Sangre y muerte en Azul: a 45 años del ataque del ERP

Los planes del ERP eran copar la guarnición militar de la ciudad bonaerense, una de las más potentes, y robar armamento para proseguir con su guerra revolucionaria. Fracasó pero tuvo consecuencias políticas trascendentales.

Hace 45 años la guerrilla del ERP lanzó uno de sus ataques más espectaculares y fallidos en lo inmediato, que sin embargo tuvo consecuencias trascendentales en la vida política del país, y, como siempre, un doloroso saldo personal.

El presidente democrático era Juan Domingo Perón, quien cuatro meses antes había sido elegido con más del 60% de los votos. Otro peronista cercano a Montoneros, Oscar Bidegain, gobernaba la provincia de Buenos Aires.

Los planes del ERP de Mario Roberto Santucho eran copar la guarnición militar de la ciudad bonaerense de Azul, una de las más potentes del país, y robar armamento para proseguir con su guerra revolucionaria. Atacar cuarteles era y seguiría siendo una de las especialidades de esa banda marxista: en 1973 había atacado dos e irrumpiría en otros cuatro antes de 1976.

En la calurosa noche del sábado 19 de enero de 1974, unos 120 guerrilleros conducidos por Enrique Gorriarán Merlo se infiltraron por uno de los puestos de guardia de la gigantesca unidad militar. Un soldado entregador -que al día de hoy no pudo ser identificado- les había facilitado planos y la distribución de las Salas de Armas.

Como era un fin de semana y tiempo de vacaciones, la guarnición que alojaba al Regimiento de Caballería de Tiradores Blindados 10 y al Grupo de Artillería Blindado 1 (GA Bl 1) tenía una dotación mínima. Y la embestida guerrillera los tomó por sorpresa.

El jefe del GA Bl 1, teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal, había salido con su esposa a comer a la casa de una familia amiga. Pero al escuchar los primeros disparos volvió corriendo hasta su vivienda y, munido de un arma de puño, salió a defender el cuartel, ubicado del otro lado de una avenida. Su esposa intentó detenerlo pero fue en vano.

-Soy el jefe y tengo que cruzar- respondió el militar de 45 años y padre de tres hijos.

Lo mismo que Ibarzábal hicieron cantidad de oficiales jóvenes que estaban de franco. Regresaron vestidos de civil y en vehículos particulares para sumarse a la enardecida defensa de las unidades.
Pronto el ataque perdió fuerza ante la resistencia presentada. El primer objetivo guerrillero, robar armamento, se frustró con rapidez. No así el segundo, que era la captura de oficiales de alto rango del Ejército. Un destacamento de erpianos se acercó hasta la casa del jefe de la guarnición, coronel Camilo Gay. Ibarzábal ya estaba con él y juntos se dirigían a comandar la defensa cuando fueron interceptados por los insurgentes. Gay, de 46 años, quiso resistirse y fue asesinado en el momento. Ibarzábal depuso su arma ante la amenaza de matar al resto de la familia del coronel. En el acto lo esposaron, lo llevaron a un vehículo y lo sacaron del cuartel. No volvería a saberse de él en los siguientes diez meses.

RETIRADA

Presionados por la llegada de refuerzos y el intimidante movimiento de blindados, los guerrilleros se retiraron casi en desbandada. Sólo quedó un puñado de combatientes atrincherados en la herrería de la guarnición. Allí habían llevado como rehenes a la familia de Gay y algunos soldados. Se entabló una tensa negociación por varias horas, hasta que el general Perón ordenó doblegar a los subversivos y liberar a los rehenes. Durante la operación uno de los captores hirió de muerte a la esposa de Gay, Nilda Irma Cazaux, de 42 años. Sobre su regazo descansaba Patricia, de 14, la hija menor del matrimonio, quien nunca podría superar el trauma de la situación. Diecinueve años después se quitaría la vida.

El ataque del ERP, un fracaso rotundo desde el punto de vista militar, había tenido éxito como provocación. Semejante desafío a un gobierno democrático conmovió a la sociedad argentina. El propio Perón, un hombre enfermo de 78 años, volvió a vestir su uniforme de general para pronunciar un categórico mensaje por cadena. No ahorró adjetivos para condenar a los atacantes y llamó a "aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal". Días después se enfrentó a los diputados peronistas simpatizantes con Montoneros que rechazaban el endurecimiento del Código Penal para combatir a la guerrilla. "Si no tenemos la ley, el camino será otro -advirtió-; y les aseguro que puestos a enfrentar la violencia con la violencia, nosotros tenemos más medios posibles para aplastarla, y  lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes".

La intentona guerrillera había dejado tres muertos y varios heridos y destruido por lo menos a dos familias. En el caso de los Gay, la destrucción fue inmediata. En el de los Ibarzábal se extendió en el tiempo mientras duró el cautiverio de su padre.

Al teniente coronel, que debió padecer diez meses como prisionero en una "cárcel del pueblo", lo asesinaron en noviembre de 1974, cuando lo trasladaban dentro de una caja de metal en una camioneta. Pero ni su esposa, Nelly, que murió en 2011, ni sus tres hijos, Silvia, María José y Roberto, pudieron superar de verdad las heridas que se abrieron aquella noche trágica de hace 45 años. Primero los alcanzó la muerte, después un olvido deliberado y al final la mentira de un relato ideológico que convirtió en víctimas a los victimarios, y en jóvenes idealistas a frías máquinas de matar.

* Autores de `El otro demonio', cuyo capítulo 2 está dedicado a Jorge Roberto Ibarzábal.