El efecto balsámico de la naturaleza

La dosis natural

Por Florence Williams
Paidós. 304 páginas

No es una novedad que cada vez pasamos menos tiempo entre arboledas y agua, ni tampoco es un secreto que un número creciente de personas lo echa de menos. Esa necesidad se hace más evidente en las grandes urbes, donde más escasean la sombra, la pureza del aire y el silencio. Florence Williams, periodista estadounidense, editora de la revista Outside, y colaboradora del New York Times y de National Geographic, reúne aquí estudios que empiezan a registrar los efectos que esta deficiencia provoca en la salud, el bienestar e incluso el cerebro.

Lo que empujó a Williams a interesarse en el tema fue su mudanza de Boulder, Colorado, a Washington D.C., lo que la llevó a añorar casi al instante sus paseos por las montañas. Si hay quienes no se dan cuenta de lo que se pierden, según la autora, es porque existe una amnesia general, producto de la urbanización y el incremento de la tecnología.

En un mundo en el que la población urbana ya supera a la rural, "estamos perdiendo nuestra conexión con la naturaleza más dramáticamente que nunca antes", asegura. Y eso no es gratuito.
Williams argumenta en extenso sobre los perjuicios de que los niños pasen mucho tiempo encerrados. Los niños en Estados Unidos e Inglaterra pasan la mitad del tiempo que sus padres afuera. Pero el daño no sólo es para ellos, sino que agrava al parecer males crónicos que van desde la miopía y la deficiencia de vitamina D (que aporta el sol), hasta la obesidad, la depresión, la soledad y la ansiedad. El punto es demostrar por qué los entornos naturales nos hacen más sanos, más creativos y más empáticos.

Su investigación la llevó a Japón, donde científicos miden cómo la naturaleza baja el estrés; a Utah, donde se estudia cómo ésta ayuda a cerebros con déficit de atención; a Corea del Sur o a Edimburgo. Se involucró en proyectos para cotejar los efectos de sesiones rápidas de inmersión en ambientes verdes y también la dosis recomendada por finlandeses, de cinco horas al mes. Observó el efecto sedativo de las fragancias en un entorno abierto y hasta el resultado que tienen en nuestro humor sonidos como las gotas de lluvia o el canto de los pájaros.

El libro, estimulante, explora la ciencia detrás de aquello que poetas y filósofos han sabido por siglos: que el lugar importa.

Juan B. Azpiazu