Arte que es juego y paradoja

"LIMINAL" RECORRE EN EL MALBA LA TRAYECTORIA SIEMPRE PROVOCADORA DE LEANDRO ERLICH

La muestra constituye la primera exposición antológica del artista en el continente americano. Una veintena de instalaciones empujan al visitante a preguntarse por las certezas de lo cotidiano. "La pileta" es la gran atracción.

Empezó como un ejemplo inmejorable de lo que muchas veces es el arte contemporáneo: provocación, irreverencia, gran apuesta por la publicidad. La colocación de un cartel de "Se vende" en la fachada del Malba disparó por unas horas todo tipo de rumores y versiones sobre el destino del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Hasta que llegó la explicación previsible: Leandro Erlich había vuelto a las andadas.

La estrategia de promoción de Liminal, la primera exposición antológica de Erlich (1973) en todo el continente americano, resultó más que eficaz. Y eso que sólo bastaba con que los transeúntes se detuvieran a leer el cartel para detectar el engaño: "Erlich propiedades vende excepcional propiedad. Apto todo destino. 680 obras de arte (Tarsila, Frida, Diego, etc)".

De ese modo comenzó Liminal. Muy cerca del letrero inmobiliario que tanto llamó la atención, los visitantes pueden encontrarse con la instalación Invisible Billboard, un site specific con una escalera que conduce a una precaria construcción que parece flotar en el aire, hecha de cemento, ladrillo a la vista y algunos tachos de pintura acumulados, una suerte de advertencia de que, una vez dentro de la muestra, nada es lo que parece. 

Erlich la ideó para Nueva Orleans, Estados Unidos, tras el paso devastador del huracán Katrina, que mató a cerca de 2.000 personas, la mayoría en esa ciudad del estado de Louisiana, en el sur del país.

LA ESTRELLA

Pero no hay dudas de que la estrella de esta veintena de instalaciones es La pileta, que Erlich presentó por primera vez en la Bienal de Venecia de 2001 y que invita a "nadar" en una piscina real sin mojarse.
El truco (en el que trabajaron 150 personas durante un año) es que la pileta está vacía por dentro pero desde la superficie se puede ver una fina capa de un centímetro que incluye agua en cadente movimiento. Mientras tanto, una puerta secreta por el costado, bajando una escalera, permite el ingreso.

"Creo que vale la pena el encuentro con estas obras sin demasiadas directivas. Las obras requieren de una experiencia física. Creo que a veces las descripciones no dicen todo lo que debieran. Me parece que las interpretaciones y las lecturas son el cincuenta por ciento de la obra. Hay una acción creativa no sólo por parte del artista sino también una acción creativa por parte de quien la interpreta", declaró Erlich durante una recorrida para la prensa, anterior a la inauguración, el pasado jueves 4 de julio.

Desde el interior de la habitación subterránea que genera la extraña percepción de la piscina, Erlich reconoció que para él era un "asignatura pendiente" que sus compatriotas pudieran repasar su trayectoria. "El solo hecho de instalar estas obras juntas para mí también es un descubrimiento, ver cómo interactúan y dialogan entre sí", comentó. 

También el presidente del Malba, Eduardo Costantini, consideró "muy importante" albergar la antología del creador después de haber trabajado con él en la "desaparición" de la punta del Obelisco de la 9 de Julio, que un día de 2015 causó gran confusión en el país.

A la entrada en la sala principal, el visitante queda encerrado en una concatenación de aparentes elementos del día a día que resultan ser paradojas visuales, juegos ópticos que siembran desconcierto.
Una persona mira un frondoso jardín interior por una ventana y se ve reflejada en otras de las que dan al vergel; otra acude a un salón de belleza y, cuando se sienta y mira al frente, todos los elementos están como deben estar excepto que es otra persona de carne y hueso la que aguarda al otro lado.

En realidad, lo primero corresponde a un juego de espejos y lo segundo a la ausencia de ellos -junto a la suma de otra sala contigua e idéntica-, y Erlich lo aprovecha para que el espectador se pregunte el por qué de las cosas cuando olvida incluso que existe un objeto llamado espejo.

"No estamos habituados a cuestionarnos demasiado lo cotidiano, hay un aspecto del día a día que es bastante alienante (...), ni siquiera tenemos el tiempo para tener esa mirada atenta sobre las cosas", señaló.

El artista argentino que ha cosechado un éxito notable en países como Japón, donde el año pasado una exposición suya alcanzó lo 400.000 visitantes, al nivel de presentaciones de Takashi Murakami o Ai Weiwei, cree que en propuestas como la de los espejos radica el efecto que provoca su obra.
"Reflexionar sobre las cosas es un esfuerzo, en algunos casos uno termina viendo cosas que no necesariamente quiere ver, pero aprender algo nos genera una gran satisfacción en última instancia", indicó.

Acercó más explicaciones el curador de la muestra, Dan Cameron. "Erlich -abundó- ha creado un cuerpo de esculturas y grandes instalaciones en el que la apariencia arquitectónica de lo cotidiano funciona como una especie de trampa perceptiva: conduce al espectador desprevenido a una paradoja visual que desafía los presupuestos del orden y las reglas del mundo material"".

"En el universo paralelo de Erlich -prosiguió Cameron-, las escaleras no llevan a ninguna parte, los ascensores no paran en destino, los espectadores pasivos se convierten en participantes activos, las nubes adquieren nuevas características físicas y la solidez de los espacios edificados resulta ser una fugaz ilusión óptica".

Liminal -título que remite a la situación de ubicarse literalmente en un umbral- reúne obras producidas desde 1996 hasta la actualidad, siempre con el sello de este artista internacional que construye sus paradojas visuales en base a elementos de la arquitectura cotidiana, como cuando le quitó la punta al Obelisco porteño en 2015, o cuando creó la réplica de una casa victoriana donde los visitantes parecían colgar de las ventanas de manera abismal.

Algunas de sus obras desplegadas en el Malba invitan a pasear por una vereda subterránea, a espiar detrás de una mirilla para encontrar un largo pasillo con ascensores, a verse reflejado a uno mismo en un aula de escuela pero nunca poder ingresar a ese espacio, o a ingresar a un salón de belleza de espejos infinitos, cuyo reflejo es el de alguien más, otro visitante.

Tanto la casa de ladrillos como el cartel en la fachada del museo juegan con otra realidad, aunque quizá no tan paralela como las del resto de los trabajos. "Son obras que hacen eco y dialogan con un momento particular en Argentina", subrayó Erlich, aludiendo, tal vez, a la crisis económica del país.

Liminal se podrá visitar hasta el 27 de octubre, en el museo ubicado en Avenida Figueroa Alcorta 3415, de jueves a lunes de 12 a 20 y los miércoles de 12 a 21 (martes cerrado). Entrada general: $200. Estudiantes, docentes y jubilados acreditados: $100.