Ponele la firma, no va a andar

El economista Juan Carlos De Pablo suele decir que lo que ha sido una bobada hasta la semana pasada ahora no puede transformarse en una genialidad. Tiene también otra máxima: “Si te ponés frente al espejo a repetir la idea y no te la creés vos mismo, ¿cómo podés pretender que te crean los demás?”

“No va a andar, ponele la firma, no va a andar”. La frase, inmortalizada por Juan Carlos Calabró hace 37 años en el spot publicitario de Añejo W, una bebida de origen nacional lanzada para mezclar con tragos, volvió a asomarse desde el pasado cuando el miércoles el Gobierno anunció sus medidas de control de precios.

Lo que otrora era una ironía, hoy tiene visos de verdad. Eso es lo que queda a manera de conclusión luego de haber escuchado y leído los análisis de los especialistas sobre el paquete de medidas implementado por el Gobierno para ponerle un freno al proceso inflacionario.

El principal problema, tal vez, es que ni ellos mismos creen en lo que están ejecutando. El economista Juan Carlos De Pablo suele decir que lo que ha sido una bobada hasta la semana pasada ahora no puede transformarse en una genialidad. Tiene también otra máxima: “Si te ponés frente al espejo a repetir la idea y no te la creés vos mismo, ¿cómo podés pretender que te crean los demás?”

Mucha tinta se ha gastado ya para explicar, buceando en los archivos, que las políticas de control de precios siempre han fracaso en la Argentina. Las razones son muchas. El corsé mantendrá fijos los precios de 60 artículos básicos, fundamentalmente alimentos, muchos de ellos dentro del programa de Precios Cuidados.

Hecha la ley, hecha la trampa. El mismo miércoles, día de la presentación de las medidas en la Quinta de Olivos, comenzó a denunciarse que llegaban a los mercados y supermercados listas de precios con aumentos, ya que el plan anunciado recién entrará en vigor el lunes. Había cuatro días para remarcar.

La otra duda es si lo que establece la letra de la normativa se verá reflejado en la realidad. Es decir, si se mantendrá abastecido el canal por el cual estos alimentos protegidos deberían llegar a las góndolas. A todas las góndolas y no sólo a las de los grandes centros urbanos.

Hay en esto también mucho de letra chica. Como ejemplo se puede tomar el caso de la carne. De acuerdo al documento oficial, “los frigoríficos exportadores acordaron vender 120.000 kilos por semana de asado, vacío y matambre a 149 pesos el kilo (precio final) en la feria minorista del Mercado Central y en las bocas de expendio de cada uno de los frigoríficos. Para dar una referencia, el Mercado Central vende alrededor de unos 70.000 kilos de carne por mes”.

Del texto surge con claridad que el tope al precio de estos cortes cárnicos no llegará a la carnicería del barrio. Alberto Williams, presidente de la Asociación de Propietarios de Carnicerías de Capital Federal, explicó que el problema residen en que “los exportadores han prometido eso aunque van a entregar en el Mercado Central la mitad y el resto en los puntos de ventas que ellos tienen, que por lo general están en la provincia de Buenos Aires, no en Capital, y los carniceros no vamos a conseguir eso”.

Y agregó: “No estamos hablando de carne de primera calidad, porque es el resto de lo que queda de exportación y hoy el 67% de la exportación argentina se envía a China, y a China se exporta vaca. Donde la puedan vender, la van a vender, el problema es que puedan sostener esa cantidad porque son varios meses y no va a ser fácil”.

He aquí la realidad. Todos los cañones apuntan a la exportación como actividad prioritaria para generar divisas y tener una balanza comercial positiva. Por ese motivo es que el Gobierno ha desregulado el mercado de los alimentos y todo lo que pueda ser vendido al exterior, será vendido. Armonizar esta política y los tentadores precios internacionales con la demanda interna es un desafío arduo.

Por lo pronto, es sabido que el mundo y fundamentalmente China le compran a la Argentina cortes de carne congelada sin hueso. La amenaza de la aftosa se mantiene como una muralla insalvable. Entonces los cortes más baratos quedan disponibles para el consumo interno. Sin embargo, la dinámica exportadora es arrolladora.

En febrero de 2019, y de acuerdo con las estadísticas de la Secretaría de Agroindustria, se exportaron 33.012 toneladas peso producto (tn pp), es decir 57,8% más que en febrero del año pasado. Medido en toneladas res con hueso (tn r/c/h), el volumen ascendió a 48.472 toneladas (+48,8% anual).

El volumen exportado generó un ingreso equivalente a 162,3 millones de dólares, el cual se ubicó 30,0% por encima del obtenido en febrero de 2018.  El  mayor volumen exportado se vio parcialmente compensado por un menor precio promedio por tonelada res con hueso. En el primer bimestre de 2019 las exportaciones de carne vacuna ascendieron a  65.777 toneladas y fueron 45,4% mayores a las certificadas en enero-febrero de 2018.

La dependencia que la plaza ganadera tiene del mercado chino no acepta discusiones. El último informe de Ciccra, la Cámara de la industria y comercio de carnes y derivados de la República Argentina, destaca que “en lo que va de 2019 China compró 2 de cada 3 kilos de carne vacuna exportada desde Argentina y explicó la totalidad del crecimiento del volumen exportado entre el primer bimestre de 2018 y el primer bimestre de 2019”.

“Asimismo, los envíos al gigante asiático generaron casi 6 de cada 10 dólares facturados por exportaciones de carne vacuna en el período considerado. China adquirió 44.555 tn peso producto de carne vacuna congelada  en los primeros dos meses del corriente año, es decir 91,7% más que en enero-febrero del año pasado. Por este volumen se facturó un total de 183,5 millones de dólares, lo que arrojó un aumento de 82,5% interanual”.

En lo que hace al agro, y de acuerdo a datos del Centro de Exportadores de Cereales, de la cosecha fina, sobre 19 millones de trigo la exportación compró 13 millones. En el caso de la cebada, de 3,5 millones adquirieron 2 millones. En lo que hace a soja, de los 54 millones disponibles, los productores se desprendieron del 98%. ¿Qué queda para el mercado interno?

“De acuerdo a la demanda internacional e interna hay operaciones revertidas –tranquiliza Gustavo Idígoras, presidente del CEC-. El que tenga algún saldo exportable, si hay un molino con necesidad de comprar, se hace la operación revertida”.

La realidad es que la exportación compra y paga en tres días, mientras que la industria compra y paga en 30 días, esto en un país de futuro incierto e inflación rampante. “Por eso el productor vende al exportador para mantener sus activos”, señalan.

Sobre todas estas filosas aristas de precios internacionales y necesidades internas, de alta inflación y dólar incierto, se posa el programa de control de precios. Un polémico esquema que durará apenas un semestre: ¿qué pasará después de las elecciones presidenciales?