Entre cuarentenas y contradicciones

 

En el mundo se toman medidas extremas ante la propagación del coronavirus. España e Italia cerraron el país ante el avance de la enfermedad. Entre nosotros, como no podía ser de otra manera, no terminamos de decidirnos qué es lo que conviene hacer. Y entonces vamos de un lado al otro cometiendo algunas contradicciones realmente llamativas. Cerramos cines y teatros pero tardamos mucho en pensar si cerramos las escuelas. ¿Será porque dicen que los niños se contagian menos? Decimos que estamos preparados para la emergencia, pero la realidad es otra, si el número de pacientes creciera exponencialmente no debemos olvidarnos que en nuestros hospitales cuanto mucho puede haber en los mejor dotados hasta seis respiradores artificiales y ni hablar de las camas de terapia intensiva. 

Eso si tomamos como referencia la Ciudad porque si cruzamos la General Paz, el cuadro es mucho más dramático, en la mayoría de los nosocomios dependientes del Estado, si caen tres personas mayores con neumonía por el coronavirus, una casi está condenada a morirse porque no hay equipos para asistirla. Es así y no nos mintamos más. De nada vale el valor de nuestros médicos y enfermeras cuando carecen de elementos fundamentales para hacer frente a semejante aluvión de pacientes. 

Este fin de semana los shoppings estuvieron repletos de gente y nadie advirtió que las colas en los patios de comida mantienen a las personas con una distancia menor al metro. No se entiende bien cómo se determina qué sí y qué no. El fútbol es otro de los ejemplos bochornosos. Los jugadores no querían que se iniciara el nuevo torneo llamado La Súper Liga. El secretario general del gremio de los futbolistas, acostumbrado a traicionar a sus afiliados, no quiso opinar. El club River Plate decidió no presentar el equipo para no correr riesgos ya que tenía un jugador de su plantel con los síntomas de la enfermedad y recibió el apoyo del resto de los todos los jugadores. Pero como "el negocio debe continuar", Marcelo Tinelli, presidente del nuevo formato y su segundo Hugo Moyano, aprovecharon la decisión del presidente de River para denostarlo y hablar de fuertes sanciones. Siguen pasándose factura sin tener en cuenta la salud de los jugadores. No quieren perder derechos televisivos y esas cosas. Este juego de miserias lo denunció el propio Alberto Fernández.

Los controles siguen siendo laxos y aunque hablan de duras penas a quienes no cumplan la cuarentena, no dicen cómo harán para poder controlar a tanta gente ni quién estará a cargo de esto. Gestos y discursos y después un vacío imposible de llenar. Hablamos de Ezeiza y pareciera que es la única puerta de acceso al país, pero nada sabemos sobre lo que se está haciendo y desde cuándo en las fronteras donde cada día ingresan miles y miles de ciudadanos extranjeros que nadie revisa ni controla . Lo mismo ocurre con los puertos, donde llegan barcos de carga y cruceros de todas partes del mundo. El coronavirus asusta, pero a los argentinos los asusta un poco menos, compramos alcohol en gel y hasta inútiles barbijos pero viajamos hacinados en vagones de trenes y subtes o en colmados colectivos y nadie advierte que allí un solo pasajero infectado ocasionaría indefectiblemente una catástrofe sanitaria.

Queremos que cierren los lugares de trabajo donde haya mucho personal pero el domingo convocamos atoda la familia y los amigos para festejar el cumpleaños de la abuela. Y nadie puede poner las manos en el fuego sobre si en una familia no hay alguien que ya tenga el virus en su etapa de incubación. Más contradicciones.

El Presidente pidió solidaridad pensando que estaba en otra Argentina. No somos solidarios, terminemos de etiquetarnos así cuando nos conviene. Somos un pueblo de egoístas donde cada uno piensa en cada uno y no queremos darnos cuenta que somos los demás de los demás. Le pongo un ejemplo querido lector: si usted llega a la farmacia para comprar alcohol en gel primero deberá pagar un precio exorbitante por el producto porque el farmacéutico no piensa en la salud de sus clientes sino en su propio bolsillo y entonces "roba". Sigo: si en el mostrador quedan los últimos dos envases del ansiado desinfectante usted querrá llevarse los dos, sin tener en cuenta que la persona que está detrás suyo necesitaba el producto igual que usted. Compartir solo si me sobra, ese es el lema. 

Hay mucha confusión mundial sobre el tema del coronavirus y es verdad que a veces las medidas parecen exageradas ante una mínima cantidad de víctimas, pero nadie sabe cuándo y dónde termina esta pandemia. ¿Qué pasará cuando llegue a barrios marginales donde el hacinamiento es inevitable? Claramente no estamos preparados para esto, no tenemos la infraestructura necesaria para enfrentar esta situación. Si queremos colaborar a serenar los ánimos y evitar el pánico generalizado, seamos obedientes por una vez de las disposiciones oficiales, respetemos los consejos que nos dan los expertos y pensemos que estamos solo en el comienzo de lo que puede de verdad ser una tragedia. Nadie lo sabe por lo que especular, es una estupidez.

V. CORDERO