Buena Data en La Prensa

Enajenación de la política

Estamos en tiempos electorales. Por medio de la política, actividad humana por excelencia, el hombre es capaz de organizarse para desarrollar sus potencialidades en las distintas dimensiones que naturalmente posee. Lo político en cambio, es el resultado de esa actividad humana. Son los medios con los que busca tal perfeccionamiento -individual y social- y las consecuencia que de ellos devienen.

Desde hace tiempo la política dejó de estar en el foco de la discusión filosófica, para ser reemplazada por el estudio de lo político, más predecible y cuantitativo y del que pueden ocuparse distintas áreas del conocimiento, como la economía, la sociología o el derecho. Ambos términos frecuentemente se confunden porque se le atribuyen a "la política" los errores de "lo político".

MALAS INTERPRETACIONES

En la actualidad y desde hace varios años, podemos notar un distanciamiento entre el ciudadano y la vida política, reflejada en regímenes democráticos generadores de conflicto social. Resulta difícil encontrar en la democracia, y por lo tanto, en la política, una vía de organización racional. Sobreabundan venganzas, traiciones, idas, vueltas e impulsos egoístas que convierten a la gente en "náufragos políticos" a la defensiva y a la espera de los análisis de los encuestadores de turno, para comenzar a esbozar una leve reflexión sobre el devenir del país y la responsabilidad cívica. Y, como si esto fuera poco, los políticos, que surgen de la misma sociedad, aprovechan el escaso interés del pueblo para evitar arriesgarse a realizar promesas concretas.

Pareciera que esta realidad no es exclusiva de nuestro país. Asumimos que también ocurre en las democracias de todo el mundo. Razón que lleva a una creciente necesidad de políticos con convicciones claras y explícitas.

Esta mala interpretación, nos ha condicionado a pensar políticamente, asumiendo polos opuestos: aceptar o rechazar. En cada tema social, el país está notablemente polarizado. El riesgo es optar por gobiernos apoyados por una mayoría capitalizada meramente por razones de amores y odios, que devienen en personalismos.

Como decía Rousseau en el cuarto libro de "El Contrato Social": si hay aclamación, no se delibera, se adora o se maldice. No hay disenso ni dialogo, es una mayoría concebida en un todo aglutinante, que argumenta, pero no conversa, porque no conoce opositores. La democracia delegativa no asume el disenso.

El rol del legislador en este contexto debería ser el de un artista, que sabiendo ver la realidad, y con los medios posibles y adecuados al momento, buscar el mayor bien, respondiendo a la naturaleza de la persona. De no hacerlo, el político no será más que un propagandista ideológico.

Esta realidad genera algunos cuestionamientos. Cuando en lugar de política hay gestión, solamente importa la demanda, no la verdad. Y uno de los principios básicos de la sociabilidad es el cumplimiento de la ley ¿pero si la ley no es buena? ¿si no responde a la naturaleza de la persona? ¿y si hasta incluso la ataca? ¿si no hay autoridad moral por parte de quienes tienen el poder?.

DECEPCION Y ESPERANZA

Si aceptamos esta malinterpretación, la decepción generalizada por parte de la población hacia la política, está justificada. Esta defraudación fue acompañada por grandes medios de comunicación, poderes mediáticos se han sabido colocarse como referentes y formadores de opinión de las masas.

Es lógico pensar que las grandes corporaciones persiguen objetivos privados y sectoriales, pero cuando estos son los únicos móviles para quienes se supone que deben difundir la verdad, solo queda una creciente desconfianza y forzado desinterés. En este camino de enajenación las redes sociales conformaron un papel fundamental para la creación y participación en nuevos espacios informativos, en los que se pueden tratar temas variados y con multiplicidad de enfoques. Por eso, a la población que se alejó de la política, las redes sociales le permitieron sortear los medios tradicionales de comunicación y contrarrestar lo políticamente correcto.

El desinterés, la defraudación y la desvalorización de la política, generaron que quienes asumieran el gobierno no fueran los más capacitados, sino los que tuvieran la voluntad de afrontar tal responsabilidad. Además, si solo es visto esto como un medio para alcanzar fines personales, el mando puede ser asumido por quienes solamente buscan reunir poder.

Algunas de estas razones son las que nos llevaron a tener políticos corruptos y sin convicciones, otros que presentan deseos fuertes pero sin ninguna formación para lograrlos u otros tantos que anteponen sus ideologías al bien de la nación.

Toda sociedad puede remediar los problemas a los cuales está acostumbrada. Es momento de formarse, participar en la política y de exigir que vuelva a estar enmarcada por valores.


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