Mary Walker: una médica con los pantalones puestos

En el siglo del M2 es imprescindible recordar a las damas que se empeñaron en desafiar los estrictos cánones del siglo XIX. Hoy les voy a contar la historia de una de estas precursoras, que además fue soldado y espía, condecorada por sus servicios con la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos. Me refiero a la doctora. Mary Walker, nacida en el estado de New York en 1832. Era Mary hija de un médico de ideas avanzadas, el doctor Walker opinaba que la mayor parte de los males que aquejaban a las damas de su tiempo se debían a las ropas inadecuadas que vestían, especialmente los corsé, culpables de desmayos por la compresión del abdomen.

Mary hizo propias las ideas de su padre y de Amelia Bloomer, una reformista y sufragista, y desde muy joven vistió pantalones, levita y sombrero de copa. A punto tal era la compenetración con sus propuestas, que asistió a su boda luciendo esta indumentaria tan peculiar para la época.

Mary se recibió de médica en la Universidad de Syracuse siendo la única mujer de su promoción. Se casó en 1856 con el doctor Albert Miller, un colega y compañero de estudio. A pesar del matrimonio, Mary continuó usando su apellido familiar, ya que la doctora consideraba que ella "no era de nadie".
Matrimonio tan singular para época tan especial poco podía durar y después de unos años decidieron divorciarse. Para entonces se había desatado la guerra civil americana. Solemos tener el erróneo concepto de que esta fue una guerra entre esclavistas y abolicionistas. Si bien esto es cierto en forma genérica, el factor desencadenante fue la intención de autodeterminación de cada uno de los estados. Al serles negada esta facultad, los estados del Sur (que tenían una economía agrícola y que necesitaban de sus esclavos) se separaron de los estados del norte, eminentemente industriales. De allí que ambas partes proclamaban pelear por "la libertad".

El tema de la emancipación de los esclavos surgió recién después de la Batalla de Gettysburg y fue promovida por Lincoln después de meditarlo largamente. Al incorporarse la población afroamericana al ejército del Norte, se vio que no había oficiales que se prestasen a dirigir tropas de color, cosa a la que sí estaban acostumbrados nuestros militares, de hecho uno de los primeros jefes de tropas federales afroamericanas fue Edelmiro Mayer, curioso personaje algo olvidado de la historia nacional. 

Mayer participó de la Batalla de Chattanooga, al igual que la doctora Walker. Uno en la trinchera, la otra en el hospital. Quién sabe si nuestro galante coterráneo no habrá conocido o intercambiado algunas palabras con esta singular médica en pantalones.

ESPIA

La doctora Walker no dudó en prestar sus servicios como médica cirujana a la Unión... los que dudaron en aceptarla fueron los de la Unión. Por un tiempo, mientras esperaba un puesto definitivo, la doctora cumplió funciones de enfermera, pero siempre vestida con pantalones, levita y sombrero. Esos eran los tiempos cuando las únicas opciones terapéuticas eran: reposo, dar derivados de la morfina como analgésicos, y amputar todo aquello que no le pareciese sano al facultativo, en espantosas condiciones de asepsia.

La morfina y sus derivados (como la diacetilmorfina) fueron administrados generosamente entre las víctimas de la guerra, agradecidas por la poderosa analgesia que inducía. El problema fue que inicialmente se pensaba que la diacetilmorfina no creaba adicción, cosa que no fue así y miles de estos héroes se convirtieron en adictos. De allí su nombre, "heroína".

Nuestra doctora Walker acompañó el avance del ejército del norte hasta Atlanta -epopeya inmortalizada por "Lo que el viento se llevó"-.

La doctora estuvo muy ocupada cuidando a los soldados heridos y atendiendo a los civiles, siempre víctimas de las conflagraciones. De hecho, para atender a la población civil debía cruzar las líneas enemigas y cuando volvía al cuartel relataba prolijamente cualquier movimiento de tropas que hubiese visto. Al final, en una de esas incursiones asistenciales, la capturaron acusándola de espía. 
Estuvo prisionera de los confederados en una cárcel que no podía considerarse precisamente como un spa. Finalmente, después de cuatro meses de cautiverio, la doctora fue liberada a cambio de otros galenos. En total diecisiete médicos norteños fueron intercambiados por doce sureños. Dicen que la doctora manifestó una gran satisfacción por ser cambiada por un hombre.

Terminada la contienda, Mary Walker recibió como compensación por sus servicios la suma de 766.16 dólares más una pensión como excombatiente de 8,50 dólares por mes. En 1865 le fue concedida la Medalla de Honor del Congreso. Hasta la fecha ninguna otra mujer la ha recibido. 

Walker continuó con sus tareas asistenciales y dando conferencias sobre la emancipación y el sufragio femenino además del tema que tanto la preocupaba: las indumentarias inapropiadas de la mujer. Creo que no hace falta aclarar que las conferencias las daba vestida con pantalones, levita y cuello mariposa. Por lucir esta ropa masculina la doctora fue encarcelada en más de una oportunidad, orgullosa por los escándalos que provocaba. También escribió un libro llamado "La ciencia de la inmortalidad". 

Años después, el Congreso estableció una nueva disposición que determinaba que solo podían concederse las medallas a aquellas personas que habían participado en combates directos con el enemigo. De esta forma se pretendió quitarle la condecoración a la doctora. Algunos veían un sesgo misógino en esta norma, pero ésta comprometía a otros 910 excombatientes. La doctora se rehusó a devolverla y continuó luciendo su condecoración prendida a la solapa de su levita hasta el día en que el Creador, sin hacer diferencias entre vestidos o pantalones, la llamó a su diestra.