Ajuste de cuentas progresista

La traición progresista
Por Alejo Schapire
Edhasa. 160 páginas

Omnipresente en los medios culturales y políticos del planeta entero, el progresismo no sólo provoca reacciones cada vez más airadas de parte de conservadores o tradicionalistas. También ha engendrado algunos críticos imprevistos salidos de sus propias filas.

Lo demuestra este libro de Alejo Schapire, quien admite esa vinculación desde la primera página del relato de lo que denomina "ruptura sentimental", el divorcio doloroso de un hombre que, tras décadas de convivencia, descubre que su consorte "se había vuelto irreconocible".

El núcleo de la crítica de Schapire a los progresistas de hoy es su abandono de aquello que, a su juicio, era un elemento central de su visión del mundo: "la lucha por la emancipación universalista". Desde el fin de la guerra fría, alega, el progresismo canjeó al proletariado por las minorías étnicas o sexuales como sujetos históricos. Ese cambio explica su adhesión militante al sistema de lo "políticamente correcto" y su práctica cada vez más común de la censura o la autocensura para no ofender a los nuevos supuestos oprimidos: negros, latinos, gays, transgénero, musulmanes. También su abuso de la expresión "es más complejo" para justificar planteos ambiguos o tibios frente a realidades muy concretas, incluso sangrientas.

Schapire reprocha varias veces a la nueva izquierda que ya no sea una fuerza "anticlerical comecuras" (sic) y que al mismo tiempo se busque "aliados liberticidas: autócratas, teocracias de Oriente Medio y las identity politics".

Hay otro punto que domina su atención. A los críticos de Israel y al antisemitismo de cuño islámico les dedica dos largos capítulos y casi la tercera parte del libro. Se percibe un claro matiz de fastidio personal en esas páginas. Esto es porque, según reconoce, las fuerzas de izquierda por décadas habían sido "el partido natural" de los judíos en Occidente. Ahora, protesta, ya no es así. La izquierda está "obsesionada" con Israel y somete al estado judío a una "demonización exclusiva y desproporcionada" por el trato que propina a los palestinos.

Tal vez ese tramo resulte, por contradictorio, el menos persuasivo de un alegato que en general está construido con ejemplos bien seleccionados. La contradicción estriba en que el insistente reclamo de "universalismo" que hace Schapire a la izquierda moderna, queda suspendido cuando se trata de defender a Israel, que es el estado identitario por excelencia. Llegado a ese punto, el ensayista que páginas antes había sido implacable con los protectores culposos del islamismo, pide comprensión y llama a eludir "el gran relato simplista del bien contra el mal" si se opina sobre el conflicto entre judíos y palestinos, al que define como una "puja tejida por historias e intereses contradictorios y complejos". Es decir, la versión pro-israelí del aborrecido "es más complejo", el latiguillo infaltable.