Aplaudamos al Lobito

A pocos metros de la fantástica final que Novak Djokovic le ganó a Roger Federer, en una cancha casi vacía, Gustavo Fernández se quedó con el título de tenis adaptado en Wimbledon. El argentino, de 25 años, también es número uno. En la cancha y en la vida.

El célebre Centre Club del All England Club acapara la atención del mundo. Las miradas son para dos hombres vestidos de blanco que asombran con la grandeza de su juego. Están peleando por ser el mejor en el césped más sagrado para el universo del tenis. A unos metros de allí, otros dos muchachos, también con el color de la pureza cubriéndolos de pies a cabeza, persiguen el mismo sueño. No hay una multitud que repare en ellos. En la cancha colmada de público, el serbio Novak Djokovic festeja su victoria sobre el venerable Roger Federer. El número uno de hoy le ganó al número uno de todos los tiempos. Del mismo modo, Gustavo Fernández superó al japonés Shingo Kunieda y se quedó con el título de Wimbledon de tenis adaptado. Es el Lobito, otro número uno. Del juego y de la vida.

El argentino tiene 25 años. La mayor parte de su existencia la pasó en silla de ruedas. Al menos desde que ese 25 de mayo de 1995, cuando tenía apenas 18 meses y un infarto medular interrumpió una tarde de juegos como cualquier otra y lo dejó inmóvil de la cintura para abajo. Paralítico. No existen eufemismos para su condición. Tampoco hubo barreras capaces de detenerlo. 

Decidido a no dejarse vencer por la adversidad, a los 6 años empezó a practicar tenis en silla de ruedas. El deporte corría por sus venas, transmitido por su padre, Gustavo Ismael Fernández, basquetbolista. Y a él se aferró para trascender, haciendo que su discapacidad fuera una molesta compañera y no un obstáculo infranqueable.

El domingo dio cuenta de Kunieda, se consagró campeón de singles en la Catedral del tenis y recuperó el primer puesto del ranking que estaba en poder del japonés. Ganó 4-6, 6-3 y 6-2 y, como tantas veces, levantó sus brazos y mirando al cielo agradeció. Su conmovedora lucha volvía a tener recompensa. Consiguió su primer título en Wimbledon, que se suma a los dos que cosechó en el Abierto de Australia y al par que alcanzó en Roland Garros. Su impresionante colección en torneos de Grand Slam no sólo lo convierte en el argentino más exitoso en los torneos grandes, sino que hacen todavía más grande su historia de vida.

Este año todos los Grand Slams fueron suyos. Su prolífica carrera incluye otros 17 títulos. Ganó tres medallas de oro y una de plata en los Juegos Parapanamericanos de 2011 y 2015. Fue el abanderado de la delegación nacional en Río 2016, donde le quedó atravesada la espina de haberse vuelto con las manos vacías. 

Tuitero febril, futbolero, ocurrente, fanático de la serie Games of Thrones, solidario con el dolor de otros deportistas que sufren lesiones…. Se imagina en el futuro siendo entrenador de básquet, la otra pasión que aprendió a conocer desde muy pequeño en el seno familiar.  “Yo soñé. Y ese sueño, se convirtió en mi trabajo. Nunca dejemos de soñar, y de luchar por esos sueños. Feliz día del trabajador a todos”, escribió en su cuenta de Twitter el pasado 1° de Mayo. Sueña y trabaja. Nunca baja los brazos. Sí, es para aplaudir. ¡¡¡Aplaudamos al Lobito!!!