Intriga con la historia

JOHN BANVILLE VUELVE A CONVERTIRSE EN BENJAMIN BLACK EN "LOS LOBOS DE PRAGA"

 

La última novela policial del alter ego del escritor irlandés transcurre a fines del siglo XVI en la Corte de Rodolfo II. Es una excursión a un pasado menos inquietante que el presente saturado por los vicios de la tecnología.

El escritor irlandés John Banville, constante candidato al Nobel de Literatura, vuelve este año a su lado más oscuro con la novela negra Los lobos de Praga, donde se vale de su seudónimo Benjamin Black para contar una historia policial en una época ubicada a varios siglos de distancia de la actual.

Esa excursión al pasado remoto no sólo marca una ruptura con sus hábitos literarios (las novelas de Black suelen estar ambientadas en la Irlanda de la década de 1950) sino que hasta podría implicar una discrepancia más honda.

"Para mí es más inquietante el presente que el pasado -confesó en una reciente entrevista en España con motivo de la presentación de la novela-. Tengo un nieto de 11 años. Ese chico tiene acceso a la pornografía más dura en su portátil. Sin protección. No hay parte de una mujer que un niño no haya visto en Internet. Me parece terrible porque siento que esto va a envenenar la idea que tiene este niño de las mujeres".

El escritor se declara "agobiado" por las redes sociales y por la vida actual en el que "todo el mundo siente que lo tienen que oír" pero en realidad, "no tienen nada que decir". Consecuente con ese principio, Banville no participa en ninguna red social.

"A mi edad todo lo nuevo es malo. Las cosas nuevas como Facebook siempre ienen un lado negativo. Por lo visto, ahí puedes ver videos de gente decapitada de verdad de modo que, las ejecuciones públicas se han puesto de moda otra vez. Es aterrador", protestó.

En Los lobos de Praga, que Alfaguara publica en el mundo de habla hispana, Banville vuelve a usar el nombre de Benjamin Black, con el que publicó un total de once novelas, siete de ellas protagonizadas por el patólogo Quirke y situadas en el Dublín de la década de 1950.

"El seudónimo me permite escapar de mí mismo y jugar. Quien hace arte tiene que contemplar el mundo con los ojos de un niño para el que todo es nuevo y todo sucede por primera vez. Muchas veces no vemos el mundo porque estamos demasiado acostumbrados a él", explicó.

"Tanto Quirke como Sherlock Holmes son forzosamente fantasía pura, porque la mayoría de los casos no se resuelven y los asesinos se escabullen. Me gustan los indicios, pero no existen normalmente y, si aparecen, dan demasiada información que no sabes qué hacer con ella", recordó durante su visita a la ciudad de Barcelona para participar en el cierre del BCNegra.

Por eso, advirtió, no le gusta la novela negra ""porque todo es demasiado evidente. Cada pista apunta al asesino y encuentro en esa lógica muchas limitaciones, como la necesidad de que haya un crimen".
El autor de El libro de las pruebas cree que lo más "divertido" de la novela negra es buscar las diferencias. "Siempre tienes que tener un crimen, un cadáver. Mi gran problema con la ficción criminal es que es muy difícil, casi imposible ponerle humor. Como en la novela histórica, que supongo que es porque no tienes contexto para meter un chiste. Pero no entiendo por qué en la novela negra no se puede ser gracioso", sostuvo.

La novela negra siempre tiene que ser "lo más real posible" y, de hecho, Banville duda de que muchos escritores que escriben sobre asesinos en serie los hayan llegado a conocer, "y en realidad la mayoría de los criminales son normales, no son grandes monstruos".

Los lobos de Praga es una intriga histórica ambientada en el siglo XVI, que cuenta las peripecias de Christian Stern, un joven alquimista, hijo bastardo del príncipe-obispo de Ratisbona, desde el momento en que llega a la capital checa en el invierno de 1599 con la intención de hacer fortuna y lograr un lugar entre los dignatarios más influyentes de la Corte.

Sin embargo, la noche de su llegada, borracho y desorientado, tropieza en el Callejón del Oro, junto al castillo, con el cuerpo desangrado de una joven tendido en la nieve.
El investigador entrará al servicio del emperador, quien pronto le confía la tarea de resolver el misterio del asesinato, pero a medida que se acerca a la verdad advierte que su propia vida está en grave peligro.

El personaje de Stern le surgió a Banville durante un paseo con su perro en el que se le aparecieron el nombre y el argumento de la novela. "He inventado personajes durante tanto tiempo que he llegado a la conclusión de que yo soy el personaje y ellos me han inventado a mí", bromeó.
Tal vez por eso advierte que es difícil que vuelva a usar a Stern en otra novela, porque "el problema con la ficción histórica es que tienes que dar la impresión de plausibilidad, y para ello has de introducir hechos que sean contrastables y eso me parece aburrido".

VISITA LITERARIA

En Los lobos de Praga, Banville retorna a la capital checa, que ya visitó literariamente en la biografía novelada Kepler.
"Me encanta Praga y este período de la historia antes de que empezase la Guerra de los Treinta Años, con la presencia de la Europa medieval y la Corte de Rodolfo II, un loco muy colorido", indicó Banville en su diálogo con la prensa.

Banville está escribiendo ahora un guión sobre un personaje irlandés histórico del siglo XVI, "unos años en los que hay cosas tan tremendas que es difícil hacerlo creíble, como un general inglés que bordeaba el camino de su casa con cabezas humanas".
A juicio del escritor, "la historia es una buena fuente de ficción y los personajes reales son seguramente más interesantes que los ficcionados", aunque también constriñen más a quien los emplea porque los personajes históricos suelen ser muy conocidos por la gente.

Acostumbrado a adoptar otras personalidades literarias, como lo demuestran sus experiencias poniéndose en la piel de Raymond Chandler o Henry James, Banville/Black apunta que su mayor anhelo es "escribir una autobiografía en la que los hechos que cuente estén ligeramente distorsionados y que vuelva un poco locos a los lectores". Tras una pausa, espeta: "Ya sé lo que haré: escribiré la autobiografía de Benjamin Black y no la mía".
Otra opción podría ser firmar una obra como Benjamin Banville, aunque le parece mejor la posibilidad de convertir en personaje a un agente secreto que se llame John Black. "Suena bien, lo voy a pensar", ironizó.