La única batalla que el Gobierno ni siquiera intentó dar es la batalla cultural

"La política argentina volvió a su modelo de democracia autoritaria"

En opinión del reconocido historiador, Luis Alberto Romero, la institucionalidad republicana, vista desde 2015, semeja una suerte de flor exótica que creció entre todo tipo de dificultades -económicas, sociales y estatales- y sólo sostenida por la maravillosa fe de la civilidad.

"El gran pantano sobre el que intentamos construir la democracia tiene tres grandes secciones: el mundo de la pobreza, un Estado en "muy mal estado", y finalmente una tradición cultural e ideológica antiliberal, que hoy es dominante".

Desde ese marco de referencia -o base teórica y conceptual- se desarrolló la entrevista que "La Prensa" mantuvo con Luis Alberto Romero, profesor de Historia, ensayista y ex investigador principal del Conicet.
(Luis Alberto Romero es hijo de José Luis Romero, intelectual argentino recordado como impulsor de la corriente de renovación historiográfica que propició a mediados de la década del 50, los criterios de la Historia social en la Argentina).

No faltaron durante el diálogo con Luis Alberto Romero, reflexiones y enfoques analíticos sobre la realidad actual. "No es poca cosa que haya medio país (un poco más o un poco menos de medio, cosa que hoy es decisiva) que quiera encarar la solución de estos tres problemas. Pero alrededor de ellos se ha conformado un statu quo (estado de cosas), muy resistente", subrayó el entrevistado.

PARTIDOS POLITICOS

-¿Cuál fue el rol histórico e institucional de los partidos políticos en la Argentina?

-Los partidos fueron importantes desde el comenzo de la democracia de masas, en 1912, y funcionaron como organizadores de la opinión. Hasta 1955, y durante toda la experiencia democrática, estuvieron muy marcados por liderazgos fuertes y tendencias al "unanimismo" (pretensión de la unanimidad o de que un solo criterio rija en un país o en una sociedad), más fuertes en algunos casos que en otros. Entre 1955 y 1983, por distintas razones, perdieron significación frente a otros factores de poder. Luego de 1983 resurgieron con mucho vigor, lo cual fueron perdiendo a medida que la democracia republicana de entonces se fue transformando en otra escasamente republicana y liberal. La crisis de 2001 los pulverizó y casi no se han recobrado. La UCR es una excepción -relativamente- pero es casi un objeto de museo que sirve para enseñar cómo fueron las cosas en otros tiempos y, sobre todo, como debieron haber sido.

-¿Recuerda, como historiador, alguna época o años aciagos en que hubo en el país una "polarización" o división política y electoral, en dos extremos tan opuestos como los existentes en la actualidad?

-Si, por supuesto, durante el primer peronismo, entre 1946-55. Solo que el predominio del peronismo era indudable, más allá de la falta de libertades.

INSTITUCIONALIDAD

-Desde la propuesta fundacional de (Raúl) Alfonsín en 1983, y pese a los diez años de (Carlos) Menem y los doce de los Kirchner (Néstor y Cristina), ¿se mantuvo la institucionalidad republicana?

-La institucionalidad republicana se me hace, vista desde 2015, una suerte de flor exótica, que creció entre todo tipo de dificultades -económicas, sociales y estatales-, y solo sostenida por una maravillosa fe de la civilidad. La fe y la ilusión no son eternas, y al agotarse , la política argentina volvió a su ya clásico modelo de democracia autoritaria. En el borde del precipicio, la elección de 2015 abrió una posibilidad. Hoy estamos en vísperas de saber cómo sigue la historia.

-¿Considera que la "virulencia de los factores desestabilizadores" (golpes militares) -tal como Usted mismo indica en sus escritos- se ha "atemperado", o por el contrario son un peligro siempre latente?.

-Los golpes militares son hoy inimaginables, aunque la frase "nunca más" no existe en el vocabulario de los historiadores. Los factores desestabilizadores siguen existiendo, con otras formas. Pero lo cierto es que el recurso a los militares fue tradicionalmente un recurso fácil, al alcance de cualquier desestabilizador, y hoy , a falta de lo fácil, ante una crisis todos buscamos una salida dentro del orden institucional, aunque sea mínimo.

-¿Existe, desde un enfoque analítico, una base para la democracia mucho más consolidada que en 1983, o el futuro sigue siendo poco promisorio e incierto?

