La historia de lo que pudo ser

Contrafactuales
Por Richard J. Evans
Turner. 192 páginas

Los libros de hipótesis históricas contrafactuales se convirtieron en los últimos treinta años en una suerte de género propio dentro de la historiografía, con gran desarrollo en los países de habla inglesa y ramificaciones en la literatura, el cine y las series de televisión.

Richard J. Evans, británico especialista en historia alemana y autor de un monumental estudio en tres volúmenes sobre el Tercer Reich, se abocó a analizar el tema en una serie de conferencias que pronunció en 2013 en la Sociedad Histórica de Israel, que luego trasladó a este libro. Son páginas en las que hace un repaso atento y erudito, emprendido desde la mirada crítica de un historiador profesional.

Evans rastreó los orígenes del fenómeno en la Europa de principios del siglo XIX, que había abandonado ya la interpretación del sentido providencial de la historia, un dato central para explicar lo que al principio pudo parecer un mero juego de salón. Desde entonces todo ejercicio de escritura contrafactual, aquel pensamiento que comienza con la pregunta "¿Qué hubiera pasado si...?", comporta características repetidas.

En primer lugar, le asigna mucha más importancia al papel histórico de los individuos, en especial los "grandes hombres", que a las fuerzas abstractas, impersonales (por eso no hay autores contrafactuales marxistas). También suele partir de una indisimulada expresión de deseos de simpatizantes del bando perdedor en el período que busca recrearse. Su interés dominante se fija en la política y las guerras (a veces, sólo en batallas), y desdeña el método de la moderna historia social o cultural.

Por todo esto, apunta Evans, la "historia contrafactual", que no debe confundirse con la "historia alternativa", más propia de la literatura, tiende a ser practicada por autores de "derecha": conservadores británicos y norteamericanos o liberales en el sentido europeo. Los hechos a reimaginar se repiten: la Armada Invencible triunfa e Inglaterra es católica, Napoleón no es derrotado en Waterloo, la Confederación gana la guerra civil estadounidense, el Reino Unido se mantiene neutral en la Primera Guerra Mundial, Hitler logra vencer a los Aliados, o es derrotado pero sobrevive al conflicto.

Evans revisa con mirada distante los experimentos, que tuvieron un auge editorial a partir de la década de 1990 con aportes de historiadores de renombre como Geoffrey Parker, Andrew Roberts, Niall Ferguson, John Keegan o Antonia Fraser. Admite que, con las debidas restricciones, las hipótesis contrafactuales pueden ser útiles para el estudio de la historia. Empero, advierte que mientras más se desborda la imaginación de los autores, "más utilidad pierde (la hipótesis) y más se interna en el mundo de la realidad alternativa".

En sus conclusiones, Evans atribuye el interés por el género a "épocas de preocupación, incertidumbre, crisis o decepción política y cultural". También podría pensarse que expresa un razonable escepticismo de los lectores ante las diferentes "historias oficiales", que tantas veces suelen ser parciales, incompletas o tendenciosas, o que omiten destacar los hechos y los protagonistas que de verdad "hicieron" la historia.