Historia de una derrota

Antony Beevor vuelve a la ofensiva aliada que buscaba terminar la Segunda Guerra en 1944. En "La batalla por los puentes", el historiador británico apela a documentos y testimonios inéditos para contar la desastrosa "Operación Market Garden". La soberbia de los Aliados y la disciplina alemana sellaron el resultado.

Sus libros son ya lectura obligada para el estudiante aficionado de la Segunda Guerra Mundial. Con minuciosidad documental y talento de novelista, el historiador británico Antony Beevor fue revisitando en las últimas tres décadas algunas de las batallas decisivas en la mayor carnicería de la historia: Creta, Stalingrado, Berlín, Normandía, las Ardenas. Una lista apasionante que ahora se completa con Arnhem. 

En su obra más reciente, La batalla por los puentes. Arnhem 1944. La última victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial (Crítica) Beevor pone la mirada en el desastroso intento de los Aliados por acelerar la derrota alemana en el otoño boreal de 1944. 

Fue la Operación Market Garden, la vasta ofensiva aerotransportada con la que el mariscal británico Bernard Monty Montgomery pensaba insertar una cuña de 35.000 paracaidistas detrás de las defensas germanas en Holanda, cruzar el Rin y abrirse camino hacia Berlín antes de que llegara la Navidad del quinto año del conflicto.

El libro comienza en la Normandía liberada con los desembarcos de la Operación Overlord del 6 de junio y se adentra en los Países Bajos, donde acompaña a la desbandada del Ejército nazi hasta situarse en la Holanda ocupada.

Ese territorio será el escenario del duelo que, aplicado su estilo característico, Beevor ha podido revivir con materiales inéditos, como diarios de militares y memorias de civiles, varios de los cuales reflejan temas harto espinosos.

Uno de los más amargos fue la coexistencia de la población con el colaboracionismo holandés encuadrado en el "Movimiento Nacionalsocialista", una fuerza de 30.000 personas entre miembros y familiares que huyó a la Alemania nazi escapando del avance Aliado.

Beevor se demora en ese dato para señalar que los jefes militares aliados consideraron el colapso y la huida de los simpatizantes nazis como una prueba del desmoronamiento de la voluntad de combate de los alemanes. Idea que a la postre se demostró como un terrible error de apreciación.

Los comandantes también calibraron equivocadamente el resultado del intento de asesinato de Adolf Hitler en julio de 1944, pues aquel ataque condujo en realidad a un mayor control de las Fuerzas Armadas, la Wehrmacht, por el propio dictador y las huestes de las SS, la milicia ideológica del régimen.

EL OTRO BANDO

Beevor recupera en su libro las penurias de los soldados alemanes revisando los escritos de los propios militares, y ello a pesar de que les habían prohibido que llevaran diarios personales. Pero son esas páginas las que mejor reflejan el declive en el estado de ánimo, que ocasionalmente se veía aliviado por el envío de suministros aliados, caídos del cielo, pero en las trincheras equivocadas.

Los soldados alemanes agradecían degustar café de verdad o la manteca que mucho tiempo antes había desaparecido de sus raciones con la progresiva pérdida de los territorios ocupados.
Como en todos los libros de Beevor, el relato cobra fuerza en la reconstrucción visual de momentos de brutalidad, terror o ternura relatados por sus propios protagonistas.

Es el caso del zapador británico Tim Hicks quien escribió: "No lo veía, pero podía oirlo. Lloraba y gemía. Empezó un bombardeo y me tomó la mano y apretó con fuerza". Se refería a su compañero de cama en el hospital, un alemán que tenía poco más o menos su edad, 21 o 22 años.

Pero junto a los testimonios individuales, Beevor vuelve a trazar el panorama general de esta batalla que ya fue magistralmente recreada en el cine por Richard Attenborough en el clásico A bridge too far (Un puente demasiado lejos), que se basó en el libro homónimo del periodista e historiador Cornelius Ryan, cuyos documentos personales también fueron rescatados ahora en La batalla por los puentes.

Beevor hizo buen uso de archivos militares y libros de y sobre los jefes máximos de la Operación Market Garden, cuyos rostros quedaron asimilados en la pantalla a los de Michael Caine, Sean Connery, Gene Hackman, Anthony Hopkins, Robert Redford o Laurence Olivier, entre otros.
Y para algunos no reserva compasión. Especialmente el presuntuoso mariscal Montgomery a quien Beevor atribuye la máxima responsabilidad en el fracaso, que también obedeció -recalca- a la disciplina alemana.

La falta de planificación o el desdén de Monty frente a las complicaciones en las operaciones aerotransportadas y, sobre todo, su vanidad fueron algunos de los ingredientes cruciales de lo que terminó en un resonante fracaso militar.

Beevor recuerda que la idea de capturar primero desde el aire y luego atravesar tres puentes por una única vía terrestre, la llamada "Ruta del Infierno" como la bautizaron los estadounidenses, habría equivalido a reprobar el examen del Estado Mayor del Ejército holandés. Y del elenco de comandantes aliados sólo reivindica la memoria del olvidado general polaco Stanislaw Sosabowski.

Pese al desdén que generaba en sus camaradas aliados, el polaco fue el único comandante que abiertamente cuestionó una operación en la que sus compatriotas marcharon a la derrota junto los norteamericanos de las divisiones aerotransportadas 82» y 101» y la 1» británica.