La unidad del peronismo bonaerense suma incertidumbre a la elección

Siete días de política. El acuerdo entre el kirchnerismo y Sergio Massa fortalece las chances de Cristina Kirchner, mientras que la candidatura de Roberto Lavagna resta votos a Macri y atenúa la polarización.

Las primeras etapas de la campaña, la de la formación de alianzas y la de designación de candidatos, concluyeron ayer. En su transcurso oficialismo y oposición hicieron tres movidas inesperadas: la fórmula de los dos Fernández, la candidatura de Miguel Pichetto como vice de Mauricio Macri y el retorno de Sergio Massa al kirchnerismo.

La candidatura a presidente de Alberto Fernández no varió demasiado las posibilidades del kirchnerismo. Es un "hombre de paja" y la ex presidenta le traslada todos sus votos. Lo único que evita es que ella deba protagonizar la campaña. El silencio no se le da mal, más bien lo contrario.

Por su parte la incorporación de Pichetto a la boleta del gobierno ayudó a apaciguar la economía en lo inmediato, pero casi no movió la aguja de la intención de voto. Fue un acuerdo de dirigentes para dar señales de gobernabilidad futura y abrir la puerta a la incorporación al oficialismo de más estructura peronista.

La vuelta de Massa, en cambio, apuntó a sumar votos en la provincia de Buenos Aires, el territorio donde se define la mitad de la batalla electoral. Según cálculos de los armadores del kirchnerismo, Massa podría agregarle entre cinco y ocho puntos a la ex presidenta y sólo dos de su caudal histórico podrían ir a parar a la fórmula Macri-Pichetto.

Por su parte la fórmula Lavagna-Urtubey llegaría, según las mismas fuentes, a 11% y la de Espert, al 5%. En su mayoría votos que podrían haber sido para Macri en la primera vuelta. Eso explica la maniobra hecha el viernes por el oficialismo para sacar de la competencia a Espert. El optimismo que siembran en el kirchnerismo algunas encuestas lo hace confiar en un triunfo en la primera vuelta.

Hay sondeos para todos los gustos. Hacia el fin de semana se difundió a través de las redes uno que mostraba una recuperación de la imagen positiva de Macri de diez puntos. Se trata de la misma consultora que había producido un terremoto al pronosticar hace poco que CFK superaba al presidente en el balotaje por nueve puntos.

Más allá de las encuestas, la actitud de los dirigentes revela cuál es la situación. Cuando Miguel Pichetto descalificó a Axel Kicillof recordándole su pasado marxista, su preocupación no era la pureza ideológica del PJ. Intentaba socavarle el apoyo del voto peronista "de camiseta", una criatura mítica, cuya existencia real es dudosa.

De todas maneras lo importante del episodio no es saber con certeza si el mote de "comunista" sigue significando un demérito para un candidato del PJ en el conurbano como ocurría en los 70, sino la inquietud que trasunta su uso.

Algo semejante podría decirse del embate del presidente contra Hugo Moyano. Tratarlo de mafioso es apuntarle a Cristina Kirchner que pocos días antes se había fotografiado muy sonriente junto al líder camionero y a la intendenta de La Matanza, corazón electoral del kirchnerismo en el sur del Gran Buenos Aires. Es tratar de fortalecer la polarización, que fue el ánimo que prevaleció en el armado de las listas y las alianzas.

Pero lo que más incertidumbre añade al proceso electoral no son las candidaturas, sino la situación económica. El dólar bajó y también lo hizo el riesgo país. Las acciones de no pocas empresas argentinas crecieron verticalmente y los Estados Unidos generaron tranquilidad al no mover las tasas de interés, pero el panorama local sigue siendo desfavorable para el gobierno.

La baja de la actividad persiste y aumentó el desempleo. Parece irrelevante que esto último haya ocurrido por el aumento de las personas que buscan empleo y no por la destrucción de puestos de trabajo, que no fue significativa. Lo concreto es que el clima de pesimismo sobre el futuro de la economía prevalece y genera dificultades tanto para la reactivación de la economía como para la reelección de Macri.

En este terreno el único dato que le permitiría alentar alguna esperanza al presidente es que las cifras que se van conociendo corresponden al primer trimestre, período en el que el impacto de la devaluación fue más fuerte. Se estima que los índices macroeconómico mejorarán a partir de ese momento, pero está a la vista que lo hacen muy lentamente y nadie sabe si a tiempo. Habrá que esperar hasta la gran encuesta de las PASO para vislumbrar el destino más probable del sorprendente proceso electoral.