Apolo 11, un paso gigante para la humanidad

El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins inscribieron sus nombres en los libros de historia al pisar por primera vez el suelo de nuestro satélite. No sólo descubrieron otro mundo, sino que llevaron paz en una década marcada por la guerra fría. ­

­En 1865, Julio Verne escribía en su célebre novela `De la Tierra a la Luna' que un cohete lanzado desde los cayos de Florida llegaría a nuestro satélite en 97 horas, y con una tripulación compuesta por tres hombres: Barbicane, Ardan y Nicholl.­

El proyectil, que poseía un cañón llamado Columbiad, haría la función que 150 años más tarde tendría la nave Apolo 11 con Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins en su interior

Las increíbles semejanzas tal vez fueron una cuestión de azar, aunque nadie sabrá nunca si el notable escritor francés tuvo intuición o se trató de una simple fantasía.­

Pese a ello, no fue sino hasta 1957 con la puesta en órbita del Sputnik que la carrera espacial comenzó a tomar fuerza por su importancia geopolítica. Para ese entonces, la NASA no había sido creada aún, pero la URSS ya dominaba el espacio exterior y Estados Unidos temía por su seguridad en plena guerra fría, tal como lo diría al Capitolio el ex presidente John Fitzgerald Kennedy en 1961.­

El adalid de los derechos humanos estaba convencido de que para vencer al comunismo había que ganar también esta batalla. Y los reveses podían ser superados con una hazaña jamás intentada, algo que tenía en claro el ingeniero alemán Werner Von Braun, a cargo de la creación de los cohetes y para muchos, el artífice del proyecto lunar. ­

De esta manera, la agencia espacial estadounidense comenzó a volar y tomaron envión los proyectos Mercurio, Géminis y Apolo. La idea estaba, el dinero también. Sólo quedaba ensayar, probar materiales, hacer simulaciones, entrenar a los futuros pilotos en las condiciones de gravedad cero, calibrar los motores y emplear a casi 400 mil personas en diferentes ámbitos para lograr que la empresa se llevara a cabo. ­

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EL DIA I

El 16 de julio de 1969, con el potente Saturno V diseñado por Von Braun, Apolo 11 despegaba finalmente de Cabo Cañaveral. Eran las 10.32 de la mañana, y su rugido sería visto y oído por millones de personas que se encontraban a kilómetros de distancia. ­

La travesía hasta la Luna duraría unos 4 días, el mismo tiempo que había pensado Verne. En los primeros tres, supervisaron que los aparatos funcionaran correctamente. Se chequeaba puesto por puesto si se avanzaba o se cancelaba la misión, dado que cualquier contingencia no daría margen para un rescate de los astronautas.­

Tras llegar a la órbita lunar y corregir la trayectoria para alinearse, llegó el momento de la separación de los módulos de mando (controlado por Collins) y lunar (Armstrong y Aldrin). Así, quedaba todo listo para el descenso al Mar de la Tranquilidad, el lugar elegido tras las fotos de la Apolo 10. ­

Tras superar dos errores que aparecieron en la computadora de a bordo (1202 y 1201, de desbordamiento de datos), Armstrong desconecta el automático, toma de forma manual el comando de la nave y comienza a descender, con Aldrin leyéndole los datos de radar. Todo el mundo aguardaba ese momento, sobre todo los controladores de Houston, que se estaban "poniendo azules'' porque sólo quedaban 30 segundos de combustible. Atrás había quedado el punto original de alunizaje, ya que en palabras de Neil, se había pasado por encontrar "enormes rocas'' del tamaño de casas que impedían la maniobra.­

"El Aguila ha alunizado'' informó el comandante al Centro Espacial, que estalló de alegría mientras Deke Slayton, el director de vuelo, trataba de mantener la calma y ordenar que todos siguieran concentrados en su trabajo.­

El sueño de la humanidad se había concretado, pero aún faltaba que los protagonistas descubriesen por sí mismos la sensación de pisar el nuevo mundo.­

Tras recuperarse del esfuerzo del viaje, Aldrin aprovechó la ocasión para realizar un procedimiento singular: tomó un cáliz, una hostia consagrada por su pastor de la iglesia presbiteriana en Texas y le pidió permiso a su compañero para oficiar la primera comunión en los terrenos de la Luna. ­

"Houston, aquí Aguila. Habla el piloto del módulo lunar. Me gustaría pedir unos minutos de silencio. Quiero invitar a cada persona que escucha, donde quiera y quien sea, a contemplar por un momento los acontecimientos de las últimas horas y dar gracias a su manera'', diría Buzz ante la atenta y respetuosa mirada de Neil. ­

