La Argentina será de clase media o no será

La Prensa cumplió 149 años. Lo celebramos con un suplemento sobre la clase media. Economistas, sociólogos, historiadores, políticos, psicólogos y nuestros periodistas reflexionan sobre la columna vertebral de la Argentina.

Mi hijo, el doctor. Hoy, preferencia por la educación privada en nivel primario y secundario, para guarecerse de la traición al ideario sarmientino. Cambiarse la camisa o la blusa todos los días. Comer distinto todos los días. El gramófono, el combinado, el televisor en colores, la computadora, el cable, Netflix. Las redes sociales. El diario, los libros, las enciclopedias en la sala. Las comilonas con los amigos y compañeros de trabajo. El antipopulismo visceral que ha derivado en grieta, por los hijos desafectos. La religión como buffet froid, cada cual se sirve lo que le gusta. La casa propia (un sueño cada vez más lejano); ahorrar en dólares (por culpa de la inflación promedio del 53% desde la creación del Banco Central); la casita o departamento en la costa, las playas de Brasil, o el tour de compras en el extranjero, aprovechando los ciclos suicidas de peso sobrevaluado. La cobertura médica privada. El terapeuta, el gimnasio, el club. Cambiar el auto cada cinco años, más o menos. La estabilidad laboral, el comercio o la producción propia, la carrera profesional. El trabajo duro, la postergación de las gratificaciones, aunque ahora el espíritu de la época va en sentido contrario.

Gracias al fecundo aluvión extranjero de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, nuestra Patria ha tenido la fortuna de configurarse con una ancha base de clase media, muy por encima del promedio latinoaméricano (con buenos salarios, por la escasez de mano obra). La Argentina moderna, en efecto, surge como resultado de la inmigración masiva proveniente de Europa y no de la Revolución de Mayo, escribió Julio Mafud.

Esa clase media sigue siendo la columna vertebral del sector productivo y de la República. Fue definida por primera vez con carácter científico por el sociólogo Gino Germani en la década del cuarenta: "la frontera con la clase obrera pasa por la naturaleza manual o no manual del trabajo"".
Hoy, la partición en clases según la ubicación en la distribución del ingreso es así: clase baja (deciles 1 y 2), clase media (deciles 3 al 8) y clase alta (deciles 9 y 10). Es decir, el 60% de la población argentina es para el Indec clase media y los ingresos promedios de una familia tipo van de 16,4 mil pesos (media baja) a 48 mil (media alta), según datos (desactualizados) de junio pasado.

Pero es sabido que la estratificación se da con la coincidencia no sólo de los factores materiales (poder y medios económicos), sino también simbólicos, como el prestigio social, o incluso espirituales. Se es clase media también por mentalidad. Existe una identidad específica, según los expertos.

Pequeña burguesía, para los marxistas. Clase mierda para los Jem"Hadar del kirchnerismo, como Luis D"Elía. "Todos los vicios de que pueden despojarse las demás clases son recogidos por ella", exageró Onetti en Los pozos. Nuestra mediocracia ha generado como ninguna otra capa social a rebeldes que se odian a sí mismos y a su nido, fantasía peligrosa que concluyó con una catástrofe en los setenta. Son casos aislados, afortunadamente.

El Suplemento Aniversario de La Prensa, que se entregará el próximo domingo, se propone reivindicar a la clase media, así como alertar de los peligros de su pauperización, al calor de las desastrosas políticas económicas de los últimos cincuenta años. 

Lo cierto es que lo que durante décadas ha civilizado y dignificado a este país -deseable aún hoy para millones de extranjeros- es el surgimiento, movilidad ascendente y prosperidad de la clase media, sinónimo casi siempre de modernidad, pues sus símbolos materiales surgen del presente, y también de cosmopolitismo, por su mayoritario origen europeo.

La Argentina será de clase media o no será. El eslogan es un buen punto de partida para reconstruir nuestra maltrecha casa común.