Encontrarnos, un grupo que lleva bien en alto la bandera de la solidaridad

Una ayuda a quien más lo necesita

Cada vez proliferan más en la noche porteña las personas que ayudan a la gente en situación de calle. La Prensa acompañó a uno de estos grupos en su recorrida por una parte de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. No sólo conoció las historias de la gente de la calle, sino también la de quienes los ayudan.

La crisis económica pega, y fuerte. Y hay algunas personas a las que esto las lleva al peor lugar de todos: la calle, ese sitio que para algunos es sinónimo de libertad y de disfrute para otros es sinónimo de dolor y desamparo.

Es viernes y la mayoría de la gente espera ese día y la hora justa en la que sale del trabajo para llegar a su casa y ponerse en "modo fin de semana", pero hay otros que esperan con ansias ese día para llegar a sus casas y, a las corridas, preparar ollas con comida y bolsas con ropa, cargar sus autos y llegar al punto de encuentro desde donde arrancará la caravana para ayudar y acompañar a aquellos que perdieron casi todo.

Viviana comenzó el año pasado con su recorrida personal, con su marido salía todos los viernes con una olla de sopa caliente -resignando parte de su tiempo para estar con sus dos hijos- a recorrer el barrio buscando a esa gente que por distintas razones estaba viviendo en la calle para darles, tal vez, el único plato de comida del día.

Este año se propuso organizarse mejor y se puso en contacto con Analía, una mamá del colegio donde van sus hijos, que por Facebook pedía donaciones para gente necesitada. Quiso el destino, por esas cosas que sólo él conoce, que la llamara el mismo día en que esta última preparaba todo para salir a recorrer el barrio el viernes, ¡el mismo día que Viviana!

A los tres días ese grupo de amigas y conocidas se subía a sus autos y recorría el barrio con comida, ropa, una oreja gigante para escuchar lo que les quisieran contar y unos brazos y manos aún más grandes para abrazar a la gente en ese momento en que la voz se afloja y los ojos ceden lugar a las lágrimas.

La Prensa acompañó a Encontrarnos -tal es el nombre con el que se bautizaron- en una de sus recorridas semanales, viendo y hablando con esas personas que uno ya naturalizó en la calle y que tienen sus historias, y muy duras, de abusos, separaciones conflictivas, alcohol, etcétera.

COMIENZA EL VIAJE
Son las 19.30 y sale la recorrida, la misma abarcará Barracas, Constitución y La Boca, la mayor parte de la gente en situación de calle se encuentra bajo la traza de la autopista Arturo Frondizi.
Luego de visitar a varias personas, y de charlar animadamente con ellas, llegamos a la intersección de la calle Hornos y la avenida Suárez. Allí se encuentran Marta y César, están prolijos, limpios y aseados, vivir en la calle no significa perder la dignidad. 

El cuenta los maltratos que sufrió Marta en manos de su ex pareja, esos que quedaron grabados en la falta de varias piezas dentales, y ella sobre la imposibilidad de poder ver a sus cuatro hijos, que viven con el padre, y de las vueltas que le da la Justicia para que ella pueda acceder a un régimen de visitas, ya que el padre le pide a cambio de verlos 4.000 pesos al mes (sí no hay error de tipeo, cuatro mil pesos es lo que le cobra a para poder ver a sus hijos), obviamente eso le es imposible.

La recorrida empieza a pegar duro, tanto en el alma como en el cuerpo, parece mentira la altura del año y el frío que hace. Dos cuadras más adelante está Moni, están ella y sus dos hijos, de 3 meses y 7 años. Viven en Dock Sud, pero el viernes a la noche van allí porque saben que les acercan comida caliente y ropa para los chicos. También aparece un hombre, feliz porque pudo sacar a su hijo del Borda y tenerlo el fin de semana viviendo con él en una pensión, agradecen con besos y abrazos la comida, y entre lágrimas demuestran su felicidad.

