BuenaData en La Prensa

¿Terminaremos en la tierra de la libertad, pidiendo más control social?

Es posible que nunca hayamos vivido algo así, pero no es la primera vez en la historia que catástrofes, pestes y acontecimientos nefastos parecen ensañarse con los humanos, mostrándoles su vulnerabilidad.
 
En cada caso, la vida y la visión del mundo se modificó. Soportar las penurias que toda crisis trae aparejada produce un cambio en el corazón. Toda crisis trae un cambio.
 
Ante el horror de las grandes guerras mundiales surgió, con palabras o sin ellas, la pregunta sobre cómo Dios podía permitir semejantes atrocidades. Frente al caos y la desesperanza, vivir el hoy era la única salida. La sola certeza de la existencia desnuda puso al hombre frente a la nada. El existencialismo ateo floreció como respuesta al sujeto de posguerra. Hombre sin Dios, tratando de navegar en el sinsentido de la vida, disfrutando de los placeres materiales al máximo posible. Esta cosmovisión impregnó muchos movimientos culturales del siglo XX y nos acompaña hasta nuestros días. Consumismo, materialismo, ateísmo, hedonismo, relativismo moral, en la educación, los medios y la ciencia
 

Tenemos tiempo

 
La cuarentena por la pandemia del COVID-19 está generando modificaciones en la vida cotidiana. Es probable que muchos estén reflexionando sobre sus vidas y prioridades que no habían estado presentes hasta ahora. O verdades que no se asumían. De repente, nos damos cuenta que tenemos tiempo, que podemos hacer casi todo sin estar atados a horarios. Se estima que un cuarto de la población mundial está recluida en sus hogares y se está dando cuenta de que tiene tiempo…y que siempre lo tuvo. Solo que estuvo invertido (o gastado) en actividades que ya no puede ejercer, algunas casi esenciales, otras prescindibles. 
 
Como en una situación de guerra global, los medios nos muestran que no hay ningún lugar habitable en el planeta que sea totalmente seguro y nuestra mente se enfoca en como salvarnos de esta peste, como proteger a nuestras familias y como vamos a subsistir económicamente. Es lógico. Nunca antes se había dado una pandemia en la que todo el mundo tuviera la posibilidad de recibir por distintos medios semejante cantidad de información y comentarios sobre una enfermedad. Algo inédito. 
 

¿El fin de la vida privada?

 
Nos llegan noticias del extremo control que llevan adelante algunos estados asiáticos: Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur. Tal como relata Byung-Chul-Han, en el diario El País de España sobre esos Estados “tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. La vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas”.
 
Con doscientos millones de cámaras de vigilancia, en China cada ciudadano es evaluado en su conducta social. Sometido a observación, castigado o premiado por sus elecciones, sus compras, sus lecturas o sus comentarios en las redes. Casi no existe la protección de datos. No hay “esfera privada”.
 
Si bien esta infraestructura para la vigilancia digital parece resultar muy eficaz para contener la epidemia ¿se avisoran las consecuencias? Esto es extraño y aberrante en occidente. ¿Terminaremos en la tierra de la libertad, pidiendo más control social?
 

Oportunidad

 
Crisis deriva de la palabra griega krisis que significa “decisión”. El verbo krino -yo decido, separo, juzgo- designa al momento en que se produce un cambio muy marcado en una enfermedad, en la naturaleza, en la vida de una persona o de una comunidad. La crisis es como un salto: la orilla segura se dejó y no se vislumbra la de llegada. Ya no hay forma de retroceder, ni de asirse. La crisis es un corte en la rutina, un momento de inestabilidad que se vive con angustia, pero ofrece la compensación de una oportunidad de crecimiento. 
 
Así como en la II Guerra Mundial la humanidad se preguntó cómo Dios la permitía y asumió  erróneamente su inexistencia.  Quizás hoy nuestra pregunta existencial sea qué hemos hecho mal para llegar hasta aquí. De Quien siempre nos acompaña y de la respuesta que demos como humanidad saldrá nuestro futuro.
 
 
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