Buena Data en La Prensa

Crisis-tina

Tanto las personas como las sociedades sufrimos crisis, que si bien, son vividas con inestabilidad y angustia pueden ser ocasión para el crecimiento. Los momentos de crisis nos ponen en la encrucijada de asumirla y superarla u ocultarla hasta que la próxima situación crítica la haga resurgir con una fuerza mayor. Lamentablemente, parece ser que este es nuestro modus operandi autóctono.

Argentina vive de crisis en crisis -por eso el título de esta nota- (otras asociaciones quedan a criterio del lector). Un país sin proyecto, sin rumbo y a la deriva, en el que tristemente parece que las únicas opciones son: gobernantes desmesuradamente corruptos, ineptos y demagógicos o gobernantes ineptos y con mucho marketing. 

PONER ORDEN O ACOMODAR EL CAOS

Aunque parezca un juego de palabras, una cuestión es arreglar de raíz lo que se encuentra desordenado y otra muy distinta es adornar lo que se presenta caótico para que muestre apariencia agradable.
Así pues, podemos mencionar que desde hace 70 años convivimos con altos índices de inflación. Hace décadas que los jubilados están siendo estafados por el Estado, la educación desprestigiada e ideologizada, la inseguridad ciudadana que no cede, la falta de un merecido reconocimiento a los excombatientes de Malvinas, el recurrente revanchismo de las organizaciones de "derechos humanos", la lentitud del poder judicial, las listas sábana, la corrupción política, los precios máximos que llevan al desabastecimiento, la suba del dólar, los impuestos de emergencia que nunca desaparecen y últimamente hasta la imposibilidad de poder jugar una final de fútbol con decoro.

A cada problema se le encuentra una seudo solución que lo maquilla y lo deja esencialmente igual: a las manifestaciones vandálicas se responde enrejando monumentos y edificios, a la pobreza estructural con planes, a la violencia en el fútbol, impidiendo el ingreso de las hinchadas rivales a un mismo estadio. Las crisis se reciclan y nada parece tener solución.

En los gobiernos constitucionales las decisiones contundentes, son tildadas de autoritarias y parece que nadie quiere endilgarse ese título.

EL GRAN DESAFIO

Dicen los analistas políticos, que la gran mayoría de los ciudadanos deciden el voto por amor o por odio y luego lo justifican racionalmente. El voto emocional no nos llevó por buen camino. Ni tampoco parece haber servido el voto útil. Será momento de votar por convicciones y convertirnos en ciudadanos activos que exijan el cumplimiento de lo prometido.

Estamos en un año electoral y a esta altura, ya puede percibirse que un elevado porcentaje de la población no solo no simpatiza con las opciones más nombradas, sino que ambas le causan un fuerte rechazo.

Quizás llegó la hora de darnos un baño de realidad y dejar de lado tanto los personalismos anquilosados como los delirios de una corrección política a ultranza que nos permita asomarnos al primer mundo, para centrarnos en los valores que queremos para nuestra patria.

Necesitamos gobernantes que abandonen el miedo a los medios de comunicación y gestionen pensando en el bien común, proyectando a mediano y largo plazo y no solamente en la coyuntura presente. No es necesario que estén midiendo encuestas y controlando cómo ganar la próxima elección. 

Necesitamos estadistas que nos muestren un proyecto de país, para la convivencia en libertad, con objetivos que sean cuestiones de Estado y que no cambien según el color del partido gobernante. Que no endiosen a la democracia, pero respeten a rajatabla los principios republicanos. Que estén atentos al sentir argentino. Que se centren en nuestras fortalezas, para ayudarnos a superar nuestras debilidades. Que se dejen de chicanas y minucias y tengan la mente abierta. Los argentinos abrazamos toda vida y valoramos la familia. Ningún proyecto serio de país puede desdeñar esto. ¡Si al menos, una vez hiciéramos caso a la exhortación que hiciera en 1939, el filósofo español José Ortega y Gasset!

"¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal".

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