Francia frente al espejo

La historia ante el discurso de la patria eterna. Patrick Boucheron dirigió un libro monumental que sacude la visión establecida sobre su país. Contra la "obsesión identitaria" y los relatos que divulgan ideólogos y no historiadores, propone recuperar el arte de contar el pasado.

Por Enrique Rubio *

Con un libro monumental y didáctico, Patrick Boucheron sacudió la visión de la historia de Francia, empeñado en desmontar los mitos que rodean a la "grandeur" y convencido de que la verdad "no se constata, sino que se construye".

En un momento de regreso furibundo de las visiones identitarias y esencialistas, Boucheron hizo algo tan sencillo como poner a Francia frente a su espejo.

La Historia mundial de Francia, que él dirigió pero que se alimenta de las contribuciones de 122 jóvenes historiadores, muestra que el pasado del país solo puede entenderse dentro de un contexto global, y que su existencia es contingente y mestiza.

"La verdad histórica se alcanza por aproximación. No se constata, sino que se construye. Pero eso no quiere decir que no exista", dijo en una entrevista en su despacho del prestigioso College de France antes de dirigirse a Argentina.

FRONTERA SINUOSA

Boucheron batalla contra los relatos idealizados que divulgan a su juicio "ideólogos y no historiadores", como el polemista ultraconservador Eric Zemmour o el pensador Alain Finkielkraut.

"Hoy, en el mundo en que vivimos, sería irresponsable jugar con qué es historia y qué es ficción. Es una frontera sinuosa, y yo me pongo en el filo de la navaja", aclara, antes de ofrecer un ejemplo.
"Si alguien dice que Charles de Gaulle nació en el siglo XV o que es un extraterrestre se le podrá decir que no es verdad, eso es un hecho. Pero, al contrario, todas las interpretaciones son libres. Y las hay verdaderas y falsas", continúa.

Por eso, sometidos como estamos a la inundación de bulos (fake news), es importante recordar que no solo se combaten estableciendo los hechos, sino también con la verdad de la interpretación, considera.

Con su obra, Boucheron buscó "una historia incómoda, crítica con su tiempo", frente a la expansión en Francia de una "obsesión identitaria" que cuenta "una historia orientada a la decadencia y las pasiones tristes".

Pero también pretendió algo para él muy importante: devolver a los historiadores el arte de relatar el pasado.

Si la Historia mundial de Francia vendió más de 100.000 ejemplares en unos meses tras ser publicada en 2017 y encabezó las listas de los más vendidos, fue porque su división por fechas icónicas y su redacción amena engancharon a los lectores.

"Estamos reconciliándonos con el arte de narrar. Nuestro diagnóstico es que la gente que está contando la historia no son historiadores de profesión. No tienen escrúpulos, pero sí un relato atractivo. Los historiadores corríamos detrás para decir que eso no sucedió así, hasta que dijimos: "Y si ahora vamos nosotros por delante?", dice.

La prueba del éxito de esa fórmula es que rápidamente se editaron réplicas para contar la historia de países como Italia (que él mismo prologó) o España, e incluso de regiones como Cataluña o Flandes.

Pese a querer acercar el rigor del método histórico de una forma cercana y entretenida, Boucheron pone mucho esmero en no difuminar los límites con la literatura.

"Si usar la imaginación como herramienta de conocimiento -algo que yo defiendo- consiste en llenar los vacíos de la documentación, eso es peligroso. Pero me interesa esa relación. La historia solo es una de las formas de poner en orden el pasado, como también hacen el cine, la poesía o la novela", explica.

Y saca a colación el nombre del escritor español Javier Cercas, veterano funambulista por la linde entre los dos campos.

"La Historia no es en absoluto el juez de sus novelas, pero sus novelas tampoco se imponen a la Historia. La Historia no es ni el juez ni la ciencia auxiliar de la literatura", recalca.

CHALECOS

Con un pie siempre en el presente -como aconsejaba su gran referente, el filósofo Michel Foucault-, Boucheron no ha podido evitar seguir con atención el movimiento contestatario de los chalecos amarillos.

"¡Los franceses somos incorregibles! Cuando hay un acontecimiento, solo buscamos precedentes en nuestro país: Mayo del 68, el verano de 1789... Y no vemos que para comprender algo así, quizá haya que hacer genealogía, pero también geografía, y mirar qué está pasando en Italia, en Hungría, en Ucrania", dice.

Para Boucheron, aún es pronto para determinar cuál será la huella histórica de los chalecos amarillos, pero desde el punto de vista intelectual ya constata una degradación del lenguaje, lo que daña la calidad del debate.

(c) EFE