Costa: "La fama es puro cuento"

Después de haber vivido en la calle, hoy disfruta del prestigio y la popularidad gracias a su trabajo. Aunque nació en cuerpo de varón siempre se sintió una mujer. A los 17 años llegó desde Córdoba buscando un lugar en Buenos Aires. Ahora divide su tiempo entre la radio, el teatro y la televisión.

Las luces del escenario se apagan. La gente empieza a aplaudir. Y es justo en ese instante en el que Gonzalo Costa se quiebra. Es ahí, en el saludo final después de casi una hora y media de haber estado hablándole a los espectadores, donde deja de lado el personaje y aparece la persona. Es ese el momento en el que muchas veces ella llora porque se da cuenta de que tocó algo en la fibra del público que luego de reírse durante más de una hora se emociona tras su reflexión final. Reflexión que tiene que ver con su lucha: "la de una persona que empezó la vida menos veinte y hoy está un millón arriba", dice Costa.

Pasaron más de 15 años de aquella madrugada cuando a las 4 de la mañana, Costa se puso a hablar de Benedetti en un boliche de Mar del Plata. La gente hizo silencio y empezaron a escucharla. "Lo hacía porque no tenía otro recurso, o sea sí tenía otro que era decir alguna guarangada pero yo dije ya hay 400 que hacen lo mismo, tengo que encontrar mi lugar y yo la poesía la puedo decir desde la verdad porque son palabras que a mí me acompañaron toda la vida". 

Ahora, después de un largo camino, Costa está presentando "A toda Costa" por la Costa Atlántica (hoy en Villa Gesell, el viernes en Miramar, el sábado en Necochea y el domingo 10 en San Clemente) además de formar parte de "Cortá por Lozano" en Telefé y de "El club del Moro" en La 100.

HACER REIR

-Se siente una privilegiada por tener tanto trabajo en un momento tan complicado.

-Sí, yo me doy en estos momentos el lujo de elegir los trabajos porque de hecho esta gira se armó porque dije que no tenía ganas de ir a Carlos Paz. Le pedí consejo a Ezequiel Corbo y él me dijo "vos tenés que hacer la Costa".

-¿Con qué se encuentra la gente cuando va a ver "A toda Costa"?

-Se encuentra con un espectáculo que es bárbaro porque lo escribí yo, habla de mí y lo hago yo (risas). Entonces es genial. Es un canto a la soberbia hablando solamente de mí. Yo estoy loca pero la gente que viene a verme está más loca porque si yo lo veo de afuera digo ¿qué le pasa a la gente? Y después de varias funciones entendí qué es lo que le pasa.

-¿Y qué es lo que le pasa a la gente que va a verla?

-Yo soy parte de la diaria de la gente por la radio y a partir del año pasado también por la tele, entonces yo ya formo parte de su habitual, porque me escuchan cuando se levantan que es la parte más sensible del día, así que es ir como ir a tomar el té pero en vez de eso te sentás en un teatro y se divierten mucho que es la mayor preocupación que yo tenía para armar un espectáculo.

-¿Es difícil hacer reír a la gente?

- Sí, es muy difícil. Es más difícil hacerlos reír que llorar.

-En este espectáculo usted se expone por completo...

-La profesión es tan extraordinaria que yo ya no tengo cierta intimidad. No puedo ir a un lugar sin que me digan que me conocen, por suerte, gracias a Dios. Hay gente a la que la profesión le pasó por al lado y nunca lograron la popularidad. Yo tengo la bendición de que estoy siendo muy popular y con prestigio. A mí me felicitan por lo que digo, ya no se ríen de mí como muchos años yo trabajé porque sentía que no era capaz de algo mejor que eso. La gente no tenía la culpa, yo me ponía en ridículo.

-¿Cómo es el recuerdo de su infancia?

