La Sinfónica Nacional en buenas manos y con auspicios progresos

Rossini: Obertura de "El Barbero de Sevilla"; Debussy: "Preludio a la siesta de un fauno"; Beethoven: Sinfonía Nø 7, en la mayor, opus 92. Por la Orquesta Sinfónica Nacional (director: Federico Sardella). El viernes 19, en el Centro Cultural Kirchner.

 

Fue de particular interés la velada que la Sinfónica Nacional protagonizó el viernes, no sólo porque posibilitó una nueva presentación de un maestro bonaerense de talento, sino también en cuanto permitió comprobar el notable progreso experimentado por la orquesta en los últimos tiempos. En efecto; esta vez en la Sala Argentina (y no en la Ballena Azul), en el Centro Cultural del ex Palacio de Correos, la agrupación, lejos de las medianas andanzas del Auditorio de Belgrano, lució alto nivel, tanto por la acabada calidad sonora de sus renovadas familias como en punto a disciplina, justeza de ataques y cierres, y precisión y transparencia en el ensamble.

ROSSINI-DEBUSSY
Este año, en su setenta aniversario y ante un recinto en el que no cabía un alfiler, el conjunto abrió la noche con una traducción de la chispeante obertura de "El Barbero de Sevilla" de agraciada fluidez, marcación escrupulosa y tensiones exactas, ello sin perjuicio de un bombo que deslució los trozos en los que tomó parte. Nacido en Bahía Blanca, Federico Sardella (34) mostró ya desde el comienzo batuta muy segura, revalidando sus antecedentes en esa ciudad de cuya orquesta fue titular, en La Plata (donde se desempeñó como director de estudios del Argentino), en Italia, y, sobre todo, de un recordado "Holandés errante" (del 2014).
Siguió luego una obra diametralmente divergente: el "Prelude á l"aprs-midi d"un faune", de Debussy, cuya versión de giros delicados, de evanescente cromatismo, contó con la participación obligada de Amalia Pérez, flautista meritoria, de notas muy bien redondeadas, cálidas, de perfecta afinación en sus insinuantes dibujos.
Sensual, envolvente por donde se lo mire, el trabajo del autor de "Pelléas", basado en un bello poema de Stéphane Mallarmé, fue desenvuelto con discurso expresivo en sus saturaciones armónicas, suavemente engarzadas con clase y timbres sutiles.

APOTEOSIS
"Obra maestra de habilidad, de gusto, de fantasía", según Berlioz, luminosa y de impulso pletórico, Wagner dijo que la Séptima, de Beethoven, la más rítmica de todo su catálogo, era una verdadera "apoteosis de la danza". La entrega de esta sinfonía, dedicada al conde Moritz von Fries, culminó el concierto con el público enfervorizado y muchos espectadores aplaudiendo de pie.
Ajustada, impecable en acentuaciones, articulación y dinámica, así como también con tiempos de un academicismo de la mejor tradición, tanto la orquesta como el conductor brindaron una interpretación vibrante de esta magna creación, limpiamente equilibrada en la interacción de sus texturas, con cuerdas esbeltas en el allegretto y contagiosa vivacidad en el presto.

Calificación: Muy bueno