El terremoto de las PASO

Todo está en manos del votante independiente

 

Por Martín Hary

Frente a las adversidades uno puede resignarse, bajar los brazos, o ilusionado creer que se puede sobrellevar la situación, y esto último, de dos maneras: suponer que se pueden revertir los hechos mágicamente o que uno puede adaptarse a la nueva circunstancia con un mínimo de daño. Quizás lo más acertado es atenerse -con la mayor objetividad posible - a lo sucedido, y a partir de allí, sin voluntarismos, visualizar un cuadro de situación, a partir del cual, ahí sí, actuar con energía, con garra. 
Enumeremos datos de la realidad:

1 - Una gran masa de votantes que en las legislativas del 2017 dieron el triunfo a Cambiemos, migraron. Son aquellos que no están enrolados en preferencia política alguna, el conocido voto independiente. Ciudadanos que con todo derecho manifestaron su mal humor, su desencanto por la crisis económica del 2018; les habían tocado su billetera y esto es lo que en definitiva les importó.

2 - El lunes se derrumbaron estrepitosamente los mercados y la cotización del dólar, dando un brinco, se catapulto a 60 pesos. Para decirlo en otras palabras -tal como lo señaló Marcos Novaro- hubo una violenta colisión entre las expectativas del mercado, del empresariado, con la voluntad de los votantes.

VOTOS BRONCA

De ahí en más, lo primero que hay que preguntarse es cuántos de estos votos son genuinamente de los dos Fernández y cuantos son los llamados votos bronca productos del malhumor social. Entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio hubo una diferencia de 3.400.000 votos; en vistas de lo sucedido en el 2017, cabe suponer que esta gran masa de votantes es mayoritariamente del segmento llamado voto independiente, aquellos que reaccionaron al haber visto disminuidos sus ingresos por la crisis del 2018.

Reparando sobre el perfil que tienen estos votantes, es presumible que en octubre van a priorizar la alternativa que mejor cuide su billetera o por lo menos la alternativa que menos quebranto o estragos monetarios le sugiera. Entonces cabe la pregunta: ¿Cuántos de estos votantes van a persistir en su opción y cuantos van a reverla? 

Si suponemos que la mitad de esos votantes, es decir 1.700.000 votos abandonan a los Fernández y migran a Macri, ambos contendientes quedan empatados, la enorme diferencia que sacó en las PASO el Justicialismo K se esfumo. ¿Es disparatada esta suposición? No lo sabemos, pero este cambio sólo es posible si el Gobierno, en estos meses, no pierde los estribos.

Sintonicemos con el votante independiente. La estampida del dólar, la remarcación feroz de mercaderías en supermercados o en donde fuere, la zozobra general en la cual ha entrado el país, esa situación angustiante a quién o a qué este ciudadano temeroso de su situación se la va a atribuir. 
Y además, ¿qué presagio le brinda este tembladeral sobre un futuro gobierno de Alberto Fernández?. Es decir, qué ruido le hace.

Supongamos que en efecto los Fernández gocen del favor popular y ganan las elecciones de octubre, qué puede intuir o qué esperanzas ha de abrigar ese votante. Qué ilusiones, fantasías o concretas y bien fundadas esperanzas puede tener como para darle su voto.

TRANSICION ORDENADA

Hay que destacar, particularmente en el mundo de los negocios, esa idea o ilusión de compaginar "algo que sea como sea" o, como lo llaman (ya con cierta aprehensión), "una transición ordenada". En otras palabras, la idea de este empresario grande o pequeño es viendo cómo acomodarse a las nuevas circunstancias políticas, y esto con el menor daño posible. ¿Es eso posible? ¿Los Fernández pueden dar cierta credibilidad, un horizonte previsible apto para la actividad empresaria, una economía relativamente estable para los negocios? 

Más allá de lo económico, en lo político, en lo que hace a su frente interno, ¿es esta nueva versión peronista estable o corre el riesgo de luchas internas de poder? ¿Serán estas luchas moderadas, dentro de lo normal o serán feroces? Y si hay convulsiones, ¿esto no pondrá en riesgo la ya de por sí magra actividad económica?. Así, sobre esta línea de elemental pensamiento, resultan sorprendentes ciertas elucubraciones en las que incurren analistas, empresarios y políticos sobre una eventual viabilidad.
Alberto Fernández, si llega a la presidencia, no la va a tener nada fácil. por más que sea hábil y escurridizo. Los problemas a los cuales se enfrentará son monumentales. 

