El Museo Histórico Nacional resguarda leyendas amorosas entre grandes personajes del país y sus mujeres

Historias y escándalos de amor del siglo XIX

A través de los objetos, detalles ocultos surgen a la luz en una visita organizada en el marco del mes de los enamorados. Dorrego, Mariquita Sánchez, Belgrano y Rosas, entre otros, fueron protagonistas de escándalos.

 

El amor en el siglo 19 en el Río de La Plata no fue fácil para la mujer en general, pero hubo excepciones. El recorrido "Amar en el siglo XIX" organizado por el Museo Histórico Nacional permite ver una colección de objetos que reflejan algunas de estas historias de amor olvidadas o pocos conocidas.

"La visita busca dar a conocer las pasiones en esos sucesos patrios. No sólo contamos historias heróicas de batallas militares o políticas sino algo más profundo en la vida de la gente", explicó a La Prensa Viviana Mallol, directora de la antigua institución.

"Hablar del amor en el tiempo de la revolución pero con la cabeza del presente puede ser extraño. La mujer estaba limitada a los designios de sus padres y por eso Mariquita Sánchez sobresalió de las demás de su época. Decidió ir en contra de lo que le habían elegido y le escribió con mucha audacia al Virrey de Sobremonte sobre su deseo de contraer matrimonio con el hombre que amaba. La respuesta fue favorable y lo pudo concretar, lo que armó un gran escándalo no sólo por el hecho en sí mismo sino porque luego hubo una seguidilla de otras mujeres que reclamaron por lo mismo. Fue una adelantada a su época", destacó a La Prensa Gilda Fuchs del área de educación del Museo, y una de las encargadas de dar el tour "Amar en el siglo XIX".

Mariquita Sánchez se destacó por ser una mujer apasionada, de espíritu rebelde y una gran participante de todos los sucesos históricos que le tocó vivir. En su casa se tocó por primera vez el himno nacional y en uno de los cuadros del Museo se retrata ese momento histórico pero con un detalle oculto: el amor secreto entre la joven y su amado Martín Thompson. "Ella está tocando el arpa y se ve que detrás de ese instrumento hay un hombre al que no se le ve el rostro. Ese es Martín Thompson al que se lo tapó en la pintura", describió Gilda.

Su compañera de área y también guia, María José Grenni, asiente y agrega que: "no sólo vivió ese amor sino que luego cuando enviudó rompió con el período de duelo socialmente establecido y volvió a casarse a los 9 meses con un joven de menor edad. Ella tenía 33 y a él lo anotó para que se casara como de 27 años". Cabe recordar que a principios del siglo XIX, a los 25 años se alcanzaba la mayoría de edad. Además, los varones se casaban, en promedio, entre los 30 a 45 años mientras que las mujeres, por imposición paternal, a partir de los 12 años.

Por otra parte, los puntos de encuentro entre los amados eran muy limitados. El Paseo de la Alameda frente al Río de la Plata, donde desembarcaban los comerciantes y viajeros, y las tertulias eran dos puntos de encuentro para concretar un enlace auspicioso. "En las tertulias, como no podían hablar con un hombre a solas entró en juego el abanico. Había todo un sistema de lenguaje, de casi 50 señas diferentes, para poder comunicarse. Algunos eran a favor de conocerse, aceptar la propuesta de matrimonio o de rechazo absoluto. Y esto era interesante tanto para hombres como para mujeres", destacó Gilda.

Muchas veces, para recordar a un ser amado se lo retrataba en una miniatura, una pequeña pintura que era fácil de transportar. En una época en que la mayoría de las mujeres eran analfabetas, ese tipo de objetos permitían conservar cerca el "alma" del amado. En el Museo se encuentran varios ejemplos de ellos y hay uno que recuerda otra historia de amor. "Cuentan que Mariano Moreno mientras estudiaba para ser sacerdote vio una miniatura de una joven en una vitrina de un negocio y de inmediato quiso conocer de quien era ese rostro. Resultó que era de Guadalupe Cuenca, una joven también destinada a entrar en la Iglesia. Pese al deseo de ambos de casarse tuvieron que enfrentar los deseos de sus familias para lograrlo", resaltó María José sobre cómo surgió ese amor en Chuquisaca, lo que hoy sería Bolivia, donde Moreno había ido a estudiar por las grandes universidades que existían en ese lugar.

El amor romántico que quedó plasmado en las cartas que Guadalupe Cuenca le escribió a Moreno pueden ser leídas hasta hoy en día. Pero quizás las epístolas que más reflejan esa relación única fueron las que escribió luego de que su marido partiera en una misión diplomática a Inglaterra. "En el camino Moreno muere presuntamente envenenado. Pero mientras, su amada Guadalupe le escribe muchas cartas a lo largo de 9 meses, aproximadamente, buscando respuestas de por qué su amado no le respondía. A través de ellas se puede evidenciar que sufría por su ausencia y, en un momento de celos, hasta llegó a plantearle si la había dejado por una inglesa. También le relataba todo lo que pasaba y eso no era algo común porque la mujer no tenía ninguna participación en el ambiente de la política o derechos políticos o civiles. Así que le advertía sobre todas las traiciones que estaban teniendo el grupo Saavedristas y como estaban exiliando a sus amigos morenistas", recalcó Grenni. Cuenca nunca volvió a casarse y terminó en la pobreza con una mínima pensión pero sin olvidar a su gran amor.

EZCURRA
Dos hermanas de la elite porteña también sobresalieron por sus convicciones y celebres amores. Encarnación y María Josefa Ezcurra fueron dos mujeres que, pese a los mandatos de la sociedad de aquella época, decidieron jugarse por su amor. 

