La crisis del sentido de la historia

La XLII Semana Tomista reflexionó acerca de la secularización del mundo moderno. Los expositores recordaron que uno de los principales interrogantes del hombre es el de qué pasará luego de la existencia terrenal. La respuesta cristiana retiene el valor de siempre frente a una mentalidad relativista y escéptica.

La Sociedad Tomista Argentina (STA) realizó su XLIII Semana Tomista dedicada al tema "Historia y escatología", el cual fue desarrollado en diferentes paneles, durante cinco días, en el Auditorio Monseñor Octavio Nicolás Derisi, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina.

Este año, la nueva edición del evento que difunde el pensamiento del teólogo y filósofo católico Tomás de Aquino (1225-1274) tuvo la particularidad de que se realizó en el marco del 70º aniversario de la Sociedad Tomista Argentina y contó con la participación de numerosos intelectuales del universo tomista.

Uno de los primeros expositores fue Francisco Leocata (Doctor en Filosofía por la UCA). En su ponencia, describió los factores que han llevado a la cultura occidental a una crisis del sentido de la historia y la consiguiente pérdida de la esperanza.

Al respecto sostuvo que "la crisis actual de la visión cristiana sobre la historia y la escatología" está basada en las filosofías de la historia de la era moderna que a su vez "son producto del proceso de secularización acaecida en el mundo moderno".

"Una vez debilitado el empuje de la escatología cristiana que daba un sentido a la historia, las teorías modernas de Vico, Voltaire, Hegel, Herder y otros hasta llegar a Marx, sobre la historia van sustituyendo aquel ideal salvífico por un sentido inmanente a la historia terrestre, y cree con ello demostrar el origen filosóficamente espúreo del historicismo subsiguiente".

FINALISMO

Leocata explicó que es evidente que en el cristianismo el fin de los tiempos con la venida definitiva del Señor de la historia es lo que da sentido a todo el devenir anterior de la humanidad y lo que genera la virtud teologal de la esperanza. Le imprime un finalismo.

"También parece demostrado -destacó- que en la era moderna especialmente a partir del siglo XVIII la idea del finalismo histórico no es abandonada sino inmanentizada: es sustituida por dos posibles vías: una es la del "espíritu de la utopía", titulo de una famosa obra de Ernst Bloch, y otra es la creencia en el progreso histórico indefinido, apoyado según la mentalidad hoy reinante en la ciencia y la técnica".

En la parte final de su exposición, Leocata expresó que en la actualidad "hay una semi-consciente fe en el progreso y en la marcha de la historia que se alterna con olas de temor y pesimismo, sin búsqueda de ningún fundamento religioso o metafísico (al menos en el mundo occidental): la historia produce por sí misma cambios y avances o retrocesos a los que hay que adaptarse bajo la amenaza de ser considerados obsoletos quienes las cuestionen. Nada extraño que esta fe en el cambio constante incentive una mentalidad relativista y escéptica, o bien una nueva actitud de pragmatismo voluntarista".

TIEMPO Y ETERNIDAD

Por su parte, monseñor Antonio Marino (Doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y obispo emérito de Mar del Plata) recordó parte de la celebración de la solemne liturgia pascual para fundamentar la visión cristiana de la historia.

"El celebrante -desarrolló- graba la señal de la cruz sobre el cirio, junto con las letras A y W y los números del año, mientras pronuncia estas palabras, donde resuenan diversos pasajes deb   la Sagrada Escritura: "Cristo ayer y hoy. Principio y fin. Alfa y omega. A él pertenecen los tiempos y la eternidad. A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos".

Asimismo citó la Exhortación Tertio Millenio Adveniente (1994) de Juan Pablo II la cual afirma que en el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental.

"Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la plenitud de los tiempos de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos".

Otra de las exposiciones que se pudieron escuchar durante el desarrollo de la Semana Tomista fue la de María L. Lukac de Stier (Doctora en Filosofía por la UCA), quien reflexionó acerca del uso teológico-político de los conceptos Historia y Escatología, y desarrolló la idea de una cierta continuidad que el Medioevo encuentra en la Modernidad que, si bien quiere mostrar su ruptura con la cosmovisión teocéntrica medieval, no puede desprenderse de nociones clásicas, aunque las resemantice con una finalidad utilitaria.

El caso más evidente es el de Thomas Hobbes en su obra cumbre: Leviathan. Hobbes, sostuvo Lukac de Stier, reitera la autoridad y soberanía de Dios sobre todo otro poder terreno: No obstante, este reconocimiento tiene un valor puramente retórico ya que, inmediatamente después del texto citado, Hobbes sostiene que el tema clave reside en conocer qué es lo mandado por Dios, cuáles son sus mandamientos.

"Vale decir, no se cuestiona la obediencia a Dios sino en qué consiste expresamente esa obediencia". Hobbes reduce lo necesario para la salvación a esta sencilla sentencia: "Todo está contenido en dos virtudes, la fe en Cristo y la obediencia a las leyes".

Desde una visión ya directamente tomista sobre el tema, Patricia Carolina Pérez de Catalán (Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba) recurre a Santo Tomás de Aquino y a su Compendio de Teología, una de sus últimas obras.

"Dios, por ser causa primera -desarrolla citando a Aquino- a El pertenece el poder hacer que las cosas pasen de la nada al ser, lo cual es crear. La noticia del Dios creador de la nada que trae la Revelación es de suma relevancia especulativa porque conlleva la noción de una causa trascendente, la cual, por absolutamente primera en el reino del ser, a la vez es iluminada última, de modo que a ella todo se dirige. Por esto, en la doctrina de Tomás de Aquino encontramos que en la misma medida en que se desea conocer la realidad por su causa primera, y puesto que Dios es esa causa primera, el hombre desea naturalmente, como fin último, conocer a Dios (...) el fin último de la metafísica es el mismo que el fin último del hombre"".

