La reforma de la seguridad social es la clave

Delfim Netto, el padre del milagro económico brasileño, cree que Bolsonaro puede liderar otro proceso acelerado de desarrollo. Si el nuevo presidente toma el toro por las astas (déficit fiscal) y actúa con moderación, el PBI podría crecer hasta un 7,5% este año. El pueblo lo votó, entre otras cosas, para que ponga fin a la intervención incompetente del Estado en la economía.

Al economista António Delfim Netto (Sao Paulo, 1928) se lo considera el padre del milagro económico brasileño y eminencia gris de varios gobiernos. Aun hoy es una de las voces más respetadas de su país, incluso desde la izquierda pues, a pesar de su destacadísimo papel durante los gobiernos militares, su visión estructuralista y en favor del desarrollo industrial ofrece una alternativa coherente al liberalismo ortodoxo, como el que encarna el flamante ministro de Hacienda, Paulo Guedes. 

¿Qué piensa Netto del fenómeno Bolsonaro? Que en materia económica puede funcionar y que en 2019 la economía de nuestro principal socio comercial podría crecer nominalmente más del 7%, siempre y cuando tome el toro por las astas (reforma previsional) y la política general del nuevo presidente no incurra en extremismos. Veamos lo que este verdadero estadista, con una visión de la Nación al estilo Kissinger y admirador del capitalismo renano, ha escrito las últimas semanas en su imperdible columna de Folha de Sao Paulo o ha explicado en dos reportajes recientes (1).

Brasil, advierte el veterano profesor universitario al jefe de Estado, arrastra un problema fiscal grave. La herencia de Dilma Rousseff fue casi tan deletérea como la que nos legó Cristina. Hay que destacar:

a) El voluntarismo populista en la política económica generó una recesión que redujo el PBI per cápita, en promedio, un 3% al año desde 2013.

b) El desequilibrio fiscal creció del 2,3% al 9% del PBI. Un superávit primario del 2,3% se convirtió en un déficit del 2,5%. 

c) La relación deuda bruta/PBI saltó del 52% al 70%. 

Con Temer en la presidencia la situación fiscal mejoró (y retornó el crecimiento, 1,5% en 2018) pero la tarea gigantesca que enfrenta Guedes es tapar un agujero fiscal de 350 mil millones de reales este año (4,8% del PBI). No se trata sólo de recortar gastos ni subir impuestos. El trabajo estará inconcluso -resalta Netto- si en los primeros meses no se aprueba una reforma previsional creíble, que corrija "las injusticias distributivas del actual sistema que protege a los poderosos, que mata a los ancianos porque priva de recursos para la salud pública y que eterniza desigualdades porque resta fondos para la educación de los jóvenes pobres".

"Un jubilado del Poder Legislativo gana en un mes lo mismo casi que un trabajador en dos años", descerraja el economista, afiliado al Movimiento Democrático Brasileño (el partido de Temer) quien -todo hay que decirlo- también resultó manchado por el Lava Jato, lo cual no resta un gramo de validez a su diagnóstico y propuestas.

"Los privilegios de la alta burocracia no electa -pero que proviene de la política- es el parásito que engulle las fuerzas de la Nación", resalta.

OPTIMISMO

Pero Don Delfim, hijo de inmigrantes italianos, que a los noventa años sigue actuando en política, es optimista con la mudanza en la cúspide del Estado. Confiesa que votó a Bolsonaro en primera y segunda vuelta y cree que el ex capitán cuenta con la suficiente masa crítica para "una nueva perspectiva de desarrollo de la sociedad brasileña".

El éxito de la política económica -explica- debe juzgarse comparando la expansión del PBI con el crecimiento mundial. Entre 1954 y 1984, Brasil superó largamente el promedio (de hecho fue el país que más creció junto a Japón), pero desde entonces, como la Argentina, viene rezagado. Sin crecimiento no hay posibilidad alguna de bajar el desempleo y mejorar la distribución del ingreso.

La ventaja de nuestro vecino es que la expectativa de inflación está firmemente anclada en el 4,5% anual, mérito de la administración anterior.