De joven, Josefa se casó con un primo peninsular por arreglo familiar, pero entonces ya estaba enamorada de Manuel Belgrano. Abandonada por su esposo tras los sucesos de Mayo de 1810 y sin hijos, la joven Ezcurra era una casada con la libertad de una viuda.

"Dejó todo en Buenos Aires y lo siguió a Belgrano en su campaña al Norte. Hay que recordar que se viaja con mulas y las distancias eran recorridas en meses. Durante el viaje ella queda embaraza y parte hacia la provincia de Santa Fe dónde tiene a su hijo Pedro. Ya no volvería a estar con Belgrano pero su valentía la hizo resaltar", dijo María José. Este hijo natural sería anotado como huérfano y posteriormente adoptado como propio por un joven y recién constituido matrimonio: el de Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas.

Si Josefa había dejado todo para recorrer cientos de kilómetros junto a su amado, la historia de Encarnación rompió aún más los cánones sociales de la época. Ambos jóvenes querían casarse pero sus padres se oponían al enlace. Entonces Ezcurra de 18 años recurrió a una treta e hizo creer a su madre que estaba embarazada. Sin más que esperar, el matrimonio se realizó a los pocos días por temor a que se "notará".

Pero quizás lo que más refleja la estrecha relación que tuvieron entre Rosas y su esposa está dado por otro evento que sucedió años más tarde. Y es que Ezcurra fue posiblemente una de las mujeres que más poder tuvo en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Entre 1833 y 1835, período en el que Rosas estuvo alejado del escenario político, el papel desempeñado por Encarnación fue crucial.

"Esta pareja es muy interesante porque no sólo habla de los vínculos amorosos sino que también de las parejas en la política. En 1833 cuando él se va a la Campaña del Desierto, luego de su primera gobernación, Encarnación empieza a encargarse de hecho, no de derecho porque las mujeres no los tenían, de toda la política de Buenos Aires. Hay unas cartas muy interesantes donde ella le habla a Rosas como su compañero. Una mujer de armas a tomar", resaltó Grenni. Quizás un dato de su administración que ha quedado en los libros históricos fue la creación de la Mazorca, una fuerza para policial rosista.

DORREGO
Otro punto del recorrido son los momentos previos al fusilamiento del Coronel Manuel Dorrego que quedaron plasmados en la cartas que escribió a su esposa, hijas y amigos. "Cuando a Dorrego lo van a fusilar pide escribir unas cartas y darles a su familia algunos objetos que podemos ver en el Museo. Aquí esta una de las cartas, el relicario con algunos cabellos que se cortó para dejárselos a su esposa y el anillo de bodas", detalló Fuchs mientras señalaba una vitrina donde se encontraban las pertenencias del fallecido militar. 
En la carta exhibida, se puede ver como el trazo de la pluma ha sido rápida y descuidada. "En el papel detalla cómo va hacer intimado para ser fusilado y Habla de "tu desgraciado marido" que explaya esta fuerza de los últimos momentos de vida. El trazo es una huella de los sentimientos", concluyó la especialista del área de educación.
El recorrido de dos horas de duración también cuenta otros detalles de los próceres y sus amadas que permiten analizar del contexto histórico de las relaciones sociales. Para saber más sobre cuándo realizarán un nuevo itinerario sobre los amores en el siglo XIX se puede visitar el sitio www.museohistoriconacional.cultura.gob.ar.

 

Pasiones y tragedias ocultas en el Cementerio Recoleta


El Cementerio de la Recoleta es una pequeña ciudad, que contiene un laberinto de calles, es el guardián de innumerables amores plasmados en las tumbas que alberga. Sus detalles realzan historias ya olvidadas por la mayoría de los porteños.

En la bóveda de la familia Alvear se esconde la historia de amor de Regina Pacini y Marcelo T. de Alvear. Nacido en una familia de la elite argentina, quien fuera presidente de la Nación se enamoró de la famosa Regina que, con su maravillosa voz y frágil belleza, cautivó a Alvear hasta el punto de intentar conquistarla con docenas de rosas blancas enviadas a su camerino que fueron rechazadas por la joven.

El flechazo fue grande, tanto que la siguió por distintas ciudades europeas intentando ganar su afecto. Finalmente lo logró y aún contra la opinión de la aristocracia porteña se terminaron casando.

Otra historia escondida en el cementerio esta situada junto al mausoleo del almirante Guillermo Brown. Allí se encuentra su hija, Elisa, protagonista de un triste amor.

La joven estaba comprometida con el marino Francisco Drummond, quien murió en batalla durante la guerra con el Brasil. Ante tan dramática noticia, la joven tomó la trágica decisión de quitarse la vida arrojándose al Río de la Plata, vestida con el traje de novia que no pudo estrenar para la boda.

ESCULTURAS
En tanto, Luis María Campos descansa en este Mausoleo cuyas esculturas recrean una historia de amor única. Justa, su esposa le rindió un homenaje pidiendo al escultor que lo reflejara con su vestimenta militar de gala, su espada con el filo hacia abajo, simbolizando una espada en descanso, que ya no luchará más.

También puede verse sobre el lateral izquierdo, la figura de Justa, ofrendándole un ramito de jacintos como el que él le regalara el día que se conocieron.

DISCUSION
Otra historia que también surgió de un amor pero con un final un tanto bizarro es el de Salvador María del Carril y Tiburcia Domínguez. Casados y felices por muchos años, la pareja tuvo un desencuentro amoroso que está plasmado en las esculturas de su bóveda, donde se los ve dándose la espalda.

Según cuentan, una discusión del matrimonio hizo enojar tanto a la señora del Carril, que a partir de ese día nunca más le dirigió la palabra.

El enojo fue tan grande, que ella solicitó que el día en que falleciera, su escultura se ubicara en la posición en que se encuentra, porque seguiría enojada con él, aún después de la muerte.