Una zona liberada a pocos metros del Paseo del Bajo

La cuadra de Chile al 100 se convirtió un lugar muy peligroso. Autos violentados, transeúntes víctimas de robos y proliferación de ratas y basura desparramada definen la realidad de una calle olvidada por las autoridades.

A pasos del imponente Paseo del Bajo, la obra con la cual el Gobierno de la Ciudad se jacta de haber revolucionado el tránsito pesado, existe una zona liberada. Se trata de la calle Chile, más exactamente en la cuadra entre Paseo Colón y Azopardo. Los robos, ya sea contra vehículos estacionados como contra peatones, son moneda corriente.

Dejar un auto sobre esa calle y caminar por esa cuadra constituyen actos bastante peligrosos. Varias veces a la semana los vehículos aparecen violentados, generalmente por la noche. Con la misma frecuencia, turistas, peatones y estudiantes de la muy cercana Universidad Católica Argentina (UCA) sufren arrebatos. Todo esto sucede, paradójicamente en las inmediaciones de la Comisaría 22 de la Policía de la Ciudad, ubicada en Huergo al 600. 

En realidad la proximidad de una dependencia de las fuerzas de seguridad no es garantía de nada en la zona. La presencia de efectivos es nula, salvo que vayan a dejar sus autos estacionados en Chile al 100. Resulta imposible verlos recorrer el lugar, con la curiosa excepción de aquellos que circulan sobre las grúas que afanosamente merodean el lugar con la sola pretensión de labrar una infracción y acarrear un auto. 

El cuadro empeora cuando la oscuridad de la noche empieza a ganar la partida. La iluminación es deficiente y las dos cuadras de Chile que van de Paseo Colón a Huergo se transforman en literales bocas de lobo. En esas condiciones ya no sólo transeúntes y autos están en riesgo, sino que esa porción de la Ciudad pierde totalmente su encanto por las bolsas de residuos que rebalsan los contenedores o que son destruidas por gente que las revuelve en busca de restos de comida o de cualquier cosa que pueda resultar de utilidad. Aparece entonces otro fenómeno común:las ratas. Los roedores caminan las veredas con llamativa naturalidad y los peatones, en medio de la más absoluta oscuridad se ven sorprendidos -y asustados- practicando curiosas piruetas por el paso de esas criaturas.

Mientras los camiones circulan por el moderno Paseo del Bajo, en la calle Chile nada se antoja tan futurista. Es una zona caprichosamente olvidada. O simplemente liberada.