Hermanas y artesanas de los mejores sombreros

Adriana y Silvia Maidana continúan en un local ubicado a metros del Congreso con este oficio que inició su bisabuelo hace 109 años. Cuentan que en sus años dorados usarlo fue símbolo de ascenso social. Luego dejó la gran ciudad y perduró en el interior y el campo, donde se impuso un diseño propio de la casa: el corazón de potro. Hoy, dicen, muchos se animan a vestirlo de nuevo.

Corrían los tiempos del centenario de la Revolución de Mayo cuando don Luis Maidana, un inmigrante de Nápoles que había llegado como muchos otros compatriotas del viejo continente a la Argentina en busca de un mejor porvenir se cansó de marcar los tafiletes -parte interna que protege al sombrero del sudor y da más comodidad a la cabeza- como empleado de una casa de este accesorio en el barrio de Palermo.

El quería imprimir su propia marca. Entonces juntando coraje, y con el conocimiento necesario para la confección, abrió una casa de sombreros en lo que era la calle Victoria, hoy Hipólito Yrigoyen, frente al Congreso Nacional.

Es así como 109 años después los sombreros Maidana ya son una marca emblemática en la ciudad de Buenos Aires. Sus bisnietas, Adriana y Silvia, con el aporte de su mamá Manola continúan con esta tradición iniciada hace más de un siglo, de diseñar y armar en forma artesanal cada uno de estos accesorios. 

SU MEJOR TIEMPO

El negocio, ubicado desde 1968 en la avenida Rivadavia 1923 atravesó en todo este tiempo distintos momentos. Adriana menciona que el más importante se dio hacia las décadas del 30 y el 40 cuando se produce el boom del uso del sombrero.

"A principios del siglo XX, tiempos de la belle epoque, el sombrero era para una elite. Por ejemplo lo usaban los estudiantes universitarios cuando la universidad no era de acceso masivo", señala a La Prensa.

La artesana agrega que luego su uso se fue popularizando con el surgimiento de la clase media y los hijos de los inmigrantes pasan a tener ya un mejor pasar, estudios profesionales.

"Usar sombrero se convierte en un símbolo de prestancia. Los hijos de los inmigrantes lo incorporan. Por ejemplo para ir a trabajar a una oficina, un banco, no se podía salir sin sombrero", comenta.

"Si uno recuerda los coches de la vieja línea del subte A -continúa- con interiores de madera que sacaron hace unos años tenían repisas para los sombreros y los equipajes. Si se iba al cine debajo de la butaca había como una cestita donde podían poner el sombrero. En el restaurante tenían los percheritos y podías arriba colocar el sombrero. Era símbolo de haber alcanzado un sueño de esos padres que vinieron a hacer la América. Ellos querían que sus hijos usaran el sombrero como símbolo de haber escalado socialmente".

MODELO PANAMA

Las mujeres por esos años también se sumaron a la moda de vestir sombreros. "Usaban los tipo casquete o sombreritos pequeño de topé, que es un fieltro muy fino, parecido al terciopelo, con mezcla de pelo de conejo. La mujer antes tenía que salir con sombrero, con guantes y con medias, aún en verano. En esa estación del año el hombre usaba el modelo rancho, el canotier, como el que vestía Maurice Chevallier. Después se dejó de usar al ser reemplazado por el Panamá".

En casa Maidana cuando llega el tiempo del calor el Panamá es un modelo de sombrero que se vende mucho. Silvia acota que por sus características es el más caro que hoy ofrecen: vale unos 7 mil pesos.

Ocurre que la llamada cloche o campana del sombrero no se fabrica en Argentina porque no existe este tipo de fibra vegetal llamada toquilla. Solo la tejen los pueblos indígenas en Ecuador, y se consigue algo en el sur de Colombia y un poco en el norte de Perú. "Nosotros importamos las campanas desde Ecuador y lo modelamos acá", cuenta Adriana. Los demás sombreros se confeccionan con pelo de liebre.
Con los años el sombrero dejó de ser un objeto de uso masivo. Las ventas ya no fueron las mismas, pero los Maidana pudieron sortear las crisis apelando a la creatividad.

