Transporte, una de cal y otra de arena

La polémica en torno a si las aerolíneas Low Cost serían una competencia desleal y letal para Aerolíneas Argentinas parece haberse ido apagando poco a poco. Los problemas que hoy enfrenta la compañía no pasan tanto por sus rivales de menor tenor, sino por el retiro paulatino de los subsidios que ha decidido el Gobierno y que la pone en serias dificultades.

Las noticias se suceden, diariamente, unas tras otras. Muchas veces el tenor de las mismas, la vorágine cotidiana y la trascendencia de temas en apariencia más relevantes hacen que la información vinculada al sector del Transporte ocupe un lugar menor en los diarios. Sin embargo, algo está pasando con este rubro en la Argentina.

El Gobierno decidió desde su primer minuto en la Casa Rosada que iba abrir el mercado aéreo lo más que pudiera, en pos de trazar nuevas rutas transversales que unan capitales de provincia con el exterior sin tener que pasar necesariamente por Buenos Aires. La industria turística exigía darle una vuelta de tuerca al asunto.

La Revolución de los Aviones, como bautizó Cambiemos a esta política, se va plasmando, palmo a palmo. El incremento operativo de las aerolíneas de bajo costo, su mayor cobertura y la aceptación de los pasajeros son una muestra cabal de esto. El viaje vía aérea tiene ahora una variedad de ofertas insólita para el mercado nacional.

En esta semana Aerolíneas Argentinas anunció que ampliará su oferta de vuelos en un 6% para el presente año, con la cual espera batir un nuevo récord de pasajeros transportados en el mercado doméstico. El año pasado la compañía transportó 9,8 millones de personas dentro del país, superando la marca anterior de 9,5 millones alcanzada en 2017. Por otra parte, el Gobierno espera que en 2019 el mercado aéreo crezca 21% y transporte 17 millones de pasajeros.

La polémica en torno a si las aerolíneas Low Cost serían una competencia desleal y letal para Aerolíneas Argentinas parece haberse ido apagando poco a poco. Los problemas que hoy enfrenta la compañía no pasan tanto por sus rivales de menor tenor, sino por el retiro paulatino de los subsidios que ha decidido el Gobierno y que la pone en serias dificultades.

El discurso oficial en materia de vuelos es claro: cuantas más rutas y más compañías vuelen y aterricen en diversos puntos de la Argentina, más se desarrollará el turismo y se propagará el círculo virtuoso de los negocios y el empleo.

También ha habido novedades en materia ferroviaria, ese medio de transporte tan postergado en las últimas décadas, que ha languidecido a la sombra del camión y el colectivo de larga distancia. Las últimas estadísticas marcan que Trenes Argentinos Cargas transportó en el 2018 casi 4,5 millones de toneladas, una cifra récord en la historia de esta empresa del Estado que nació en 2013 y un 79% más de lo que transportaba en el 2015, según datos del Ministerio de Transporte de la Nación.

Además, el ferrocarril Urquiza transportó durante 2018 casi 29 millones de pasajeros, 29% más que en 2017, lo que constituye un récord histórico del servicio, tras superar el número de pasajeros alcanzado en 2004 para el ramal que une Federico Lacroze, en la Ciudad de Buenos Aires, con la estación General Lemos, en San Miguel.

Como en toda historia, siempre hay un lado B. En el caso del transporte está dado por un incremento sostenido de las tarifas, como parte de la política oficial por eliminar los subsidios estatales y aliviar así el déficit fiscal. La idea no sería mala si no fuera porque el bolsillo de los usuarios difícilmente pueda soportar nuevos embates.

""Se habla de porcentajes, pero nominalmente 1 peso más no le hace nada a nadie"", suelen argumentar algunos economistas cuando se analiza el tema, olvidando que mientras los salarios tuvieron un aumento promedio del 20%, los alimentos en 2018 escalaron un 64%. Y que también subió el gas, la luz, la medicina prepaga, los colegios privados...

Por lo pronto, el boleto mínimo de colectivos en el Area Metropolitana de Buenos Aires pasó a costar $15, como parte de la actualización de las tarifas para el transporte público que completará un incremento de 38% en el primer trimestre del año. En marzo el precio ascenderá a $ 18. Al menos, el saldo negativo de la tarjeta SUBE fue ampliado a $ 54.

Hay quienes toman con sorna el aumento, subrayando con razón que en el resto de las provincias y municipios el precio del boleto de colectivo suele ser muy superior al que se paga en Buenos Aires y el Conurbano. Olvidan tal vez que en una ciudad con la dimensión de la Capital Federal y alrededores una persona difícilmente tome un solo medio de transporte para ir a trabajar. 

También se incrementará el precio de los peajes. Las autopistas que administra la empresa AUSA aumentarán un promedio de 34,8% para los autos y 60% para las motos. Para el transporte de carga y el comercio el incremento no hace más que sumar tensión sobre el traspaso a precios de la tarifa y gatilla el proceso inflacionario.

Si la idea es también desincentivar el uso del vehículo propio y, en cambio, impulsar el uso de la red de transporte público para aligerar el tránsito, el plan se topa con dos obstáculos: nuevamente, que subió el precio de los boletos, y que el viaje -al menos en colectivos y trenes- no suele ser una experiencia recomendable en las horas pico.

En esto de ver una de cal y otra de arena, el Gobierno ha definido su estrategia en materia de transporte: impulso y buenas políticas para los medios vinculados al turismo, y sangre, sudor y lágrimas para el ciudadano de a pie.