Con el dólar a la baja la última "crisis" quedó a cargo de Carrió

Siete días de política. La tregua cambiaria de Sandleris hizo retroceder al dólar 10%, pero dejó libre la agenda mediática para espectáculos indecorosos como los montados por Carrió y Lorenzetti. De Vido condenado.

La decadencia económica tiene causas políticas cada vez más ostensibles. Después de meses de lucha contra una violenta tormenta cambiaria y de aplicar duras medidas (devaluación del 100% y un conflictivo recorte fiscal) Mauricio Macri había comenzado a creer que la orilla estaba más cerca.

Pero la tranquilidad le duró poco. Apenas se calmó el dólar Elisa Carrió cambió la "crisis" financiera por otra política con una embestida contra el ministro de Justicia, Germán Garavano.

Paradójicamente los problemas de gobernabilidad que quieren, pero no han podido hasta ahora crearle el peronismo, los piqueteros o los sindicalistas se los creó una aliada temible al poner en duda la supervivencia de la coalición oficialista.

El estupor de la opinión pública, sin embargo, no finalizó allí. Después de de denuncias, ultimatums y presiones por la prensa Carrió terminó diciendo que todo era una "broma" (sic). Lo que no quedó claro es a quién se la estaba haciendo: si a sus aliados, a sus votantes, a los medios que la usan para embestir contra Macri o a la alterada opinión pública que ya no sabe qué creer sobre su estabilidad psíquica.

La megacorrupción "K" está en la base de los actuales problemas macroeconómicos. Pero también contribuyen a agravarlos los que se presentan como abanderados de un moralismo que apenas oculta ambiciones de poder personal.

La relación entre volatilidad económica y corrupción es uno de las cuestiones más delicadas que enfrenta Macri. El escándalo de los cuadernos tuvo un impacto directo sobre las grandes empresas de la construcción que representan uno de los pocos motores disponibles para recuperar el PBI.

El programa de obras bajo el sistema público/privado (PPP) pende de un hilo porque los bancos no están convencidos de dar crédito a personajes de dudoso futuro judicial. Es en este punto en el que el gobierno hace malabares y trabaja no sólo para crear un fideicomiso que garantice el financiamiento, sino también en una serie de medidas para que las empresas puedan seguir compitiendo, más allá de los desaguisados de algunos de sus principales accionistas. Pero ¿están las arremetidas de Carrió vinculadas con los intentos del gobierno de minimizar el efecto de las prácticas empresarias corruptas? Nada lo indica. Acusó a Angelici y Garavano que no participan en la búsqueda de una salida para las PPP.

Tampoco la furia de la diputada parece vinculada con la situación de Cristina Kirchner. Que la ex presidenta sea la adversaria ideal para Macri o que ande suelta no depende de Macri, sino de la situación del peronismo y de la voluntad de una mayoría de su bloque de senadores de no quitarle los fueros.

El enojo de Carrió con el gobierno tiene causas más concretas. Tuvo que renunciar a la presidencia de una comisión bicameral que controla a los fiscales porque la impugnó el peronismo y porque el macrismo no se esforzó demasiado para conseguirle el lugar. Dos de sus operadores en la AFIP embistieron contra el director de la agencia y casi salen eyectados. Su preocupación -como de la casi totalidad de los dirigente radicales- es la de los cargos. Ahí parece estar la madre de todos los pataleos.

La lucha escandalosa por los cargos, por menor importancia que tengan, no es tampoco ajena a los peronistas como probó el ex presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti al emprenderla contra su sucesor Carlos Rosenkrantz. La disputa fue por el control de la oficina de prensa con la que finalmente se quedó Ñcon otro nombreÑ Rosenkrantz. El episodio sugiere que Lorenzetti no metabolizó bien su desplazamiento a manos de los dos nuevos miembros del tribunal promovidos por Macri. Después de más de una década de manejar la Corte quedó relegado a una vocalía. Carrió que lo viene fustigando desde hace años nunca logró nada parecido a lo conseguido por el presidente sin andar a los gritos por los medios.

La diputada de la Coalición Cívica no es de todas maneras la única socia de dudosa lealtad. El aumento del gas demostró que los radicales están lejos de ser firmes soldados en la lucha por el equilibrio fiscal. Macri tuvo que revisar la decisión inicial de que el aumento lo pagaran los usuarios y ahora lo pagarán todos: hasta los que cocinan a leña. Un duro revés para la política de sinceramiento fiscal de cuyo éxito depende que no se desate una verdadera crisis, no con la que a diario amenazan los medios.