Pedro Muñoz Seca: una jovial vocación al martirio

Católico ingenioso y mordaz, el gran autor español fue fusilado en 1936.

POR SEBASTIAN SANCHEZ 

Poco antes de ser martirizado, Santo Tomás Moro escribió su famosa "Oración del Buen Humor" en la que le pide a Dios "el don de saber reírse". San Felipe Neri por su parte enseña que "la tristeza nos dobla el cuello y no nos permite mirar al Cielo". San Juan Bosco fundó la "Sociedad de la Alegría" cuyo lema era "melancolía, fuera de la casa mía". Y Santa Teresa de Jesús imploraba: "de devociones absurdas y santos amargados, líbranos Señor". Según parece, y estos son sólo algunos ejemplos, la santidad es asunto de seres joviales. 

A esa estirpe, la de la jovialidad, perteneció Pedro Muñoz Seca, el gran dramaturgo español martirizado en la España sangrante de 1936. Es que a Don Pedro no le faltó ingenio para sacar lo cómico de lo trágico, lo alegre de lo dramático, siempre propiciando el destello esperanzador en medio de las oscuridades. 

Nacido en el gaditano Puerto de Santa María, estudió Derecho y Filosofía y Letras pero, salvo unos pocos años como profesor de latín, griego y hebreo, no se dedicó más que a las letras. En 1901, con sólo 22 años, escribió y puso en escena su primera obra teatral, Las guerreras, con la que dio inicio a un nuevo subgénero dramático denominado "astracán", signado por la búsqueda rotunda de la risa, a través del disparate.

Su gran astracanada fue La venganza de don Mendo (1918), una caricatura de tragedia histórica y la obra española más representada de todos los tiempos después de Don Juan Tenorio y Fuenteovejuna. Es inútil resistir a la tentación de una cita breve, en la que Don Mendo azota a un tinterillo petulante: "Siempre fuisteis enigmático, / y epigramático y ático / y gramático y simbólico, / y aunque os escucho flemático, / sabed que a mí lo hiperbólico / no me resuelta simpático". 

LAS IZQUIERDAS

Ya era un autor célebre -aunque no siempre le alcanzara para garantizar la subsistencia de su numerosa prole- cuando la II República llegó al poder y con ella las izquierdas de toda laya. Se convirtió entonces en uno de los más duros adversarios del Régimen y no dejó tropelía política o ideológica sin burlón castigo. Por ejemplo, al sancionarse la Ley de Divorcio, escribió Anacleto se divorcia (1932) una durísima sátira que impactó de lleno en el gobierno republicano. Un año antes había estrenado La OCA en la que caricaturizaba al sindicalismo comunista con la parodia de la "Asociación de Obreros Cansados y Aburridos". 

Monárquico y católico, enteramente fiel a sus ideas y creencias, no dejó sigla política, sindical o ideológica sin risueño vapuleo, lo que poco a poco lo convirtió en un escritor "dramatúrgicamente incorrecto" y objeto del odio de logias y clubes de la progresía. Vale la pena transcribir un fragmento de su sainete La casa de la juerga (1906), estrenado en la Zarzuela y dedicado a la casta política (y que bien podría aplicarse entre nosotros): 

Tengo un borrico canelo, 
Mas sabio que un profesó
Con orejas de ministro
Y ojos de gobernaó.
Rebuzna como si fuera
Diputao ministerial, 
Y se come hasta el pesebre
Como cualquier concejal. 
Yo quisiera que a mi burro 
Lo sacaran diputao, 
Porque otros siendo más burros
A ese puesto ya han llegao. 
Pero me temo que de serlo
Vaya a quedarme sin él, 
Porque como allí habrá tantos 
No lo voy a conocer. 

Honesto a carta cabal, Muñoz Seca antepuso ante todo la Verdad por lo que incluso, y aún siendo el hombre piadoso que era, tuvo sus contrapuntos con la jerarquía eclesial, de la que más de una vez supo chancearse aunque siempre con filial respeto. 

El Alzamiento le encontró en Barcelona, donde fue detenido por las milicias anarco-sindicalistas que lo encerraron en San Antón, el antiguo colegio calasancio devenido en mazmorra de la "cheka" madrileña. Allí compartió prisiones con Jacinto Benavente y con muchos sacerdotes y religiosos. 
Finalmente, en noviembre de 1936 Santiago Carrillo -formalmente "Consejero de Orden Público", en realidad jefe de gavillas fusiladoras- ordenó que Pedro Muñoz Seca marchara al patíbulo, junto a otras 103 personas, en lo que fue una de las "sacas" de la tristemente famosa matanza de Paracuellos del Jarama. 

Muñoz Seca murió como vivió. Con cristiana paciencia soportó la humillación a la que lo sometieron y aceptó resignado la sentencia de muerte. Con su proverbial buen humor -y la certeza del Cielo- les dijo a quienes iban a fusilarle: "Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades" y poco antes: "Me lo habéis quitado todo, la familia, la libertad, me vais a quitar la vida; pero, ¿sabéis lo que no podréis arrebatarme jamás? este miedo que tengo encima". Ya con los fusiles apuntando miró a uno de los sacerdotes que lo acompañaba y concertó el próximo encuentro: "Hasta el cielo, padre." 

Sus restos descansan en la "catedral de los mártires" -como suele llamarse a las fosas comunes de Paracuellos- y él va camino a los altares pues en 2016 se inició su proceso de canonización. ¡Qué bueno será tener un nuevo intercesor, alegre y jovial!