SEMANA ECONOMICA

Martín Guzmán o el fin de los superministros de Economía

Se terminó la época de los superministros de Economía. Hace tiempo ya que al frente del Palacio de Hacienda no quedan nombres que por su propio peso se impongan en el escenario local. Más allá de las adhesiones o el rechazo que puedan generar, funcionarios de grueso calibre como fueron en las últimas décadas José Alfredo Martínez de Hoz, Juan Vital Sourrouille, Domingo Cavallo o Roberto Lavagna son ahora una especie en extinción.

Con estrategias equivocadas, con éxitos parciales, diseñadores de políticas económicas que intentaron cambiar la matriz argentina, en algunos casos, o verdaderos bomberos que salieron a apagar las llamas de las crisis, hombres de semejante perfil han sido suplantados por economistas ignotos, profesionales que no le hacen sombra al presidente de la Nación. Ya no hay discusión en torno a quién es el padre del modelo, si es que hay modelo.

Hubo una época, ahora lejana, en la que todo el mundo sabía quién era el ministro de Economía. Hasta los pibes de la escuela primaria podían entender de qué estaban hablando sus padres cuando, sobre la mesa familiar, se volcaban esos nombres en la ardua conversación de los adultos. En contraste con la figura del superministro que concentraba poder en la toma de decisiones, lo que impera hoy es la baja exposición y la división de tareas.

Economía se ha vuelto una cartera de mil cabezas, una hidra que, como ocurrió en la gestión Macri, terminó por socavar el propio modelo económico ante la lucha por imponer cada sector sus propios planes y visiones de país. Podríamos citar, para dar un ejemplo, la política de actualización de tarifas energéticas de Juan José Aranguren, que echaba por la borda cualquier intento del Banco Central por frenar la inflación.

Lo cierto es que por estas horas el argentino de a pie, el trabajador en todas sus formas que no necesariamente sigue al detalle las noticias de economía, debe estar preguntándose quién es Martín Guzmán, el nuevo ministro designado por Alberto Fernández. No cuesta mucho imaginar el diálogo en la oficina, el intercambio de whatsapps con algún amigo: 

- ¿Che, sabés quién es este Guzmán, el nuevo ministro de Economía? 

- No, ni idea. Un tapado.

FOR EXPORT

Podría decirse que Martín Guzmán es un economista for export. Investigador y profesor en la Universidad de Columbia, Nueva York, es director del programa sobre reestructuraciones de deudas soberanas. Ostenta como un galardón, una marca que lo distingue en su currículum, haber trabajado codo a codo con Joseph Stiglitz, el Premio Nobel de Economía favorito de Cristina Fernández.

Que Guzmán, un teórico y estudioso de las reestructuraciones de deuda, esté al frente del Palacio de Hacienda arroja como conclusión inevitable que la prioridad del gobierno de Alberto Fernández es sentarse a negociar con el Fondo Monetario Internacional y los acreedores privados para rever los vencimientos de los préstamos que deben afrontarse en 2020, y que suman alrededor de u$s 35.000 millones.

Rediseñar la deuda y ganar oxígeno para pagar, como dice Fernández, una vez que la economía se haya puesto en marcha parece ser entonces un objetivo clave. Una modalidad similar a la implementada por Néstor Kirchner, cuando le pidió a los organismos y bonistas que dejaran crecer a la Argentina para que pudiéramos honrar las deudas.

La mirada urgente de AF está puesta entonces fronteras afuera. Allí está la papa caliente. El flanco interno, que dista de ser un paraíso, con la pobreza en el 40%, una pertinaz recesión y un proceso inflacionario que este año cerrará en el 55%, será atendido por el resto del equipo económico. Ahí se destaca entonces la figura de Matías Kulfas, un hombre de Alberto, puesto en el sillón del Ministerio de Producción.

Tiene Guzmán una mirada clara sobre lo que Argentina debe hacer con la deuda externa. El 19 de octubre, en una entrevista con el periodista Ezequiel Burgo del diario Clarín, expresó sus ideas al respecto:

* "El problema central que enfrenta el país es la deuda. Si no lo resuelve, no habrá forma de implementar un programa macroeconómico que le permita recuperarse. De ahí que reperfilar los vencimientos sea imperioso. El tema es qué tipo de reperfilamiento hacer. En mi opinión, no sólo deben incluirse el capital sino también los intereses. Argentina necesita una negociación bastante más elaborada y compleja que la que hicieron otros países".

* "Alargar el vencimiento del principal implica cambiar un contrato por otro parecido, sólo que vence más adelante, mientras los bonistas seguirían cobrando un cupón a los valores estipulados y en un contexto de tasas internacionales bajas. Esto puede ser un buen negocio y por lo tanto más fácil de lograr en una negociación. Pero sería un reperfilamiento que no funcionaría para la macroeconomía".

* "Hay cuatro alternativas de recursos: ajustar gasto, subir impuestos, emitir pesos para comprar dólares del saldo comercial o tomar más deuda. Las dos primeras son contractivas y la tercera generaría presión sobre el mercado cambiario y caída del salario real. ¿Tomar más deuda? El tema es con quién. Una posibilidad es un reperfilamiento que no incluya los intereses y apostar a un shock de confianza para regresar a los mercados a tasas bajas. Creo que si Argentina va por ahí volvería a pedir prestado pero a tasas altas. Es un camino que ya probó Macri y fracasó. Otra opción es pedirle más dinero al FMI. Pero tampoco lo recomendaría, sería exponerse más a un esquema que no ha funcionado. Por todo esto no me cierra que Argentina pague los intereses de la deuda en forma plena".

* "Hay elementos del caso uruguayo que son deseables para lo que Argentina necesita, por ejemplo, estirar el plazo de los vencimientos del capital. Pero nuestro país tiene que hacer algo con los intereses. Uruguay no lo hizo y a cambio se comprometió a un nivel de superávit fiscal primario de manera inmediata que Argentina no tiene capacidad de lograr en un año. Está claro que hay que ir hacia el superávit primario porque esa es la condición para estabilizar la deuda. Pero no en el tiempo que lo logró Uruguay. Las negociaciones de un reperfilamiento que incluyan capital e intereses son más complejas que las que sólo incluyen capital".

* "La sostenibilidad depende de variables que el país no maneja. Se habla del caso de Uruguay pero ellos se beneficiaron de dos shocks externos: boom de commodities y crecimiento de la Argentina. A Uruguay le fue bien porque tuvo un escenario externo muy positivo. Argentina, si hiciera algo similar y tuviese un golpe fuerte de suerte, no tendría problema. El tema es que cuando se hace un reperfilamiento, se realiza en condiciones de incertidumbre y no tiene sentido apostar a la suerte porque si no llega, se estará peor y se habrá perdido tiempo".

* "Si el sector público resuelve el tema de la deuda, los privados deberían enfrentar condiciones crediticias mejores a las actuales. El Estado debe hacer una política de deuda para que las empresas estén en mejores condiciones de producir y competir a nivel mundial".

* "Desde 1970 más de la mitad de los experimentos de reestructuración y reperfilamiento con el sector privado fueron seguidos por otra reestructuración o default en un lapso de cinco años. Esto ocurre porque cuando se negocia muchas veces se reescriben contratos y los acreedores no quieren perder derechos, desean darle poco alivio al país por si termina creciendo mucho o tiene un golpe de suerte. En promedio, desde 1970, la carga de deuda para un deudor que reestructuró aumentó previo al default".