Juan Manuel de Rosas visto con ojos japoneses

 

Por Pablo Vázquez *

Constancio C. Vigil es sinónimo de textos infantiles y literatura al alcance de todo el mundo. Venido del Uruguay, este escritor, periodista y empresario de medios signó el mundo de la prensa gráfica en nuestro país y parte del continente americano, trascendiendo nuestras fronteras.

Desde la editorial Atlántida impulsó revistas y publicaciones que marcaron a generaciones de lectores. Desde los "Cuentos de Vigil", pasando por Mundo Argentino, El Gráfico o Billiken, su impronta se extiende hasta nuestros días.

Un hecho poco conocido fue su intento en los años "30 del siglo pasado de expandirse al continente asiático, más precisamente al Japón. Para ello buscó asociarse con Seiji Noma, empresario de la editorial Dai Nippon Yubenkai Kodansha, así podía expandir sus publicaciones de Atlántida por Oriente, mientras Seiji Noma haría lo propio por Sudamérica.

Fue así que se editó, fruto de la colaboración inicial entre ambas editoriales, el libro "Un japonés y un suramericano" (1933), escrito por Remy Burena y Teikichi Okimura, impreso en Buenos Aires por Mukuni.

Esta publicación reviste tres notas a destacar: una, que fue fruto de la colaboración entre una editorial argentina, o rioplatense dado el origen de Vigil, y una japonesa; mientras que la segunda fue que es una de las primeras obras editadas por un escritor de origen japonés en nuestro país, tal como se consignó en la voluminosa publicación de dos tomos que realizó años atrás la Federación de Asociaciones Nikkei en Argentina (FANA) sobre el desarrollo de la comunidad japonesa en nuestro país.

Burena y, en particular, Okimura, citaron en su obra el trabajo mancomunado de las dos editoriales de Extremo Oriente y Extremo Occidente, que: "Iguales principios, iguales bregas, iguales rutas de progreso, iguales sentires del Ideal, iguales los éxitos de uno y de otro, traducidos en progreso que constituye Filantropía, si en el Japón el Hombre - Empresa se llama Seiji Noma, llámase en el Plata Constancio C. Vigil". (p. 14).

Y agregaron que: "Ahora bien, los dos, Vigil y Noma, han hecho discípulos, han formado ambiente, y se les discute, se les escucha y se les acepta, según acreditan en el primero las repetidas ediciones y las traducciones de El Erial, de la lengua aria original a lenguas semitas y del Extremo Oriente, y en el segundo la extraordinaria difusión de sus libros. Y como lo testifican también, en estruendoso alcance, los éxitos populares semejantes de las editoriales que dirigen y poseen" (p. 33).

EL CAUDILLO
En cuanto al ítem tercero resalta la caracterización del "caudillo", equiparando, en el capítulo XIII, El Jefe y la Empresa, el período hispánico de la Reconquista y nuestra experiencia regional en el período independentista, con Simón Bolívar y Juan Manuel de Rosas, contrastándolo con la tradición japonesa: "Los caudillos, efímeros o grandes, han sido legión en Iberoamérica.... Del Cid Campeador y los reyes medioevales de Castilla, sin olvidar esa egregia figura de reina y madre de los suyos que se llamó Isabel la Católica. hasta los jefes de la Emancipación y de la Liberación, llámense Bolívar o don Juan Manuel de Rosas, la historia de la raza no es más que la repetición constante del fenómeno sociológico de la encarnación en una persona de todos los anhelos, las virtudes y los defectos de la comunidad (...) En el Japón el fenómeno del caudillaje se ha cernido casi siempre dentro de un firmamento militar, hasta tiempos sumamente recientes... Aparte de esa personalidad extraordinaria, que condensó en sí lo más esencial de la Era Meiji, S. M. Imperial Mutsuhito, tan caudillo es el General Saigo, el último de los insurrectos en nombre de un mundo que se desvanecía en su aspecto exterior para afirmarse dentro de las almas, como Ikuo Oyama, que en recientes años anima a las muchedumbres con un ideal, equivocado o verdadero, de justicia económica" (p. 171), destacado emotivamente por la pluma de Okimura.

"EL BARBARO TIRANO"
Es sumamente interesante el rescate de la figura de Bolívar y, en particular, de Rosas, condenando desde siempre al papel de bárbaro tirano. Afirmó: "Bolívar fue un caudillo, mientras subsistió la razón de su caudillaje; la Independencia. Cuando los repetidos éxitos le hicieron equivocar los alcances de su misión, esto es, cuando supuso encarnar la realidad de un pueblo y no de un momento, su figura se hundió con brusquedades de ocaso tropical. Pero en el Plata, y aun tal vez en toda Iberoamérica, no puede hallarse otro caudillo, que más encerrara las características del término, que don Juan Manuel de Rosas, ni que comprendiera tanto la razón y el alcance de su misión histórica".

Y no termina allí la valoración del Caudillo de Los Cerrilllos, ya que indicó: "Recién en los últimos años se comienza a analizar la figura de don Juan Manuel. Tras aquel esfuerzo generosamente sincero de Saldías (...) la ola de odios, leales o bastardos. enlodó la memoria del caudillo y no escatimó la soez adjetivación para hacerlo culpable de hechos que no constituían más que el lógico desenvolvimiento de una historia local, y de los que no podía hacérselo responsable más que en la igual proporción que a otros tocaba. Y los enemigos rectos... no caían en la cuenta de estar haciendo el juego en beneficio. de los incalificables intereses que se beneficiaron con el latrocinio de sus propiedades, la mayor de las fortunas de entonces".

Cerró Okimura su valoración con estas palabras: "Aspecto raro del asunto: fue Rosas el mejor juez que Rosas tuvo, y su único y trascendental error residió en no creer todavía suficientemente madura a su patria para una evolución de las instituciones, error explicable en quien conocía, y temía por tanto, los horrores del caos institucional, traducidos en anarquías y en despotismos anacrónicos". (pps. 173 -174).

Como sentencia final, sin embargo, ponderó la figura de Sarmiento, "el educador", esperando que se "...reduzca un tanto a San Martín, -grande sobre los grandes, pero desmesurado por intereses de casta,- y calce mejor a Sarmiento, -que se abrió paso a pesar de los odios de los ínfimos, - es de inferir, con grandes probabilidades de acierto, que el maestro de escuela ocupe lugar de preferencia con respecto al militar y que. sea quien merezca el epíteto de "el primero de los argentinos". (p. 174)

Texto singular con una mirada original, y osada de nuestra historia, en particular del rescate de Juan Manuel de Rosas, aquel que de a poco se va abriendo paso entre prejuicios y falsedades, para mostrarse tan cual es, con aciertos y errores, para integrar nuestro panteón de próceres.


* Licenciado en Ciencia Política; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.