Diatriba contra el globalismo

Michel Houellebecq vuelve a desafiar a la modernidad con su última novela. El protagonista de "Serotonina" es un hombre depresivo y medicado que se cruza con diferentes expresiones del desconento social en la Francia de hoy. Entre otras cosas, el argumento anticipó la revuelta de los "chalecos amarillos".

Con Serotonina, su última novela, el escritor francés Michel Houellebecq vuelve a sintonizar con el signo de los tiempos y entrega una obra provocadora en la que aborda las consecuencias negativas de la globalización, el libre comercio y la "invasión" de extranjeros en Francia, temas todos de última actualidad que explican, por caso, las inesperadas protestas de los "chalecos amarillos".

La séptima novela del antiguo enfant terrible de la literatura gala, cuyo argumento fue guardado bajo siete llaves hasta poco días antes de su publicación en Francia, el 4 de enero último, gira en torno de la figura de Florent-Claude Labrouste, de 46 años, un hombre depresivo y obsesionado con sus amores pasados, que sólo sigue adelante gracias a un antidepresivo, el Captorix, elaborado a base de serotonina.

En esta obra, el autor de Las partículas elementales y El mapa y el territorio, refirma su capacidad para captar los malestares de la época e incluso anticiparse en algunos casos, como sucedió con Plataforma -que incluía un atentado en Tailandia y se publicó un mes antes del 11 de septiembre de 2001 y un año antes de que se cometiera un ataque similar en Bali-, o Sumisión, la distopía de una Francia gobernada por un islamista que llegó a las librerías el mismo día del ataque terrorista contra el semanario satírico Charlie Hebdo, en enero de 2015.

En Serotonina (Anagrama), una de las escenas centrales es el bloqueo de una autopista por parte de agricultores sublevados contra los mandatos del gobierno central en París, "que como todas las ciudades [estáÁ hecha para engendrar la soledad", y de los burócratas de la Unión Europea, la "gran p...", en palabras del protagonista.

La protesta, que es un claro anticipo de la rebelión de los "chalecos amarillos" que tuvo en vilo a Francia en los últimos dos meses, termina en un enfrentamiento sangriento con la policía, algo que todavía no sucedió a esa escala en la vida real aunque es cierto que la revuelta libró numerosas escaramuzas y se cobró ya varias vidas.

Luego de abordar de manera indirecta en Sumisión el malestar que provoca la la modernidad, en Serotonina Houllebecq vuelve al tema apuntando al ultraliberaismo y el imperio del dinero como enemigos de la tradición y la identidad francesa, y grandes corruptores del nivel de vida cotidiano.
En las 300 páginas del libro son tres los escenarios (Almería, en España; París y Normandía, en Francia) en los que Florent-Claude Labrouste, un hombre que odia su nombre por considerarlo "un fallo garrafal", vive las consecuencias de tomar un antidepresivo que libera serotonina y que tiene tres efectos adversos: náuseas, impotencia y desaparición de la libido.

El protagonista "deambula por la ciudad, visita bares, restaurantes y supermercados. Filosofa y despotrica. También repasa sus relaciones amorosas, marcadas siempre por el desastre, en ocasiones cómico y en otras patético"", resumió la editorial española.

En algún momento se reencuentra con un amigo aristócrata cuya vida parecía perfecta y que le enseña a manejar un fusil. Esa nueva aptitud lo llevará a acunar un proyecto loco en la cúspide de su depresión, aunque nunca será capaz de concretarlo.

La obra maestra de Florent-Claude frente a la inviabilidad del mundo moderno ("Francia se hunde, la Unión Europea se hunde, la vida sin rumbo de Florent-Claude se hunde"") consistirá en organizar su propia desaparición: deja el departamento que todos conocen y se muda a un hotel del distrito XIII, que es el mismo en el que, en la desabrida realidad del mundo de hoy, vive ese gran provocador llamado Michel Houellebecq.