DE QUE SE HABLA HOY

El cuento de un juez en el País de Nunca Jamás

Había una vez un juez al que le tocó una causa cargada de intereses políticos y de otras pasiones como deportivas y partidarias. El viejo hombre de ley no era conocido ni siquiera sobresaliente entre sus pares, incluso se decía que en algún tiempo atrás, ponía en libertad a presos que tenían causas abiertas en otros juzgados, pero usted ya sabe, siempre hay habladurías aunque en este caso hay expedientes abiertos.

Vaya uno a saber. La cosa es que cuenta la historia que este juez recibió un expediente en el que se acusaba a un popular líder y dirigente de una organización deportiva de ser parte de una banda dedicada a malversar bienes. Como toda causa penal tenía un fiscal que en este caso juntó pruebas y le pidió al juez que por favor detuviera al líder  popular y a otro miembro de la supuesta banda.

Claro que el magistrado no contaba con que aquel pedido fuera a despertar una verdadera catarata de aprietes, extorciones y amenazas de la mayoría de los socios de la familia del líder cuestionado.

La presión lo desbordó y el hombre no pudo resistirlo. Esperó hasta último momento para dar a conocer si aceptaba o no aquel pedido de detención. El rumor popular cruzó en dos a la sociedad y hasta se hicieron apuestas en el pueblo que estuvieron bastante divididas, la mitad aseguraba que el juez aceptaría detener al sospechoso y la otra mitad que no se atrevería.

Finalmente el hombre encargado de administrar justicia decidió no hacer lugar y rechazó la petición del fiscal. En la familia del líder cuestionado celebraron aquel fallo, incluso sus socios de aprietes también festejaron el hecho. Medio pueblo indignado vio como una vez más los poderes mafiosos condicionaban a la justicia.

El juez por su parte, denunció que lo habían amenazado, que habían dado a la prensa su sentencia antes que cumpliera el trámite interno. Para poder justificar lo hecho, el magistrado decidió culpar a los medios, no a todos, solo a los que sus compañeros de militancia política venían castigando hace años. Nada dijo de los medios que apoyaron desde su afiliación política, coincidente con la de los imputados en la causa, y que también fueron duros con él, cuando existía la duda sobre si detendría o no al líder de dudosa moral.

Por otro lado el magistrado era fanático de la organización deportiva que maneja la familia del sospechado e incluso tenía en su despacho un enorme escudo del club de sus amores, justamente ese. El juez quiso explicar lo inexplicable y no fue muy claro porque llegó a  decir que "los jueces solo hablan por su fallos" después de improvisar una rueda de prensa para decir lo que quería.

Claramente historias como esta y en este pueblo, se repiten con mucha frecuencia. Ahora vendrán apelaciones, tiempos procesales eternos y todo quedará en nada. El viejo juez quedó expuesto, casi en ridículo y seguramente con su conciencia sacudida por haber cedido a la extorsión que no solo lo alcanzaba a él sino a todas las autoridades de aquel pueblo.

El sospechoso siguió libre y riéndose de la justicia junto a su familia y sus socios mientras el pueblo permaneció temeroso ante tanta violencia e impunidad. Este cuento podría incluirse en el enorme volumen cuyo título "El país de nunca jamás" reúne historias terribles como la aquí contada.

Una sociedad se altera cuando los semianalfabetos reinan y tienen todo el poder que usan para delinquir a sabiendas que detrás de las acusaciones habrá jueces como el protagonista de este cuento. Todo pasó pronto y el líder popular siguió manejando su mundo de aprietes y delitos bajo un sistema que lo convertía en intocable.

El cuento no terminó porque su autor, un hombre muy fantasioso, no supo en realidad qué se podría haber hecho para revertir esto y que la justicia ordene, la ley mande y la impunidad sea eliminada. Si usted lector tiene idea de cómo hacerlo, póngale el final a esta historia.

V. CORDERO