaso que se estaba consumando.

Un equipo inmensamente superior en jerarquía y recursos estaba cayendo a los pies de uno tan humilde que sólo por un milagro -y un fallo inesperado- podía dar semejante golpe en la mismísima Bombonera. El 1-0 no se alteró hasta el final.

RICA HISTORIA, SIN FUTURO

No llovieron los insultos para Gatti. No correspondía. Nadie se habría atrevido a señalarlo como el único culpable de la derrota. Ni siquiera la tensa relación que mantenía con La 12, la eterna barra de Boca, justificaba que se fuera bañado en insultos. El Loco era un ídolo del club. Había sido el puntal defensivo en las doradas épocas del equipo dirigido por Juan Carlos Lorenzo que conquistó América y el mundo en los ´70 (le atajó un penal inolvidable a Vanderlei, de Cruzeiro, en la final de la Libertadores de 1977), una genialidad suya cortando una pelota y avanzando hasta el otro lado de la cancha le había servido el gol del campeonato a Hugo Perotti en 1981…

Las hazañas del Loco eran innumerables. Su particular estilo cosechaba tantos elogios como críticas. De joven se había atrevido a cuestionar a una gloria del arco como Amadeo Carrizo cuando eran compañeros en River. Había debutado en Atlanta y luego pasó por Gimnasia y Esgrima La Plata y Unión -en ambos equipos se destacó- antes de llegar a la Ribera en 1976, donde ganó tres títulos locales y otros tantos internacionales (dos Libertadores y una Intercontinental). También había tenido actuaciones importantes en la valla de la Selección -la más famosa, en la nieve de Kiev en el ´76 en un triunfo por 1-0 sobre la Unión Soviética- y pudo haber sido el arquero en el Mundial ´78 de no haber sido por una inoportuna lesión.  Aún hoy comparte con el Pato Ubaldo Matildo Fillol el récord de penales atajados en Primera (26) y nadie jugó tantos partidos como él (765)…

Tenía una historia enorme. Pero después de ese maldito 11 de septiembre Pastoriza decidió que Gatti ya era pasado. En la fecha siguiente, un Superclásico contra River en el Monumental, el titular fue el Mono Navarro Montoya. El Loco no volvió a ser tenido en cuenta. Durante mucho tiempo siguió proclamando que era el mejor, que era un adelantado a su tiempo.  Nunca anunció su retiro. No pudo reconocer que ese día el gol de Maciel lo retiró para siempre.

LA SINTESIS

Boca 0 – Deportivo Armenio 1

Boca: Hugo Gatti; Luis Abramovich, Richard Tavares, Pablo Erbín, Enrique Hrabina; Fabián Carrizo, Claudio Marangoni, Carlos Tapia; Alfredo Graciani, Walter Perazzo, Alejandro Barberón. DT: José Omar Pastoriza.

Armenio: Jorge Ricardo Sarmiento; Ricardo Gándaras, Miguel Gardarian, Daniel Kuchen, Adrián Fernández; Italo Ortiz, Ramón Gallardo, Lorenzo Frutos (Gustavo Pitasi), Silvano Espíndola (Miguel Oviedo); Sergio Maciel, Walter Oudoukian. DT: Osvaldo Sosa.

Incidencias

Gol: Primer tiempo: 33m Maciel (A).

Cancha: Boca. Arbitro: Francisco Lamolina. Fecha: 11 de septiembre de 1988.