Los medios y la crisis

Mirador político-

Los tiempos serán tormentosos pero tienen un mérito: muestran a la sociedad como es, sin maquillaje. Los grandes empresarios arrepintiéndose de las coimas que pagaron para que los políticos les ataran la vaca. Los valijeros (ahora bolseros) presos en Ezeiza. Las excavadoras buscando containers de plata robada en nombre de un modelo de inclusión social muy votado en La Matanza. Los comerciantes remarcando sin parar y el gobierno a la espera de que el FMI le preste los dólares que se despilfarró el año pasado a manos llenas para ganar las elecciones. Todo esto enmarcado por un ruido mediático alarmista y enajenante. Diarios, TV, comentaristas, economistas y analistas de todo pelaje que predicen alegremente el apocalipsis y como decía con sorna el poeta alemán Gottfried Benn lo mandan con toda tranquilidad a la imprenta.

Respecto de esta conducta tuvo una pertinente observación en el Senado hace tres semanas el presidente del bloque del PJ, Miguel Pichetto. Inicialmente pasó inadvertida, pero está comenzando a tener mayor difusión y a generar cierto estupor carente de sinceridad.
Pichetto, que encarna la antítesis de la corrección política, dijo textualmente: "Aparecen economistas, que además están en todos los canales de televisión, que pululan alentando el fracaso o la derrota, la inexistencia de futuro. Y ustedes (el gobierno) lo permiten. Porque como no pagan pauta a nadie, cada uno dice lo que quiere en la televisión argentina. Ustedes creen que todo se resuelve en las redes, toda esta pavada. Nadie maneja la opinión pública, nadie maneja el horario prime time de la televisión, por lo tanto dicen cualquier cosa de todos. En fin: política de la indignación". Al que le caiga el sayo que se lo ponga.

Más allá de que la opinión pública sea manejable o no desde el gobierno, lo dicho por Pichetto plantea varias preguntas. ¿Es cierta la relación entre el clima de crisis terminal con el que martillan noche y día los canales de noticias y el recorte de la pauta publicitaria? ¿Adepa, Fopea y otras corporaciones que defienden la libertad de prensa no van a opinar sobre afirmaciones graves hechas desde una banca del Congreso? ¿En un país donde hay empresarios, políticos, sindicalistas y funcionarios corruptos los periodistas constituyen la única reserva moral?

Los medios están en una etapa crítica. Por un lado sufren los efectos del avance tecnológico que los obliga a reformularse y, por otro, muchos de ellos han quedado desfinanciados por la desaparición del kirchnerismo. A esto hay que sumar la precarización profesional y la competencia de las redes ante las que han perdido terreno.

Nada de esto, sin embargo, justifica el penoso rol que están jugando en la crisis. Los agoreros que exageran, distorsionan o directamente falsean los hechos en operaciones políticas groseras no perjudican sólo al gobierno, sino al periodismo en general al quitarle credibilidad. Ese es el espejo en el que debería mirarse toda la actividad y que por impericia o desinterés les ha puesto ante la cara el actual gobierno.