¿CASUALIDAD O CAUSALIDAD?

Víctor Horacio Basterretche (Profesor en Filosofía Unsta), por su parte, habló acerca de casualidad y causalidad. Es común escuchar, sostuvo, la pregunta ¿casualidad y causalidad? cada vez que alguien dice que algo le pasó por casualidad.

"La pregunta -dijo- apunta a señalar el papel de la Divina Providencia en esa presunta casualidad: lo que parece habernos sucedido por mera casualidad, coincidencia o suerte sería en realidad una intervención especial de Dios. Nuestras vidas y toda la historia de la humanidad están llenas de presuntas casualidades, y muchas veces descubrimos que efectivamente responden a un plan divino, que apuntan a un fin, que es encaminarnos a nuestra salvación".

Al respecto, manifestó que si bien se suelen contraponer Providencia y casualidad, como si esta última excluyera la causalidad y, en consecuencia, la Divina Providencia, "Santo Tomás muestra que, si bien hay verdaderas casualidades, esto es, coincidencias y efectos imprevistos que en el orden de las causas segundas no tienen causa per se sino sólo per accidens, tienen causa per se en el orden de la causalidad primera: Dios es su causa per se porque les da el acto de ser, y para El no son imprevistos, sino que en su Providencia los ha previsto, ordenado y creado como contingencias para nuestro bien".

VISION DE CASTELLANI

Hugo Alberto Verdera (Abogado y Doctor en Derecho, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba) abordó el tema desde la perspectiva del pensamiento del sacerdote Leonardo Castellani. "La creencia de que este mundo tendrá un fin, así como ha tenido un principio, pertenece al tesoro común de la humanidad. Creer en la Segunda Venida de Jesús es necesario para creer en Cristo, es distintivo de la auténtica fe en Cristo", destacó. Asimismo, analizó que Castellani coincide así con Santo Tomás, para quien la perfección de la revelación sólo se realizará en la Parusía. Es entonces que el hombre conocerá "la verdad primera, no ya en la fe, sino en la visión. Entonces ya no se le propondrá al hombre la verdad envuelta en velos, sino totalmente al descubierto. Para ƒl, la Parusía es esperanza de realización cristiana".

El rechazo de Cristo apareció en el horizonte del pensamiento europeo a caballo de los siglos XVI y XVII, especialmente en el período de la Ilustración. En sus diversas manifestaciones, la Ilustración se oponía a lo que Europa había llegado a ser por obra de la evangelización, recordó María Fernanda Balmaseda Cinquina (Licenciada en Filosofía Unsta).

En la búsqueda de los orígenes del relativismo actual, citando a Oswaldo Plata Pineda sentenció que "al ser la religión sometida al tribunal de la razón y la Iglesia subordinada al poder civil, el Estado moderno pasó a ocupar el lugar que antaño le correspondía al poder eclesiástico. Lo sagrado se tornó profano. El Estado moderno alcanzó la calidad de sagrado y se posicionó en el rango de lo trascendental. Dios y la religión, por su parte, fueron empujados a los márgenes de la sociedad, quedando circunscritos al rol específico de las necesidades religiosas que se concentran en el individuo, su interioridad y esfera privada. Es así como nació una nueva religión con visos de profanidad, simiente por ello del deísmo, del agnosticismo y del ateísmo".

Asimismo, advirtió que "profanar lo sagrado y sacralizar lo profano son las caras antecedente y consecuente del laicismo". Y finalizó asegurando que el individualismo -en todas sus variantes- diviniza lo secular bautizando un Estado devenido religioso.

SENTIDO DE LA ETERNIDAD

Entre los numerosos expositores, Alejandro Bentivegna Saenz (Abogado UMSA y Licenciado en Filosofía UCA) expuso sobre la noción de tiempo y el sentido de eternidad.

Al respecto, sostuvo que debemos tomar cabal conciencia de que nuestro tiempo no vale oro sino vida eterna "porque es ocasión y oportunidad de alcanzar la gracia de llegar a élla por un camino sin retorno, de manera que, cuanto hayamos ganado realmente en el tiempo, amando ordenadamente, amando bien, como Dios manda, lo habremos ganado para siempre, para disfrutarlo eternamente".

"La representación de este mundo va pasando. Y por ello, sea cual fuere el intervalo entre el momento presente y la parusía, el tiempo pierde toda importancia, puesto que el mundo futuro está ya presente en Cristo resucitado. No nos sumerjamos, pues, en las realidades terrestres ni olvidemos su carácter relativo en relación con Cristo y su Reino que viene. Consideremos con esperanza que el cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia El y la entrada en la vida eterna".

Ricardo Sebastián Pierpauli (Abogado), por su parte, hizo referencia a las funciones del gobernante. 

Santo Tomás de Aquino en el De Regno se refiere a la actividad del hombre público y allí sostiene que la grave responsabilidad que recae sobre la autoridad que dirige a una comunidad, y que se sirve de las leyes, "debe dirigirse no sólo a procurar el bienestar material de los súbditos sino especialmente a que estos medios materiales constituyan parte del camino del hombre a su felicidad última que se encuentra en la bienaventuranza perfecta de la contemplación eterna de Dios. El gobernante, representante de Dios en la tierra -finalizó- debe facilitar los medios que permitan alcanzar el fin trascendente del hombre y obstaculizar todo aquello que resulte contrario a este fin último".