Trump sigue rompiendo esquemas

Pese a perder la Cámara de Representantes, el resultado deja un partido republicano mejor encolumnado detrás de un líder al que nunca aceptó del todo, y con el que de a poco se fue alineando en temas como inmigración, la pugna comercial con China y una política económica que es a la vez populista y pro-mercado

El propio Donald Trump lo había expresado en uno de sus últimos actos de campaña: él no aparecía en las boletas electorales, pero de algún modo sí estaba presente. Lejos de rehuir el desafío de los demócratas, el jefe de la Casa Blanca aceptaba que la votación del martes era el presunto referendo sobre su figura y su gestión que buscaban imponer sus opositores.

¿Y cómo le fue en esa contienda? Mejor de lo que se presumía. Los candidatos por los que el presidente estadounidense hizo campaña de manera activa, especialmente en el Senado, salieron triunfadores en casi todos los casos. Del otro lado, los postulantes demócratas más abiertamente enfrentados con el magnate mordieron el polvo. 


* En esa segunda categoría corresponde ubicar a dos de las figuras celebradas por los medios como estrellas en ascenso de los demócratas: el derrotado candidato a gobernador de Florida, Andrew Gillum, y el aspirante a senador por Texas, Robert Beto O"Rourke. También podría incluirse a la candidata a gobernadora de Georgia, Stacey Abrams, cuya casi segura derrota no ha sido oficializada al momento de escribirse estas líneas.

Gillum y Abrams, personas de raza negra y ubicados en la extrema izquierda demócrata, habían contado además con el apoyo personal del ex presidente Barack Obama y de figuras del espectáculo como Ophra Winfrey, quienes se mostraron menos efectivos que el odioso primer mandatario a la hora de movilizar a sus votantes.

* Pese a perder la Cámara de Representantes, el resultado deja un partido republicano mejor encolumnado detrás de un líder al que nunca aceptó del todo, y con el que de a poco se fue alineando en temas como inmigración, la pugna comercial con China y una política económica que es a la vez populista y pro-mercado. Se van extinguiendo los moderados y el trumpismo gana más fuerza.

* Los demócratas pueden festejar sin euforia. La prometida "ola azul" (por el color que los designa) no se materializó. Su reconquista de la Cámara Baja está dentro los precedentes históricos: desde la Segunda Guerra Mundial, salvo en dos ocasiones (1998 y 2002), el partido en la Casa Blanca siempre perdió bancas en la Cámara de Representantes en elecciones de mitad de mandato. En dos casos, Clinton en 1994 y Obama en 2010, esas derrotas fueron catastróficas, aunque no impidieron sus respectivas reelecciones dos años más tarde.

Por otro lado, sus avances en gobernaciones fueron algo menores a lo que se esperaba (no sumaron Ohio ni Florida, dos distritos clave en elecciones presidenciales) y terminaron perdiendo entre dos y cuatro escaños en el Senado, según cómo se definan las elecciones más reñidas.

* ¿Qué indica todo esto para el futuro de Trump? Pese a los reveses y al obvio desgaste, el gobernante ratificó que es el gran fenómeno de la política estadounidense moderna. Es inclasificable, a veces inexplicable. Los medios y las elites culturales siguen sin entenderlo, y en realidad tampoco se esfuerzan por hacerlo. Pese al rechazo visceral que despierta entre esos sectores, la votación del martes demostró que cuenta con una amplia masa de seguidores a los que sólo él está en condiciones de movilizar. Sus actos proselitistas en las semanas previas a la elección desbordaban de miles de asistentes en enormes estadios deportivos. Ningún político norteamericano actual está en condiciones de reunir hoy esas multitudes.

* Al mismo tiempo, los resultados del martes muestran sus límites. La coalición que lo llevó al triunfo en 2016 (votantes suburbanos, más habitantes rurales y trabajadores industriales desencantados) se fisuró. El mayor éxodo ocurrió entre las mujeres de los grandes suburbios repartidos por todo Estados Unidos. Por otro lado, el discurso anti-inmigratorio empieza a repeler a una población conformada cada vez más por extranjeros.

Quedará por verse si este primer traspié electoral inducirá a Trump a un cambio de estrategia o, menos probable, a una moderación de su tono discursivo, que es lo que piden ciertas figuras republicanas más convencionales. La transformación parece difícil. Un Trump moderado es una contradicción en los términos. Ese Trump no sería el Trump que rompió todos los esquemas. Incluso los del martes pasado.