CORAZON DE POTRO

Fue así como Jorge, el padre de Adriana y Silvia, quien falleció el año pasado, creó un propio modelo para la casa, el llamado "Corazón de Potro". "Fue creado en 1970. Tiene barbijo para sostenerlo del viento cuando se cabalga, es resistente al agua, a la nieve", dice Silvia.

El Corazón de Potro nació cuando los socios de la asociación de criadores de caballos criollos de la que también formaba parte Maidana le pidieron que diseñara un modelo para la institución, que los diferenciara del resto, y se convirtió en un éxito de ventas.

Es que así como si bien el sombrero se fue retirando de las ciudades como Buenos Aires, se siguió usando tanto en el campo como en pueblos del interior del país.

"Depende la zona se usa un determinado modelo. Mesopotamia y provincia de Santa Fe usan el campero, que es un modelo que deriva del sevillano, parecido al del Zorro. En el norte se usa más el chambergo de ala ancha, y en la zona de la pampa húmeda y la Patagonia se usa el corazón de potro. En el sur lo piden con menos ala, siente centímetros menos por los vientos, para que no se vuele", enumera Adriana.

Además de clientes de Argentina hoy casa Maidana tiene muchos compradores de Río Grande do Sul en Brasil y del Uruguay. Se venden sombreros de diversos estilos y también se incorporó la venta de boinas y gorras.

"Hay como un revival, el hombre entre 30 y 40 años está volviendo a usar sombrero. Y la gente mayor lo usa por tradición. También muchos lo adoptan por prescripción médica. Los médicos están recomendando mucho su uso para protegerse del sol", comenta Silvia.

CELEBRIDADES

En más de cien años de vida muchas celebridades pasaron por la casa de sombreros. Las hermanas Maidana mencionan a Alfredo Palacios que solía venir a arreglarlo, mantenerlo. "Al sombrero como a otras prendas como un tapado o un sobretodo se le hace una manutención, hay que plancharlo, limpiarlo, se le cambia la cinta", agrega.

También fueron clientes los expresidentes Illia y De la Rúa; Carlos Corach, Carlos Ruckauf, Norma Morandini, Alicia Castro y María Julia Alsogaray.

Y entre los artistas aparecen Gladys la Bomba Tucumana, Vicente Rubino, Alberto Olmedo, Adolfo Castello, Imanol Arias, Armando Manzanero, Ernesto Baffa, Antonio Ríos y Rodrigo.

Del mundo del deporte Amadeo Carrizo y varios jugadores de fútbol de River de la época de La Máquina con Angel Labruna fueron habitués del negocio.

- ¿Qué debe tener un buen sombrero?

Adriana:- Tiene que ser bueno el fieltro y trabajarlo muy bien con las manos. Nosotros hacemos los sombreros desde que se inició esta casa con el estilo borsalino. Esto es que todo es trabajado a mano, con vapor.

Silvia: - el tafilete se cose a mano, con agujas especiales. Tenemos un control de calidad que nos caracteriza y distingue, son piezas artesanales. Y hay que ponerle mucha pasión, por eso cumplimos 109 años en junio.

- ¿Cuánto demanda en hacerse un sombrero?

Adriana:- En cuatro días está el sombrero terminado. Es bueno que venga el cliente y se lo pruebe antes de llevar. Trabajamos con mucha precisión, con herramientas que ya no se consiguen, algunas datan de 150 o 200 años.

- ¿Y quien usa más sombrero, el hombre o la mujer?

Adriana:- Lo usan los dos, pero esta casa está orientada más al uso masculino. Acá tenemos hormas que son muy llenas, altas, que no a todas las mujeres les queda bien. El sombrero de mujer se hace distinto al de hombre

- ¿Les gustaría que sus hijos sigan con el negocio?

Adriana:- No sabemos que va a pasar, cada uno hoy se dedica a otras cosas. Mi hijo aprendió el oficio, el abuelo le enseñó. Y hay tres chicas que están al tanto de todo. El tema es que las mujeres no tenemos la misma fuerza que los hombres.

Silvia:- hay que hacer presión que a veces a las mujeres nos puede costar, hay que tener una suerte de entrenamiento. Si nuestros hijos quieren ojalá que sigan. Igual hay Adriana y Silvia para rato. Como se dice, no vamos a colgar los sombreros, estarán en la repisa de la Casa Maidana para seguir vendiéndolos.