Umbrales del tiempo

El final de Aquiles, el épico (Segunda parte)

"Sobrellevó el almirante algunas zozobras económicas durante los últimos años de su vida."

 

Al igual que el general José de San Martín, el almirante debió sobrellevar algunas zozobras económicas durante los últimos años de su vida, a pesar de que la gesta en Chile y Perú le había permitido incrementar su fortuna en más de 50 mil libras. La campaña de Brasil le devengó una cifra semejante y por su aventura griega había cobrado 37 mil libras (más lo logrado por sus especulaciones en bonos). Para tener una idea de lo importante de estas cifras, se debe multiplicar por 50 para actualizar este valor en libras esterlinas.

Sin embargo para 1840, Thomas Cochrane sufría severos problemas financieros. Tantas actitudes arbitrarias en América le habían creado innumerables conflictos legales que se ventilaban en las cortes de Londres y París.
En primer lugar, sus agentes Hoseason y Deal le reclamaban 20 mil libras por diferencias en la liquidación de presas.

Después fue acusado por los dueños de naves francesas, británicas y estadounidenses que había requisado durante el bloqueo en Chile y debió abonar 14 mil libras en conceptos de daños y perjuicios. Para colmo, Kitty presentó una demanda por separación y se fue a vivir a Francias a la gran mode, usando los bonos franceses en los que Cochrane había invertido la jugosa paga recibida de los griegos.

La señor Kate había cultivado la amistad de George Eden, quien heredó el título de Lord Auckland y se desempeño como funcionario de alto rango. Entre ellos se estableció una intensa relación epistolar, donde declaraba su descontento marital, describiendo su vida como wretched unhappy. ¿Fue Lord Auckland la razón de su separación o se debió a desinteligencias propias de la pareja sin que mediara un tercero? Por lo pronto, ese tercero no parece haber sido Lord Auckland quien asistió a Cochrane en cada oportunidad que le fue propicia.

HIJOS DESCARRIADOS

Sus hijos mayores se descarriaron, endeudándose por cifras importantes que Cochrane debió saldar, a la vez que el Almirante incurría en enormes gastos por sus experimentos con barcos de vapor (en el Janus invirtió 25 mil libras) y nuevas armas de diseño, que incluían... ¡gases venenosos! Al final, este almirante con humos terminó haciendo humo sur fortuna, como lo había pasado a su padre...

Acorralado por la situación financiera acuciante buscó una nueva fuente de ingresos reclamando viejas deudas. En 1839, le reclamó sus salarios caídos entre 1814-1832 a la Armada británica, más cuando había recibido el perdón real por el famoso tema de la Bolsa. Aunque estuviera sirviendo a otras naciones con jugosas remuneraciones, Cochrane pensaba que de alguna forma debía resarcirlo por el daño psicológico y moral infligido... y para el almirante no había nada más gratificante que el dinero. Según sus cálculos, la Armada de su majestad le debía alrededor de 120 mil libras.

También hizo reclamos a los gobiernos de Chile y Brasil por otras 120 mil libres. A Santiago le reclamaba la captura del Esmeralda, las ganancias de la campaña del Perú (cuya auditoría se había negado a responder) y la toma de Valdivia, que para él era como una presa... pero en tierra firme. A través de representantes insistió en una compensación numérica ante el presidente y el Congreso de Chile.

Tan insistente resultó su reclamo que el primer ministro, Lord Aberdeen, dio instrucciones al cónsul general en Chile para obtener una pronta satisfacción a esta demanda (a ver si de esta manera calmaba sus ansias y postergaba el reclamo a la Marina Británica).
Su hijo Arthur, que llegaría a Almirante, estaba asignado a la flota inglesa en América latina por lo que también ejerció presión sobre las autoridades chilenas.

FURIOSO

El gobierno de Santiago, a sabiendas de que el escocés habría de insistir en su reclamo (como lo había hecho desde los tiempos de O"Higgins) había realizado algunas previsiones para satisfacer al perseverante marino, por lo que le ofreció 6 mil libras (menos del 10% de lo reclamado). Obviamente, Cochrane se puso furioso y después de revisar detalladamente sus escritos y apuntes llegó a la conclusión de que Chile le debía mucha más plata de lo que había reclamado. Una vez llenó planillas detalladas y envió más papeles para justificar la nueva deuda.

El gobierno de Chile guardó silencio y recién en en 1852, cuando su situación económica se tornaba más angustiante, Cochrane aceptó la oferta de 6 mil libras como un regalo de buena voluntad.

Cinco años atardó, honrando los servicios prestados, Chile le reconoció que de allí en más percibiría de por vida el sueldo de un almirante de esa nacionalidad. Cochrane le envió una nota agradeciendo la amabilidad, pero no pudo dejar de señalar que entonces contaba con 85 años, lo que convertía este reconocimiento en un ofrecimiento poco generoso, considerando los escasos años que le podían quedar de vida.