Vayamos por partes. En materia económica ya podemos descontar la actitud del mercado, en particular la de los mercados externos y el propio FMI: cabe suponer que nos darán la espalda. ¿Podremos con esas gravísimas restricciones evitar el default? 
Fronteras adentro, la actitud de los emprendedores no va a ser mejor, cada cual buscará cómo resguardarse y evitará arriesgar en inversiones productivas, en tomar personal. Por su parte los gremios, las agrupaciones sociales, en suma casi todo el espectro de la calle querrá ver mejoras en sus ingresos, pues para eso los votaron. ¿Cómo cubrir esas demandas en un país donde 19 millones de personas reciben mensualmente un cheque del Estado y donde escasamente trabajan 12 millones de individuos? ¿Cómo cubrir un déficit descomunal sin el apoyo externo que tiene actualmente Macri, más con una presión tributaria que bordea lo confiscatorio? El único camino parecería ser la emisión monetaria y ésta -contrariamente a lo que afirmó Kicillof- es siempre inflacionaria. Por este camino, nuestra tasa inflacionaria -ya de por si sideral- se espiralizaría en el corto a mediano plazo, bordearemos la hiperinflación.
Frente a estos interrogantes que cada cual se hará o debería hacerse, ¿no conviene serenarse, poner los pies en tierra y mirarle a las dificultades de frente, desapasionadamente?.

EL QUID

Ahora bien, de cara a octubre: a ciencia cierta puede decirse que, si el Gobierno no entra en pánico, nada está definido, todo está en manos de esa porción del llamado electorado independiente. ¿Entonces qué debería hacerse para seducir a esos votantes?
Comencemos por Alberto Fernández. El tiene un as en la manga. Tiene mística ganadora, y actúa como futuro presidente, pero a su vez tendría que despejar las dudas sobre si él va a ser el jefe de Estado en ejercicio. Luego, si va a poder domeñar el déficit público sin ayuda externa, esto es, si va a poder dar un horizonte previsible para la actividad económica. Ese apoyo lo podría conseguir -como sugiere Guillermo Calvo- llevando adelante la reforma laboral y previsional.

Finalmente, que es lo que va a hacer en materia institucional. ¿Será obligado a pasar por encima de lo ya actuado por la Justicia y con ello incurrir nuevamente en la impunidad? ¿Podrá encolumnar al partido Justicialista tras de sí y mantener un status quo con Cristina Fernández?
Macri, a decir verdad, si bien sufre el desgaste, en los puntos anteriormente mencionados tiene el horizonte mucho más claro, si bien, y ciertamente, las cuestiones económicas no son para nada sencillas y ha tenido grandes tropiezos, tiene a su favor un enorme respaldo que le da el mundo entero. Es decir, financiación va a haber. 

En materia institucional tiene una ficha mucho más limpia que sus contendientes, lo suyo -a pesar de manquedades- es democrático y republicano. Pero él y el Gobierno todo ha adoptado una actitud de abatimiento, de estar vencidos al punto de no saber si tendrán que entregar el poder antes de tiempo en medio de un caos imposible de controlar. Esta falta de garra les juega tremendamente en contra. 
Macri o Juntos por el Cambio debería desarrollar una mística de revancha, de que van a salir a la cancha con la cabeza en alto, y esa mística hay que transmitirla al votante. No es tan difícil, entre otras cosas, porque los Fernández tienen muchos flancos débiles, de incertidumbres a futuro. Cambiemos tiene la obligación de dar pelea, aun si pierde en octubre, para mantener el partido, para que Juntos por el Cambio no se desintegre.

Finalmente, sería un grave error cambiar todo su gabinete, pero si Macri quiere tener mayores posibilidades en octubre, debe desprenderse de ciertos colaboradores irritantes, caso la presencia de Marcos Peña y en menor medida Durán Barba.

No es una cuestión de capacidades o desempeño honesto, esto nadie lo pone en duda, pero es un hecho palpable en las conversaciones con cualquiera, que se trata de funcionarios que no gozan del favor del público. Si vamos a mitigar la bronca acumulada por ese elector independiente, la única forma de hacer que repiense su voto, es entregando la cabeza de Peña y Durán Barba. 
Es refrendar de un modo contundente aquel "los escuché", el pedido de disculpas que Macri hizo públicamente dos días después de la elección. La naturaleza humana no es absolutamente lógica, hay emotividades y reacciones ancestrales. Esto es psicología social pura. Es la manera de que un Macri golpeado, que ha recibido un castigo, una oleada de voto bronca, vuelva a congraciarse con su pueblo, a restablecer cierta alianza. Ciertamente la eliminación del IVA a los productos alimentarios es una buena cosa; pero la reacción del público es por el momento: ¡Ahora lo van a hacer! ¿Por qué no lo hicieron antes?

No sucede lo mismo con el resto del elenco: Vidal (por más que sufrió un castigo tremendo en las PASO) es una persona con cierta popularidad, lo mismo puede decirse de muchos otros, desde Frigerio a Carolina Stanley o incluso Patricia Bullrich. Otro tanto respecto de Miguel Angel Pichetto, cuya incorporación al equipo fue un acierto total, es el único que tiene una clara visión de la política y muchísima garra. En estos días, frente al grueso de Cambiemos, hizo una arenga maravillosa.
"Todo puede ser", como dijo días atras Víctor Cordero en este mismo diario. Todo puede ser, cada cual verá cómo convencer al electorado independiente, pero no se olviden de la resiliencia.