El mundo evidencia cambios positivos

La pobreza como fenómeno global está en clara disminución, algo de lo que no se habla demasiado

Como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, el mundo actual -en su conjunto- enfrenta problemas serios que, además, son comunes a distintas naciones. No por conocidos, ellos han sido resueltos. Aunque no siempre se advierta como -al menos algunos de ellos- al ser enfrentados entre todos, comienzan -paso a paso- a mostrar una realidad distinta, algo más esperanzadora. Este es el caso de temas tan diversos como las desigualdades de ingresos, la inseguridad personal, los desniveles educacionales y el del llamado calentamiento global.

En materia económica el mundo, crece a buen ritmo, aunque no sin una sensación de cierta fragilidad derivada sustancialmente de cuestiones de orden más bien político. Pero lo cierto es que ha podido evitar remezones profundos desde la dura caída de los precios de las materias primas, en el 2014 y 2015.

Entre otras cosas positivas, la pobreza -como fenómeno global- está en clara disminución. De lo que, no obstante la importancia decisiva de la cuestión, no se habla demasiado. Como si no fuera un tema esencial. Pocos advierten que hoy nada menos que la mitad del mundo está compuesto por personas ricas o pertenecientes a la clase media. Esto es, por individuos capaces de gastar, en ellos mismos, entre unos 11 y 110 dólares diarios. 

La realidad ha cambiado. Lenta, pero significativamente. Aunque ello no sea razón para bajar los brazos en los esfuerzos conjuntos en marcha para progresar en todos los frentes. Esto incluye, entre otras cosas muy distintas, la necesidad de invertir cada vez más en capital humano; no temer en abrir las economías a los mercados; proteger la vigencia real de las libertades individuales; asegurar el derecho de propiedad; erradicar la corrupción; y procurar mantener la estabilidad en los procesos de crecimiento.

CLASE MEDIA

A estar a la información disponible, en líneas generales, algo así como un 2,6% de la población mundial está hoy compuesto por personas a las que se puede considerar ricas. Además hay, un 47,4% de esa población mundial, esto es unos 3.590 millones de personas, que pertenecen, en cambio, a la clase media. A lo que se suma que un 41,7% del conjunto de la población mundial, o sea unos 3.160 millones de personas que están aún en situación de vulnerabilidad. Y un 8,3% de la población global, distribuida en los más diversos rincones del mundo, que sigue lamentablemente sumergido en el pantano de la pobreza. Esa es una foto aproximada de la realidad actual en materia de ingresos.

El cambio positivo luce bastante evidente. Y es, obviamente, un tema muy sensible. Esto se advierte con sólo recordar que no hace mucho, a comienzos de los ochenta, casi la mitad del mundo estaba viviendo en la pobreza, con menos de dos dólares por día. 

Hoy esa ya no es, felizmente, nuestra realidad. El infierno de la pobreza, que ciertamente no ha desaparecido, hoy martiriza a menos del 10% de la población mundial a la que ciertamente no podemos olvidar. 

El fenómeno, por lo demás, no es sólo económico. Los adelantos en otros capítulos, como el de la educación o el de la salud, son casi milagrosos y ciertamente corresponsables de un mundo en el que el bienestar sigue creciendo. 

PEQUEÑOS LUJOS

A lo que se suman las posibilidades de vacacionar y de acceder a lo necesario para poder vivir dignamente en las distintas realidades. Incluyendo la urgencia de poder contar con un mínimo vital de seguridad personal y protección de la salud, así como la de poder acceder a los adelantos que genera una constante revolución tecnológica, que hasta se alimenta a si misma.

Buena parte de la marcha positiva hacia el futuro de las últimas décadas ha ocurrido en Asia. En China y la India, fundamentalmente. Recordemos solamente, para comprobar la mejoría a la que aludo, que el ingreso per cápita de los chinos creció nada menos que veinticinco veces desde las reformas implementadas en el país de los mandarines a partir de la presidencia de Den Xiaoping, en 1978.

Esta nueva realidad debe apreciarse debidamente, de modo de no volver a tropezar con las mismas piedras que en el pasado. Por ejemplo, debe advertirse que el desempleo mundial ha caído a los niveles más bajos de los últimos 40 años. Esencialmente, como resultado de una mayor flexibilidad laboral, que ha ido minando silenciosamente las rigideces del pasado. A mayores rigideces laborales, menor competitividad. 

A lo que se suma el haber podido operar con tasas de interés históricamente bajas y, salvo contadas excepciones, sin mayores vendavales inflacionarios. 

Hoy lo cierto es que la tasa global de desempleo es de apenas un 5,2%. Y se supone que ella continuará cayendo lentamente, a lo largo del año en curso. Y, hasta ahora al menos, esto no ha derivado en la generación de presiones inflacionarias inusuales. 

Hay, queda visto, algunas razones de peso para ser optimistas respecto del futuro. La transformación positiva de la realidad inmediata alimenta la esperanza de poder seguir creciendo y, al hacerlo, mejorando los niveles de vida de mucha gente. 

Hay también, sin embargo, peligros ciertos que son evidentes, respecto de los cuales no se debe nunca bajar la guardia. Ellos aparecen desde todas partes. A veces, inesperadamente. El más complejo y peligroso parecería ser el del llamado "populismo", fenómeno que de pronto brota a lo largo y ancho del mundo, con mil rostros diferentes y con una destructiva capacidad de envenenar y hasta paralizar, sino enloquecer a las sociedades, que no debe ser minimizado. Por esto la necesidad de estar siempre alertas sobre este particular riesgo.