HISTORIAS PROPIAS
Pero las historias no se encuentran sólo en la calle. Encontrarnos también tiene las suyas. Está Carlos (el primer hombre en llegar al grupo), que se acerca y cuenta que la dificultad que tiene para caminar se debe a que le faltan las piernas, se las llevó la diabetes. Pero lo que no le pudo arrebatar fueron sus ganas de ayudar a los demás, y uno queda asombrado por la fuerza de voluntad de él y de cómo, a pesar de los golpes de la vida, él se los devuelve con solidaridad. 

También se encuentra Ery, la más joven del grupo, que los conoció y se unió gracias a las redes sociales e inmediatamente comulgó con sus ideas, esas que Sandra repite: "No pertenecemos a ninguna iglesia ni partido, sólo venimos a ayudar sin pedir nada a cambio".

Llegando a Constitución se puede ver primero a Vanesa, quien hace meses pugna por conseguir un turno en el Penna para que la atiendan por la hernia que padece y un problema dérmico, y luego a Roxana y su hijo de 12 años, que tiene frío y hambre, el de verdad no el otro. La remera y el pantalón corto, con unas zapatillas que le quedan chicas, no combinan con los casi 12 grados que hay. Natalia y Lucinda se desesperan y buscan entre la ropa, algo tienen que tener que le quede bien; tanto pedido de ayuda a la gente tiene sus recompensa, Rodrigo se va con un pantalón, una campera y zapatillas, no son nuevas, pero le harán sortear la fría noche porteña.

La penúltima parada es en La Boca, la guardia del hospital Argerich es, desde hace tiempo, refugio de personas en situación de calle. Esta es una noche especial, Encontrarnos no deja nada al azar, además de los nombres guarda registro de las fechas de cumpleaños, y hoy es el de Raúl. 
Llegan con una torta y varios regalos. El quería una mochila y desodorante, ¡con qué poco se conforman los que menos tienen! Le cantan el feliz cumpleaños junto a sus compañeros de la calle, él sopla la vela, se emociona, llora y a su modo les agradece cantándoles un tango. 

Pero no es sólo dejar cosas e irse, charlan de la vida, aparece más gente y cada uno cuenta su historia, Johana, Roxana, Roberto y Miguel, agradecen no sólo la comida, la bebida y la ropa (que alimenta y abriga el cuerpo), también la compañía y la charla (que alimentan el alma).
Queda la última parada cerca de la parroquia Santa Elisa, en el límite oeste de Barracas y Constitución. Ya está, se entregó toda la comida, la ropa que se pudo dar se dio, la que no se guardará para la próxima vez.

Quedan las ganas de conocer a muchos más, entre ellos Jonathan, Eli y Agustina, su bebé, pero no siempre se los encuentra. Aún para los que viven en la calle la misma es un peligro y están a merced de otras personas que no andan con las mejores intenciones.
Termina la recorrida y Analía, Sandra, Carlos, Viviana, Paola, Roxana, Natalia, Cecilia, Lucinda, Karina y Ery vuelven a sus casas y a sus familias, ahora sí en modo "fin de semana", pero igualmente pensando en todo lo que tienen que conseguir para la próxima recorrida.

El frío y las historias de vida hacen que el dolor cale hondo en los huesos, pero también la felicidad de la gente por la ayuda, por el hombre que puede disfrutar del fin de semana con su hijo y la emoción por el festejo de un cumpleaños que hace años no tenía son un mimo para el corazón, ese que forma parte del logo de Encontrarnos, junto con la frase "vamos despacio para encontrarnos", perteneciente a "Lago en el Cielo", de Gustavo Cerati.

Para conocer más profundamente la tarea de Encontrarnos se puede contactar por Facebook (encontrarnosjuntospodemos), Instagram (@encontrarnos-) o mail (encontrarnosbarracasa@gmail.com), allí, además, se pueden combinar para realizar donaciones. Es una frase vieja, pero con poco se puede hacer mucho.