El momento era sublime. Y aunque se tomaron un tiempo para descansar y comer luego del extenuante viaje, pidieron adelantar la actividad extravehicular, quizás emocionados por pisar esa fina capa de polvo gris. ­

Armstrong abrió la escotilla y mientras bajaba por la escalera accionó la cámara de TV. Eran las 22.56 del 20 de julio de 1969 en la Argentina, pero toda la humanidad estaba viendo en vivo y en directo un salto gigante que quedaría grabado para siempre. ­

Una carrera espacial­ en plena guerra fría­

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­Luego del conflicto mundial en 1945, Estados Unidos y la Unión Soviética se embarcaron en un enfrentamiento que abarcó todas las áreas. Y en eso se incluye la carrera al espacio, donde quien llegaba primero o más lejos determinaba un triunfo sobre el otro.­

Si bien la URSS `aventajaba' a Washington por 4-0 con la puesta en órbita del primer satélite (el Sputnik), el primer hombre (Yuri Gagarin), el primer ser vivo (la perra Laika) y la primera mujer (Valentina Tereshkova), el contraataque de la Casa Blanca fue llevar y traer sana y salva a una tripulación hasta el suelo selenita, algo que jamás pudieron igualar en Moscú por diversos factores. ­

"El Kremlin tenía dos programas distintos: uno para llegar a la Luna y otro para orbitarla, y no tenía una agencia que nuclee todo como la NASA. Trabajaban en talleres de diseño y competían entre ellos para obtener favores del gobierno. Quien determinaba qué hacer era el líder, en ese momento Nikita Kruschev. La URSS, al tener programas tan dispersos, nunca pudo desarrollar un cohete potente como el Saturno 5. En cambio, el cohete soviético N-1, que rivalizaba con aquel, tenía mal distribuido su poder, con 32 etapas. Fue muy inestable y explotó todas las veces que lo ensayaron'', señala Diego Córdova, periodista especializado en astronáutica, quien en un diálogo con La Prensa aclara varias de las dudas sobre esta rivalidad.­

-En el mismo momento del alunizaje estaba orbitando la nave soviética Luna 15. ¿Podría haber habido algún inconveniente con la Apolo?­

-No, pero existía ese temor, porque cuando Apolo 11 estaba en viaje, observadores alemanes y norteamericanos descubrieron el lanzamiento de Luna 15 y entonces estallaron los llamados. Más allá de que los astronautas preguntaban a Houston cómo iba la sonda, desde el control de misión comprobaron que las trayectorias no se iban a cruzar en ningún momento.  ­

-¿Qué le respondería a los que descreen del alunizaje?­

-Una cosa es creer y otra cosa es saber. Lo que yo crea es irrelevante. Las pruebas de que llegamos a la Luna son indiscutibles. Lo más tangible son las rocas, que tienen una naturaleza totalmente distinta a cualquiera de las de la Tierra. Si bien son volcánicas, que acá hay, la radiación a la que estuvieron expuestas durante 4.500 años hace que les haya cambiado hasta la composición química de sus minerales. Estas rocas fueron analizadas por científicos de todo el mundo, no sólo de la NASA.­

-Además, es ilógico pensar que se gastó un 3% del PBI para terminar haciendo una vaga escena de película...­

-Es sentido común. Pasaron 50 años, ya los hubieran descubierto. Y encima emplearon a 400 mil personas para lograr esta hazaña, es imposible que todas hayan mantenido el secreto inclusive dentro de sus familias. Por otra parte, ¿quién más que la URSS hubiera querido desenmascarar la trama? Por el contrario, luego del programa Apolo vino la cooperación entre los dos países. Yo tuve la suerte de conocer a cosmonautas soviéticos que visitaron Buenos Aires, y ellos me dijeron: "no tenga dudas de que 12 hombres llegaron a la Luna".­

 

Argentinos en la misión­

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­Aunque en la Luna quedó erguida la bandera estadounidense, muchos fueron los extranjeros que pusieron su granito de arena para esa conquista. Entre las 400.000 personas que se estima trabajaron en el proyecto, dos eran argentinos: Ramón Alonso, encargado -ni más ni menos- de crear la arquitectura de la computadora de a bordo (AGC, por sus siglas en inglés) y César Sciammarella, uno de los diseñadores de los tanques de combustible líquido utilizados en el despegue, llamado booster. Ambos fueron claves para el desarrollo de la misión: en el primer caso, posibilitó que la nave fuera guiada y no se perdiera en el espacio, pero también utilizó un lenguaje que los astronautas pudieron entender. En el segundo, garantizó la seguridad y potencia de la primera etapa del Saturno V, algo crucial para que el cohete pudiera atravesar la atracción de la gravedad terrestre y salir al exterior.­ 

