Un campeón con una columna vertebral para el aplauso

Racing se quedó con la Superliga con un equipo en el que emergieron como figuras Lisandro López, Gabriel Arias, Marcelo Díaz y los centrales Leonardo Sigali y Alejandro Donati. Una confirmación de la vieja teoría de que un arquero seguro, buenos defensores, un gran 5 y un 9 hacen la diferencia.

El fútbol es rico en axiomas que a fuerza de ser repetidos adquieren la forma de verdades irrefutables. Postulados tales como “dos cabezazos en el área es gol”, “las jugadas se inician por los costados y se definen por el centro” y “penal bien pateado es gol” constituyen algunos ejemplos claros de hechos aparentemente comprobados que nadie discutiría. Otro establece que todo buen equipo se arma en función de una columna vertebral que empieza en el arquero, sigue en los marcadores centrales, se prolonga en el volante defensivo y finaliza en el centrodelantero. En un deporte en el que la imprevisibilidad obliga a desechar varios argumentos pretendidamente innegables, Racing acaba de consagrarse campeón de la Superliga haciendo honor a esa cuestión de la columna vertebral.

La Academia diseñada por Eduardo Coudet se basó en varios nombres que resultaron fundamentales para hacer realidad este título. Su poderío en el ataque y su solidez en la retaguardia constituyeron sus principales características. La presencia de Lisandro López, el goleador despiadado que es capitán y símbolo del equipo emerge como la gran figura de Racing. Su liderazgo, sus goles, su esfuerzo y su hambre de gloria impulsaron las esperanzas albicelestes en el certamen. Licha es genio y figura. Ah, y les puso la firma a 17 goles…

Pero los tantos marcados por este atacante fabuloso no habrían sido suficientes si en la otra punta de la cancha no hubiese estado Gabriel Arias, un arquero sobrio y seguro que tuvo un despegue fabuloso desde su arribo a Avellaneda. Atrás quedaron sus pasos por Olimpo y Defensa y Justicia -tanto en la B Nacional como en Primera- y su excursión por Chile (jugó en Unión La Calera), hoy es un guardavalla consagrado, un pilar fundamental que por momentos se erigió en una muralla inexpugnable.

Muy cerca de Arias se pararon Alejandro Donati y Leonardo Sigali, quienes se han afianzado como una de las mejores duplas de marcadores centrales del fútbol argentino. Se complementan a la perfección y por si fuera poco también llevan peligro al área de enfrente gracias a su excelente juego aéreo. Estos defensores con largo recorrido en clubes locales hallaron en la porción albiceleste de Avellaneda su lugar en el mundo.

Desde el otro lado de la Cordillera arribó esta temporada Marcelo Díaz, un volante que conjuga categoría y experiencia (su carrera lo llevó por Suiza, Alemania, España y México, además de su Chile natal) y que le dio un salto de calidad al equipo en el mediocampo. Su jerarquía apuntaló al equipo en un sector clave del terreno de juego, pues no sólo aportó buenos desempeños individuales, sino que le otorgó orden al equipo del Chacho.

Y por supuesto en esa columna vertebral debe citarse irremediablemente al propio Coudet. Si bien otro postulado del fútbol indica que “los partidos los ganan y los pierden los jugadores”, el técnico tuvo un rol indispensable en esta campaña triunfal. El DT le imprimió a sus dirigidos una irrenunciable actitud ofensiva, al punto que Racing jugó todos y cada uno de sus partidos buscando el triunfo, asumiendo el protagonismo siempre. Y si bien varias veces encontró cobijo en la clase de sus figuras más que en el funcionamiento colectivo, la personalidad ganadora se mantuvo inalterable.

La mano del Chacho apareció con nitidez en varios momentos clave. Primero, cuando la Academia fue masacrada por River en los cuartos de final la Copa Libertadores, Coudet insufló en sus huestes la necesidad de ir en busca de una revancha y desde la cuarta fecha de la Superliga -es decir la que siguió a la eliminación copera- los albicelestes jamás se bajaron de la cima de la tabla. Racing se convenció de que podía ser campeón porque su entrenador le enseñó a confiar en sus fuerzas. Después, cuando Ricardo Centurión volvió a hacer de las suyas y estropeó con su mala educación y su espíritu pendenciero su imagen de futbolista desequilibrante, Chacho lo hizo a un lado sin importar que su equipo tuviera que renunciar a una pieza muy importante de su andamiaje. El don de mando y autoridad del técnico impidieron que el escándalo de Centurión repercutiera en el camino hacia el título.

Y ya cerca de la definición, River volvió a ser fatal para Racing. Podrían haber surgido dudas de las posibilidades del líder, especialmente por la excelente campaña de un Defensa y Justicia que jamás se entregó, pero Coudet volvió a poner de pie a su equipo y enderezó el rumbo hacia la consagración en Victoria.

NO ESTUVIERON SOLOS

Pero un equipo no se hace con apenas cuatro jugadores y un técnico. Por eso en Racing tomó impulso Renzo Saravia, quien se adueñó del lateral derecho de la defensa y eso le permitió catapultarse a la Selección argentina. Un nombre al que seguramente las luces de la fama no buscarían inmediatamente, aunque ahora ya lo apuntan con mayor naturalidad.

En el medio también se ganó muchos aplausos Matías Zaracho, el pibe de 21 años que juega bárbaro por el costado derecho y que asoma como una más que interesante promesa académica. Sus buenas actuaciones también lo condujeron a la Selección, en una demostración de que el semillero de Racing no está seco ni mucho menos.

En esa zona de la cancha contribuyeron mucho Nery Domínguez, Neri Cardozo y Guillermo Fernández. Los tres, más socios del silencio que de las grandes estridencias, se hicieron notar dándole equilibrio, sacrificio y orden al mediocampo. También habría que sumar a este grupo a Augusto Solari, quien se aseguró un lugar en la historia con el gol que encarriló todo contra Tigre, además de haber sido curiosamente el segundo máximo artillero con cinco conquistas.

Por supuesto no corresponde dejar al margen a Centurión. Hasta que descarriló como lamentablemente suele hacerlo, tenía su puesto garantizado y era una de las principales usinas de juego del ahora campeón. Claro, Ricky no deja de sabotearse a sí mismo y hoy es un paria con destino incierto en el club.

Arriba Licha López no estuvo solo. En la primera etapa se entendió muy bien con Jonathan Cristaldo, un refuerzo que llegó con demasiadas dudas por su poco feliz regreso a Vélez y que terminó jugando un rol clave con varios goles y con una entrega sin reservas para hacer todo lo que el equipo necesitara. Y cuando había que dar el salto de calidad se incorporó Darío Cvitanich. El atacante procedente de Banfield rápidamente se acopló y dejó su sello con goles importantes que terminaron por confirmarlo como una pieza vital en el elenco albiceleste.

Se podrá hablar de los cabezazos en el área, de la forma de construir los ataques, de cómo se ejecuta un penal, de qué importancia tiene los jugadores a la hora de decidir el trámite de un partido. Lo cierto es que en este Racing la columna vertebral fue el sostén de un equipo que por mérito propio terminó abrazándose a la gloria.