Confesiones de un romántico incurable

Figura de la canción italiana desde los años "70, asegura que fue aquí donde nació artísticamente y que aunque quiso, nunca pudo escribir un tango. La consagración en San Remo, el cine y su relación con las nuevas plataformas musicales.

 

Leyenda viviente de la canción popular italiana, Michele Scommegna, más conocido como Nicola Di Bari, desde sus comienzos forjó una estrecha relación con nuestro país, cuando en 1968 su canción "Trotamundos" llegó a todas las radios argentinas. Luego vino su consagración al ganar en dos ocasiones el Festival de San Remo con sus temas "Il cuore e uno zingaro" (1971) y "I giorni dell"arcobaleno" (1972).

De visita promocional en Buenos Aires por un show que brindará el próximo año en el Opera, conversó en exclusiva con La Prensa sobre sus comienzos, su paso por el cine, la manera que tiene de ver el amor y las nuevas plataformas musicales. Con 78 años, afirma que sus ganas de subirse a un escenario desaparecerán cuando su cuerpo diga basta. Confesiones del "último romántico".

-¿Podríamos decir que Nicola Di Bari es uno de los italianos más argentinos?
-Absolutamente. Siento que artísticamente nací en la Argentina y de aquí salí al mundo. Por eso este país tiene para mi un valor impresionante que en palabras no lo sé explicar.
-Todo comenzó con "Trotamundos".
-Soy un verdadero trotamundos y la manera en que compuse esa canción, con sus arreglos y su tono de voz bastante latinoamericano, fue lo que gustó tanto. Y siento que una vez que tuvo el aval en este país fue muy simple llegar a todos los demás destinos. Si algo triunfa acá, difícilmente no triunfe en los demás países, mientras que a la inversa no sucede. El argentino es muy exigente en cuanto a gustos.

BANDA DE SONIDO
-El italiano inmigrante lo adoptó como banda de sonido para su vida fuera de Italia. Esa podría ser la clave.
-Mi existencia fue siempre así, de sentirme lejos de los lugares y de la gente a la que amaba. El momento en que un cantante compone no es de mucha felicidad. Son momentos de mucha melancolía, de tristeza, y con recuerdos que uno no puede superar ni olvidar.
-¿La anécdota del heladero es cierta?
-Claro que sí. Descubrí mi faceta artística una vez que estaba haciéndome el gracioso junto a un heladero que no tenía voz para vender sus helados. Entonces improvisé una canción y la gente comenzó a acercarse y a comprarle. Entre ellos estaba un disquero de Milán que me ofreció grabar un disco.
-Usted es uno de los pocos en haber ganado más de una vez el Festival de San Remo.
-Participar en San Remo me parecía una misión imposible por la magnitud del concurso. Ese momento previo es muy preocupante, de mucho nervio, porque el artista tiene sólo cuatro minutos para conmover a todos con una canción que nunca se escuchó. Y se juega la vida. San Remo es fantástico cuando todo sale bien, pero es una tragedia si sale mal.

Autor de canciones inolvidables como "Rosa", "La prima cosa bella" y "El último romántico", entre tantas otras, Nicola Di Bari, con una prosa exquisita y un registro vocal que desborda de emoción, se convirtió rápidamente en una figura rutilante de los "70. Fue por eso que el cine puso su mira en su porte. "El furor que causaron mis canciones en San Remo me dio la oportunidad de probarme en el cine, disciplina que no conocía más que como espectador", explica el artista, elegantemente vestido de traje y con sus características gafas carey y sombrero al tono, en un alto de su apretada agenda. Y continúa: "Hice un par de películas pero recuerdo sobre todo "Turín negro", junto a Bud Spencer, con dirección de Carlos Lizzani. Viéndolo desde hoy, entiendo que la vida me dio más de lo que merezco".

-Su colega Adriano Celentano forjó una carrera entre el cine y la música...
-Pero yo soy cantante, no actor. El cine fue un juego, me gustó la experiencia, pero mi intención era crecer en el mundo de la canción. Y acerté, porque la música me dio todo. Conocí el mundo, me enamoré de mi mujer Agnese y junto a ella consolidé la familia que tengo.

GUSTOS PERSONALES
-El mundo cambió y su música ya no se escucha en vinilos sino en YouTube. ¿Qué le genera?
-Al principio me molestaba pero ahora lo entendí. Además, así me acerco a las generaciones que no sabían quién era y que conocían "El último romántico" pero no sabían que era mía. Claro que no pretendo que escuchen mis canciones por sobre las de sus ídolos actuales, pero sí que descubran por la vía que prefieran a otros artistas. Claramente, yo prefiero escuchar música sentado en mi sillón y con el tocadiscos al lado, pero no dejan de ser gustos particulares.
-Hoy ya no hay tanto romanticismo en la música.
-Es cierto, como antes un rap era inconcebible. Hoy la gente no está pasando un momento feliz y estos ritmos permiten responder a un sistema que no los favorece. En mi país, una voz autorizada es Jovanotti, que en canciones que duran seis o siete minutos describe todo lo que acontece en el mundo. En los años "70 presentar una canción de esta índole era impensado y no lo hubiesen permitido.
-¿Se siente parte de los grandes momentos de la música italiana?
-Creo que sí. Ser parte de ese grupo de artistas que integran Domenico Modugno, Gianni Morandi, Massimo Ranieri, Ornella Vanoni, Iva Zanicchi y Mina es un orgullo absoluto. Es entrar en la eternidad.
-¿Cómo vive una gloria de la canción como usted?
-Mi presente es igual que mi pasado. Vivo mucho con mi familia, no soy de salir salvo cuando viajo, que por suerte lo hago seguido. Escribo mucho en mi casa. Una vida simple, con mi mujer, mis hijos, mis nietos. Vivo en un pueblo llamado San Maurizio al Lambro, cerca de Milán, en la más absoluta serenidad.
-Si le digo Argentina, ¿en qué piensa primero?
-En un show que hice aquí en el Gran Rex hace ya mucho tiempo. Fue uno de los show más importantes de mi vida: había mucha gente y tuve que cantar 17 bises. Al final, mis músicos me pidieron por favor que termine porque estaban agotados. La gente no paraba de pedir otra y otra. Más de tres horas y media de show. Llegué al camarín muerto pero fue la noche más fascinante que viví en mi vida artística. También pienso en el tango.
-¿Qué le provoca el tango?
-Me enamoró desde el primer minuto que pise este país. Un ritmo que no es fácil componer y mucho menos de escribir. Intenté hacer varios tangos pero me di cuenta que para tener éxito y escribir algo sentido, uno tiene que ser argentino. No hay posibilidad de que un italiano escriba un buen tango.
-Con tantos logros, giras y escenarios alcanzados, ¿piensa en el retiro?
-En absoluto. Mi inconsciencia de cantarle al mundo nunca desapareció y sigo teniendo las mismas ganas de subirme a un escenario como cuando era joven. Seguramente será así hasta que me muera.