La marea antisistema

Bolsonaro ha demostrado que encarna las profundas ansias de cambio de millones de brasileños que detestan los aparatos políticos, mediáticos y culturales.

 

Histórico. Dramático. Elija el calificativo que más le guste. Lo que ha ocurrido en Brasil es un vendaval que barrió no sólo con el estúpido progresismo que siempre se ubica del lado del delincuente e intenta imponer una cultura y un discurso diferente al común de los habitantes, sino que los tres partidos que se han repartido el poder desde la reinstauración de la democracia fueron casi barridos del mapa: el Partido de los Trabajadores de Lula, el Movimiento Democrático Brasileño de Michael Temer y el Partido de la Social Democracia Brasileña de FH Cardoso consiguieron en conjunto casi los mismos votos que el áspero Jair Bolsonaro.
Primera conclusión: El pueblo brasileño no perdonó la corrupción generalizada, la incompetencia económica y el buenismo. El aluvión B. fue impresionante en las grandes ciudades y el campo próspero. Bolsonaro obtuvo aproximadamente 78% de los votos en Sao Jao Batista, 71% en Blumenau, 69% en Camboriu, 62% en Curitiba, 61% en Foz de Iguazú, 59% en Uruguaiana. 58% en Brasilia, 57% en Río de Janeiro y Manaus, 55% en Belo Horizonte, 53% en Florianópolis, 52% en Maceió, 45% en Porto Alegre y Sao Paulo y 43% en Recife. Ganó en dieciseis estados (provincias) y el Distrito Federal. Perdió con Ciro Gomes en Fortaleza. Y con Haddad en ocho estados nordestinos y en Pará, en la ciudad de Salvador de Bahía (47 a 27) y en los municipios más pobres del sertao y la amazonia. 

Segunda conclusión: si no hubiera sido por el Nordeste (el último bastión territorial de la izquierda), el ex capitán del Ejército ganaba en primera vuelta.

Tercera: el Brasil productivo, de clase media, con mayor instrucción económica votó de manera abrumadora por el cambio radical. Pero el mensaje de mano dura, manos limpias y Brasil primero (es decir, el sentido común), caló también entre los más desfavorecidos, en vista de los sorprendentes resultados. Los comentaristas brasileños destacaban anoche que todo aquel candidato vinculado de alguna u otra manera al Lavo Jato fue relegado al basurero de la historia.

Hay que insistir en el punto de que no sólo la izquierda brasileña fue severamente castigada, sino también la derecha tradicional que sufrió la peor derrota de su historia frente al candidato del Partido Social Liberal, hasta 2018 algo más que un sello de goma. La agrupación de Bolsonaro jamás había gobernado un estado brasileño y nunca tuvo más de nueve de los 513 diputados. Impresionante, ¿no?

Cuarta conclusión: El voto evangélico (cristianos de iglesias no tradicionales) apoyó sin fisuras al candidato más conservador de la grilla cuya lema de campaña era precisamente "Brasil encima de todo, Dios encima de todos". Que más desafiante para el establishment de lo políticamente correcto que levantar los estandartes de la religión en una era signada por el pensamiento agnóstico (o directamente ateo). Es un hecho que Bolsonaro, más allá de sus diatribas desaforadas, es el político que mejor sintoniza con las creencias de millones de brasileños sencillos, que sienten que las cosas han ido demasiado lejos.

CHICAGO BOY
 
Muchos politólogos se han apresurado a señalar que Bolsonaro, tan nostálgico de la dictadura militar, es otra variante del nefasto populismo latinoamericano. Parece, no obstante, que carecería de una de sus signos distintivos: gobernar sin atenerse a un presupuesto equilibrado. Lo que puede asegurarse hoy es que su equipo económico de campaña, no es protofascista sino todo lo contrario, marcadamente liberal.
Cuando el ex militar asuma el año próximo (aquí creemos que la segunda vuelta es un trámite) el zar de la economía de nuestro principal socio será probablemente Pablo Guedes (Río de Janeiro, 1949), nacido en Río de Janeiro en 1949, economista con un PhD de la Universidad de Chicago, el faro intelectual del liberalismo económico.
De hecho, Guedes es considerado un discípulo de los Chicago boys, aquellos tecnócratas sin misericordia inspirados por Milton Friedman que a fines del siglo pasado revivieron al Reino Unido y pusieron en camino al desarrollo a Chile. Es decir, Guedes será a Bolsonaro lo que Hernan Büchi fue a Pinochet.
Medios especializados resaltan que Guedes, fundador del think tank Instituto Millenium, creador del Banco Pactual y socio de la empresa Bozano Investimentos, es un crítico acérrimo del socialismo leve del lulapetismo y que aspira a privatizar todas las empresas estatales, Petrobras y Banco do Brasil incluidas. 
¿Se animará a tanto Bolsonaro? Bueno, por algo es el candidato antisistema por excelencia que ha recogido el profundo deseo de mudanza de la casi mayoría de los brasileños, así como su desprecio por el aparato político tradicional que tantas frustraciones ha generado en esta década.
Causaba gracia anoche leer en las redes sociales a peronistas y kirchneristas (que soñaban con que un triunfo de Haddad los impulsara por contagio) llamando a la unidad del campo nacional, popular y democrático contra el neofascismo. Es decir, quieren ofrecer más de lo mismo a la sed de cambios profundos, que también existe en la Argentina y en cierta medida ha sido defraudada por Cambiemos.
Cerramos con un tuiter de Gustavo Segre, catedrático y consultor en San Pablo, hombre muy consultado por los medios argentinos: "Es mas fácil que un racista, machista y homofóbico cambie su punto de vista y gobierne para todos, que un corrupto deje de robar porque ganó una elección".