Netto no es un entusiasta de los planes sociales, sino que considera que la mejor manera de recortar la inequidad social es con excelentes servicios públicos: salud, educación, saneamiento, seguridad, transportes. La Historia -advierte- es más importante para un profesional de la economía que las reglas econométricas. Y no puede haber desarrollo sin un Estado fuerte capaz de regular a los mercados ("Trump es el hijo del fracaso de los economistas neoliberales").

El tipo de cambio cuenta, no es un detalle. El uso del atraso cambiario para contener la inflación es lo que destruyó el milagro brasileño, que no fue otra cosa que el aumento espectacular de la participación brasileña en el total mundial de exportaciones industriales (¡crecía hasta el 15% anual en los setenta!). "A principios de los ochenta teníamos la industria más sofisticada del mundo emergente", se lamenta el viejo luchador desarrollista.

EL PIE EN EL COGOTE

Si el bolsonarismo se perfila como una ecléctica mezcla entre el liberalismo puro y duro y la visión estratégica del Ejército, hay una certeza que le encanta a Netto: están convencidos de la necesidad de levantar la pata del Estado del cogote de los productores. Como en nuestro país, el exceso de regulación ineficiente sofoca a Brasil, advierte el profesor que agrega una recomendación: hay que trabajar todos los días para mejorar la eficiencia productiva mediante mecanismos de mercado. No está de acuerdo con la privatización total de Petrobras (sólo de la distribución de combustible) o de los bancos del Estado.

Lo que se puede concluir en estos primeros días de Bolsonaro es que, además de dar una batalla cultural contra el neobolchevismo, el presidente se muestra dispuesto a barrer con cualquier obstáculo al desarrollo del país, aún cuando esto signifique saquear reservas indígenas o acelerar la deforestación del Amazonia, el penúltimo pulmón de la humanidad. ¿Es posible en América latina (no en Alemania o Suecia) crear una fuerza política conservadora que tenga al mismo tiempo conciencia ecologista, que entienda que un árbol frondoso forma parte del patrimonio nacional y debe ser preservado?, uno no puede dejar de preguntarse.

Considera Netto que al Supremo Tribunal Federal le espera una misión importante de ahora en más: velar para que "la recuperación de los valores familiares y religiosos" no afecte el derecho de las minorías. Desconfía del ala evangélicaa del oficialismo. Pero celebra que el Estado vaya a recuperar el monopolio de la fuerza para, dentro de la ley, "enfrentar a las organizaciones criminales cada vez más osadas que controlan parte del territorio nacional".

El ex juez Sergio Moro en el Ministerio de Justicia es una garantía de buen sentido y eficacia. Ojalá en la Argentina hiciéramos lo mismo.

NUEVA ERA

Entramos en una nueva era, coincide el economista. Un artefacto inmaterial como WhatsApp -que vinculó a ciudadanos de todo el país con visiones similares- fue capaz de hacerle morder el polvo a los mandarines progresistas de los medios de comunicación y dejó anacrónicos usos propagandísticos establecidos como tener muchos minutos en televisión. Es la hora pues de cierta forma de democracia directa, con sus virtudes y riesgos (ahora aumentados) para la independencia republicana de los tres poderes. 

La razón de que Bolsonaro haya ganado con tanta comodidad es porque supo identificar las necesidades más urgentes del elector brasileño: "falta de seguridad personal, el deseo de orden, la repugnancia a la corrupción estatal y al abuso de la intervención incompetente del Estado en la economía".

Con inteligencia y prudencia pero al mismo tiempo satisfaciendo las demandas de cambio del pueblo brasileño (¿no estamos todos asqueados del más de lo mismo?), habrá Bolsonaro para rato, pronostica Netto y deja un mensaje a los estadistas latinoamericanos (música para los oídos de Macri): "No piense en la semana que viene, piense en el país dentro de veinticinco años. Si usted es inmensamente popular es que no está haciendo las cosas bien". Metternich no lo hubiera dicho mejor. 
 
http://(1) https://www.youtube.com/watch?v=Q8Kf4NEIMt4