 

Kennedy, la ­visión de un­ estadista­

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­"Elegimos ir a la Luna, en esta década, no porque sea fácil, sino porque es difícil'', señalaba el ex presidente John Fitzgerald Kennedy el 12 de septiembre de 1962 en la Universidad de Rice, un discurso que serviría para lanzar oficialmente el programa lunar. De esta manera, y con un notable impulso presupuestario pedido al Congreso, Estados Unidos reaccionaba ante los logros de la URSS y ponía en ejecución los planes para llegar a nuestro satélite. No obstante, el asesinato de JFK un año más tarde significaría un duro golpe para esta empresa, que pudo continuar gracias a que su sucesor, Lyndon Johnson, la convirtió en una política de Estado que continuaron incluso sus rivales republicanos, con Richard Nixon a la cabeza. "Enviaremos una nave gigante y será creada con nuevos metales, muchos de los cuales aún no han sido inventados, capaces de soportar temperaturas como las del sol, y que llevará todo el equipo necesario para propulsión, guía, control, comunicación, comida y sobrevivencia en una misión jamás antes intentada. Haremos todo esto, lo haremos bien y lo haremos primeros'' vaticinaba el jefe de Estado.­ 

 

Visita a Buenos Aires­

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­A pesar de que hoy muchos argentinos desconocen el hecho, apenas tres meses después de la llegada a la Luna los astronautas realizaron un tour mundial donde Buenos Aires figuró como parada, aunque sin Buzz Aldrin, quien tuvo que volverse a Washington mientras hacía escala en Perú.­

Llegaron al Aeroparque Jorge Newbery el 2 de octubre de 1969, donde  autoridades del gobierno militar los recibieron con seguridad y algarabía. Allí, sólo minutos después de bajar del avión, Neil Armstrong y Michael Collins hablaron ante los periodistas acreditados.­

"Estamos muy contentos de visitar su país. Agradecemos a tantos amigos por venir al aeropuerto y por su calurosa bienvenida. Siento hablar poco en español y tengo que hablar en inglés. Es un gran placer venir a Buenos Aires otra vez (NdR: había estado en 1966 junto a otro astronauta, Richard Gordon); he leído y he estudiado durante muchos años sobre su gran país, y lo he visto estando en órbita alrededor de la Tierra mientras estábamos en camino hacia la Luna. Sin embargo esa no es la razón. Quisimos tener la oportunidad con mi señora de encontrarnos con el magnífico pueblo argentino, y es un placer inesperado ser nombrado Huésped Oficial de la Nación y Ciudadano Honorario de Buenos Aires'' dijo Armstrong.­

Luego vendría la recepción en la Casa Rosada junto al presidente Juan Carlos Onganía, donde firmaron un documento para la Escribanía General de la Nación, una conferencia de prensa con los medios argentinos y actividades en la embajada de Estados Unidos, para culminar con una caravana por las calles de porteñas donde fueron vivados por las multidudes.­

 

El proyecto será lanzado en 2024 e incluirá a una mujer­

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Artemisa: el regreso a la Luna ­

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­Si en 1969 fue el hombre, en 2024 será una mujer quien dé el paso gigante para la humanidad, tal como ha propuesto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La misión se llamará Artemisa, que en la mitología griega es la hermana gemela de Apolo y diosa de la Luna, y esta vez será en un lugar donde ninguna otra tripulación estuvo antes: el Polo Sur de nuestro satélite. Sin embargo, el plan será en conjunto entre compañías estadounidenses y de Europa, Rusia, Japón y Canadá, debido al costo del proyecto. Según estimaciones del administrador de la NASA, Jim Bridenstine, se necesitan 30.000 millones adicionales al presupuesto de la agencia, aunque esta vez participarán socios privados como SpaceX, de Elon Musk y Blue Origin, de Jeff Bezos, quienes aportarán su tecnología para las etapas previas y la creación de una base en la órbita lunar llamada Gateway, que será una especie de estación espacial. "Bajo mi administración, estamos restaurando la grandeza de la @nasa para ir a la Luna y luego a Marte'', tuiteó el jefe de la Casa Blanca. ­