-Creo que el gran pantano sobre el que intentamos construir la democracia tiene tres grandes secciones: el mundo de la pobreza, donde no se forman ciudadanos, un Estado en "muy mal estado", con un Estado de derecho poco respaldado, y finalmente una tradición cultural e ideológica antiliberal, que hoy es dominante. No es poca cosa que haya medio país (un poco más o un poco menos de medio, cosa que hoy es decisiva) que quiera encarar la solución de estos tres problemas. Pero alrededor de ellos se ha conformado un statu quo (estado de cosas o también "situación actual"), muy resistente.

ERRORES DE EJECUCION

-¿Está de acuerdo con algunas de las reformas políticas e institucionales llevadas adelante por el actual Gobierno? En caso afirmativo, ¿podría citar algunos ejemplos?

-Estimo que todo lo que inició el Gobierno estuvo bien orientado. A veces hubo errores de ejecución, pero sobre todo pesó la resistencia de los intereses establecidos. La única batalla que el Gobierno ni siquiera intentó dar es la batalla cultural.

-¿Cómo se logra más transparencia institucional, más controles del poder (en cuanto a la gestión de los funcionarios), y mayor eficacia en el combate contra la corrupción?

-Tiene que ver con dos cosas. Una es la calidad del Estado, su capacidad de gestión y la ética de sus funcionarios. La otra es la vigencia del principio del gobierno de la ley, y esto depende no solo de la capacidad del Estado para hacerla cumplir sino de las creencias y valores sociales, es decir la convicción de que con la ley todos vivimos mejor, y que lo correcto es sostenerla.

PODER JUDICIAL

-¿Cuáles son las reformas que harían falta en el Poder Judicial argentino?

-No conozco en detalle el tema, pero no es muy distinto del de cualquier organismo del Estado: claridad de las normas y calidad de los funcionarios. El cómo no consiste en una única receta, sino en un propósito firme, y muchos recursos usados simultáneamente.

-En sus conferencias, Usted mencionó en reiteradas oportunidades que el "más importante problema de nuestra sociedad" es cómo reducir el "mundo de la pobreza". Desde una visión liberal -pragmática y eficiente-, ¿como se logra ese objetivo?

-Insisto. No hay una receta sino un propósito compartido entre el Estado y la sociedad civil. No es un dato menor la cantidad de gente que vive y lucra con la pobreza -desde el lucro monetario hasta el discursivo-, por lo que también aquí hay un combate. Pragmáticamente, imagino que es una combinación de reconstruir y restablecer la presencia del Estado en un mundo que hoy está al margen de la ley, mejorar toda la infraestructura y trabajar con las organizaciones civiles en programas de largo aliento vinculados con la recuperación del trabajo y de la educación, como posibilidad y como valor. Hay mucho potencial, hoy desorganizado y poco eficiente, en las organizaciones de la sociedad civil, y esa cooperación y concertación es indispensable. Luego están los problema generales, que compartimos todos los argentinos, respecto

DERECHOS HUMANOS

-¿Cuál es su opinión sobre los "derechos humanos" y en qué medida éstos se han transformado para ciertos sectores en una "herramienta política"?

-Fue una de las causas más maravillosas de la sociedad argentina, que logró reponer el principio ético en la política. Pero creo que desde el comienzo, ya antes de 1983, una parte de ese movimiento provino de otros sectores -un setentismo rápidamente reciclado- y con otros propósitos. Basta pensar en la intransigencia frente al gobierno democrático y la negativa a integrar la Conadep. Finalmente, las ïBonafinisï se quedaron con la dirección y con la marca, y lo llevaron prácticamente a las antípodas de lo que fue su origen. Y esto -que es lo más dramático- sin perder prácticamente aquella legitimidad inicial. Desde el punto de vista de la batalla cultural, es el factor más importante.

Generación del 80

"En 1880 se construyó el Estado republicano, que fue potente hasta mediados de la década del cincuenta. Contemporáneamente, la construcción de la nacionalidad, que es un elemento esencial del Estado, fue derivando en nacionalismos de forma "unanimista" (de pretensión homogeneizadora y antagonistas de la democracia), que corroyeron la república. Ciertamente, es un esquema muy grueso, pero creo que en el fondo, bastante preciso", según consignó a "La Prensa" el profesor Luis Alberto Romero.