DE QUE SE HABLA HOY

Seríamos otro país mejor si hubiéramos hecho caso a Ortega

Desde aquel "¡argentinos a las cosas!" que dicen que dijo el filósofo español José Ortega y Gasset en 1916, a esta realidad del siglo XXI que nos toca vivir, en verdad como dicen en España "no hemos hecho ni puto caso".

Nunca fuimos a las cosas, las rodeamos, la miraros de lejos y de cerca, las psicoanalizamos, las interrogamos, les tiramos con elementos de diferente factura como dudas, sospechas, miedos, certezas y hasta algunos trozos duros de sentencias inapelables. Nunca fuimos a las cosas de verdad y la verdad es que creo que tenemos miedo a la verdad, a la realidad, a que equivocarnos nos pese como una responsabilidad.

Así nos inventamos la sociedad del "yo no fui", "yo no los voté", "yo no lo leo", "yo no creo" y otras tantas que solo justifican esa miserable cobardía de afrontar lo que hicimos. Pedimos que todos den la cara, menos nosotros; vivimos pensando un país ideal pero no hacemos nada para conseguirlo. Ortega pensaba a los argentinos como una suerte de "eterna promesa" y tenía razón, porque eso somos, promesas, solo promesas.

Pretendemos creer en los derechos pero abdicamos de las obligaciones; queremos solo lo que nos favorece pero rechazamos de plano aquello que pueda generarnos una responsabilidad. Nos hacemos los preocupados pero difícilmente nos ocupamos.

El filósofo, nos entendió como a una sociedad en constante crisis, absolutamente incapaz de resolver nada en conjunto y tenía razón. No somos capaces de de ordenarnos para terminan con las crisis cíclicas que nos castigan y que nosotros mismos  provocamos.

Es probable que de manera individual seamos brillantes, pero no nos sirve para nada, salvo para ser considerados en el exterior. Envidiosos y desconfiados, jamás nos permitimos suponer que a alguien le vayan bien las cosas por trabajo y esfuerzo, como nosotros no somos capaces de hacerlo no permitimos siquiera que los demás puedan intentarlo. Por eso si el vecino se compra un cero kilómetro de alta gama lo primero que decimos es "¿en qué andará este para comprarse ese coche?".

Nunca pensamos que "no anda" en nada raro sino que se lo ganó trabajando honestamente. Así es mejor, es más fácil, duele menos. Nos mostramos ante todos como exitosos escondiendo nuestras pequeñas miserias con frases como "la verdad es que tengo una familia maravillosa"; "hemos sido unos padres muy buenos, así nos salieron los chicos de bien". Protestamos con firmeza contra la corrupción, pero buscamos todos los caminos posibles para evadir impuestos; tiramos hasta pañales usados de los coches en marcha pero si viajamos al extranjero no tiramos ni el papel de un caramelo en la calle. Además comentamos a cinismo batiente "Qué limpia y ordenada está esa ciudad", pero en casa ¿cómo andamos?

No es caprichoso que un día como hoy recuerde a Ortega y Gasset, ocurre que he reparado que seguimos igual, que no fuimos capaces de avanzar ni un palmo para mejorar las cosas. Y la pregunta es ¿cuándo empezaremos?, el tiempo se come generaciones de argentinos que van a parar al mismo agujero donde juntamos frustraciones, ansiedades, espantos, farsas, traiciones, desencantos, humillaciones y tragedias. El español, gran observador e inteligente nos dejó escrito un consejo al que esa soberbia tan celeste y blanca hizo que no lo atendiéramos. Escribió entonces Ortega: "¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal". Otro país tendríamos si lo hubiéramos escuchado y atendido sus razones.

V. CORDERO