-Muy sola y muy feliz, pero lo entendí de grande que fui muy feliz porque yo antes decía "ay mi vida qué desgraciada". Pero mi vida no fue así yo no encajaba en los parámetros habituales comunes. Pero bueno, es lo que me tocó. La gente no tiene la culpa. A una mamá que le aparecía un nenito en la casa que quería vestirse de nena era rarísimo en Córdoba hace más de 30 años, la señora no tenía la culpa. Pero eso lo entendí ahora con mucho análisis de por medio.

PIES EN LA TIERRA

Era un día de tormenta cuando Costa llegó a Buenos Aires. Tenía 17 años y había decidido abandonar su Córdoba natal porque ella quería ""que suene su música en su vida"". Vivió un tiempo en la casa de su hermano, empezó a estudiar Contabilidad en la Universidad de Buenos Aires hasta que se dio cuenta de que ese título no era para ella. Abandonó la casa de su hermano, vivió en una pensión hasta que la plata no le alcanzó más y se fue a vivir a la calle. 

-¿Su familia cómo tomó el tema de su sexualidad?

-Muy bien. Yo fui muy amada y muy querida. No tengo ningún recuerdo malo de mi familia ni de mi infancia. De adolescente empezaron los conflictos: sumale a la rebeldía de la adolescencia común que yo me quería pintar la cara. Demasiado bien nos llevábamos. No debe ser fácil elaborar eso para nadie.

-¿Cómo empezó su vínculo con la literatura?

-Para no vivir el espanto que yo vivía en mi casa (risas). Pero que era un espanto mío no era de ellos. Cuando yo empecé a leer que había gente que vivía otras vidas y otro mundo y empecé a estudiar teatro entendí que yo podía ser lo que tuviera ganas arriba del escenario. A mí la literatura me dio el saber y el poder porque en mi etapa adolescente yo tenía todos los números para que me discriminen: me vestía de hombre pero me pintaba y pesaba 150 kilos. El saber siempre me dio el poder porque ellos no me querían pero la que hacía las pruebas era yo entonces se tenían que llevar bien conmigo.

-¿En qué le cambió la vida la fama?

-Te cambia en lo bueno y en lo malo. Lo malo en el sentido de que me di cuenta de que tengo que ser más agradecida, más humilde, que tengo que estar más ubicada en tiempo y espacio. La fama me cambió en que soy mucho más espiritual y agradecida con la vida. Y también lo bueno es que la gente me dice gracias y me toma como parte de su familia. Por ejemplo con el bypass gástrico que me hice, me escriben y me dicen "Costita estoy entrando al quirófano".

-¿Siente que sirve de inspiración para mucha gente?

-Muchísimo. Eso realmente es otra cosa que me conmociona. Yo cuando me operé la pasé fatal porque es una operación muy grande, pero está bien haberla pasado mal para aprender porque no llegás a 180 kilos de la nada. Igual el dolor que tuve corporal fue menor del espiritual que experimenté después cuando me di cuenta por qué había hecho todo lo que había hecho en mi vida. Ese es el verdadero dolor.

-¿Cómo hace para seguir teniendo los pies en la tierra?

-Porque la vida te ubica en tiempo y espacio. Te ordena los patitos. Yo me sé popular y conocido pero de repente vas a un lugar y te dicen otro nombre y ahí decís esto es la verdad. Ahí la vida te ubica sola. Porque lo que hay que aprender es que la fama es puro cuento. 

-¿Le quedó algún tipo de rencor de los momentos más feos que vivió?

-No, nada. Yo tengo rencor hacia mi persona, no hacia el mundo. Yo hay cosas que no me perdono, que digo qué mal me hice, qué mala que estuve. 

-¿Qué cosas no se perdona?

-Yo tengo 37 años, perdí mucho tiempo. Perdí tiempo valioso de la profesión, espiritual. Mucha gente me pregunta "¿qué te falta? ¿el amor?" Yo no tenía lugar para el amor. Viste cuando dicen "ay la adorada juventud". Bueno yo la adorada juventud se la regalé a mi enfermedad y de eso tengo la culpa yo. Yo engordé a los 5 años y recién a los 37 logré tener un peso saludable hay algo en el medio que pasó. Y es un tiempo que no se recupera.